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¡Suenen campanas!

25/08/2024
¡Suenen campanas!

Por Sonia Elisabeth Rubino 

Hoy hablemos de relojes

Y especialmente, de esos hermosas reliquias que nos dan la hora a través de las campanadas.

Así cómo son de bonitos y decorativos, los relojes de péndulo muchas veces son preciados tesoros de nuestros antepasados.

¡Yo tengo el más hermoso del mundo!

Era de mi abuela con quien tuve una conexión especial y me dejó su legado.

Mientras tomábamos mates de leche, ella me contaba que las campanadas despertaban a mi padre de niño.

Amo esa recuerdo porque tiene una historia que me leva hasta ellos.

La cosa es que en una mudanza mi tesoro se cayó y dejó de andar. ¡Tristeza!

Pero en casa alguien dijo que no sería tan difícil desarmar para ver si se podía solucionar.

Así fue que lo conocí por dentro y mi asombro iba en aumento hasta llegar a una profunda admiración.

Esas máquinas son todo un laberinto y la tarea de reparación es casi titánica.

Una tarea de alto rango quirúrgico donde sólo puede meter mano quien sabe y conoce del tema.

Pude ver y por decirlo de alguna manera, su corazón y cada órgano que son muchas veces diminutos e imposibles de operar.

¡Ahí vamos en busca de un relojero que me devuelva mis campanas!

Desde afuera, un mueble mas que nos da la hora.

Por dentro, una organizada fraternidad de cuerdas, engranajes, péndulos, esferas, manecillas, muelles y otras que no cualquier mano puede manipular.

Visitar el comercio de Cacho Amalberti es un viaje al país de las maravillas.

Sus vidrieras relucientes muestran alhajas que parecen hacer para cada uno un desfile desde sus escaparates.

Este emblemático lugar  ubicado en Avenida Alsina 74 también tiene una historia.

Comenzó cuando el padre de Cacho vino desde Buenos  Aires donde trabajaba como relojero en la casa Scasani.

Al radicarse en Chacabuco emprende su propio negocio familiar y fue así que su hijo aprendió desde chico el oficio de relojero.

Su esposa me cuenta recortes de recuerdos imposibles de olvidar.

" Antes de estar en este lugar estuvimos en un pequeño local en la tercer cuadra de la Avenida Alsina. Mas adelante se pudo instalar el comercio donde ahora estoy al frente después de fallecer mi esposo"

"Cacho era muy obsesivo a la hora de reparar estos relojes tan antiguos. Se acostaba pensando en como solucionar su falla y a la mañana abría e iba directamente donde estaba colgado ya sabiendo cual de las tantas partecitas tocar de manera quirúrgica. El reloj cobraba vida a la par de la satisfacción de éste amante de los relojes. 

"Nunca se daba por vencido y muchos de sus colegas llegaban hasta él para que les de una mano. 

"No sólo reparaba la infernal maquinaria sino que también los restauraba por fuera" recuerda su esposa. 

" Aún tengo en un depósito mas de 10 de esos relojes que los dejaban en reparación y nunca mas volvían por ellos"

¿No los podes poner en venta? pregunto asombrada

"Nooo" responde con una sonrisa. "Sus repuestos son importados y ya no se consiguen; en el hipotético caso que alguien los quisiera reparar"

Antonio Horacio Balbiano (Pocho) trabajó en Casa Amalberti durante mucho tiempo y aún sigue en el mismo taller.  Nos responde amablemente algunos de los interrogantes que nos intrigan de ésta profesión.

¿A qué edad comienza a trabajar en el negocio?

"Comencé en el oficio hace 67 años como cadete. Tenía apenas 12 años."

¿Se puede decir que es un oficio que no se estudia?

"¡SI!" Contesta convencido éste idóneo conocedor de éstas máquinas indescifrables para quien nunca tuvo contacto con sus funciones.

"Es un oficio que no se estudia. Se aprende con el tiempo. Hay que tener mucha paciencia, buen pulso, tiempo y sobre todo te tiene que gustar mucho"

¿Cuáles fueron los primeros relojes que supiste arreglar?

"Comencé con los relojes pulsera a los que todos los días había que darles cuerda.

Luego los que funcionaban con el pulso y con el tiempo y el avance tecnológico pasé a los relojes a pila que son totalmente diferentes. Funcionan con un sensor y cuando se rompen pueden tener dos problemas. De bobina o de circuito.

Todo lo fui aprendiendo al lado de Cacho y algunos de sus primos que trababan con él"

¿Otras versiones de máquinas que nos mantienen al compás del tiempo?

"También he trabajado en relojes despertadores que eran mecánicos con alarma y se le daba cuerda a la marcha y a la campana"

¿Por qué nunca con relojes de péndulo?

"Porque Cacho era el que se dedicaba a eso. Tenía el talento para arreglar esos relojes. Se entretenía mucho y sabía cómo hacerlo"

¿Lo definirías cómo un trabajo o una pasión?

"Es un cable a tierra bucear en cualquiera de estas versiones.

¡Para Cacho era una pasión!

¡Son máquinas muy delicadas. Y como dije antes, te tiene que gustar!"

¿Cuáles fueron entonces tus pasos a lo largo de los años?

"Ahora soy relojero de reloj pulsera, a pila y automático.

Ya casi no quedan relojeros de los emblemáticos reloj de pared.

Ahora son a pila, sumamente fácil a la hora de tener en casa o comprar un regalo.

No son los mismos que nuestros abuelos cuidaban como tesoro y es por eso que cuesta mucho encontrar un especialista de esa índole"

Me cuentan, comento asombrada, que muchos de ellos duermen su siesta eterna en armarios y ya en desuso.

"Es así. Una por lo que dije antes, no quedan muchos relojeros que los reparen y tal vez porque hay otros mas modernos y con cambiar la pila ya está solucionado el problema"

"Yo vengo cada tarde a reparar los que ya dije. No me metí nunca con los de péndulo. Cacho era el apasionado y tenía la virtud y la paciencia para encontrar el defecto. A veces estaba todo un día con el mismo aparato y por la mañana venía y lo ponía en marcha" nos cuenta corroborando lo que nos relataba su esposa.

No hay mucho mas para desandar sobre este apasionante trabajo.

Pero, sin darme por vencida continúa mi búsqueda...

Ya no me quedan mas de esos artífices como Titín Cervino y otros que partieron llevándose consigo el secreto

de acunar esas reliquias, hablar con ellas, buscar en su impronta complicada y a la vez fascinante y nunca darse por vencidos.

Me quedo entonces con los relatos de sus recuerdos.

Mi imaginación, que siempre hace de las suyas, me dice que siguen haciendo su tarea desde otro lugar para que nunca jamás dejen de sonar las campanas.

Esas que despertaban a mi padre y a tantos niños que crecieron al compás de un tiempo que ya no está.

De todas formas, mientras veamos en una pared un reloj de péndulo que funcione y nos desvele, habrá alguna historia para contar de quienes nos antecedieron y dejaron su huella.

¡Gracias a Pocho y a Casa Amalberti!

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