Tiro a la confianza

CONTRATAPA / Por Marcelo Chata García
Hace un tiempo, un estudiante me avisó que no iba a poder seguir con la ayudantía en la cátedra porque entraba a trabajar en una importante industria. Me agradeció la recomendación que en su momento hice para que tenga sus primeros pasos en la docencia, algo que disfrutó y que nunca había imaginado hacer. Pueblo chico; hubo quienes quisieron convencerme de lo contrario. Sin embargo, la mirada docente esa vez no me falló, hizo un excelente trabajo, en lo pedagógico y lo humano. Necesitamos que alguien alguna vez confíe en nosotros; nos dé la oportunidad de desplegar nuestro talento. Poco importa pifiarla alguna vez, un voto de confianza genera efectos maravillosos.
Se dice que confianza precisa el inversor sobre las reglas de juego y el clima de negocios; también el tributista de que sus impuestos serán usados en función de las necesidades sociales y no que irán a parar a beneficios privados; y el ciudadano sobre que los servicios de salud o seguridad estarán ahí disponibles y de calidad si surge la necesidad. Es sorprendente ver cómo el gobierno mina la confianza en cuestiones tan básicas.
El hecho de que la humanidad enfrente desafíos complejos como el cambio climático, el impacto de las nuevas tecnologías en el trabajo y el aumento de la desigualdad, ha llevado a las Ciencias Sociales a poner el foco en la confianza como elemento fundamental para estimular la cooperación y la solidaridad.
La confianza en una sociedad se recuesta sobre ciertas nociones compartidas; una base de verdad objetiva a partir de la cual la comunidad resuelve sus controversias. Ese núcleo de certezas, ese 'magma de las representaciones sociales' -Cornelius Castoriadis- depende de instituciones legitimadas para ello: básicamente la ciencia por su método; pero también las universidades, el sistema de justicia y el periodismo. Sin ningún centro de verdad legitimado, cualquier dato fantasioso, cualquier noticia falsa, cualquier argumento amañado tiene el mismo valor que el conocimiento genuino. Frente a eso, la confianza colectiva se resquebraja y cada quien cree lo que le convenga creer según convenga a sus intereses.
La confianza precisa valores compartidos. Poco importa la religión a la que pertenezcamos o si somos agnósticos o ateos. La escuela, los clubs, las producciones culturales son espacios donde se interiorizan esos valores que guían nuestras interacciones y modelan las expectativas de nuestros jóvenes. Nos complace ser reconocidos, valorados por la sociedad a la que pertenecemos, y eso se consigue actuando acorde a lo que la sociedad premia como lo correcto. Más allá de ese núcleo moral, las subculturas tejen la diversidad.
La confianza precisa de espacios de articulación entre empresas, organismos públicos, sindicatos, organizaciones comunitarias donde sectores con diferentes intereses descubran la posibilidad de algunos desarrollos conjuntos donde todos pueden ganar, incluso cuando en otros aspectos sigan enfrentados. No sólo permite ámbitos de desarrollo de unos y otros, sino también de conocimiento interpersonal que evita el surgimiento de falsas representaciones sobre el otro. Las investigaciones sobre el tema (PNUD 2023/24) presentan una clara correlación entre la confianza que las personas tienen sobre el Estado, las grandes empresas, la prensa y entre vecinos. Es decir, cuando la confianza en el sistema de justicia, el gobierno, el accionar empresario es mayor, la confianza interpersonal con personas que no se conocen es también más fuerte.
Es claro cómo la extrema derecha trabaja en limar la confianza desfinanciando las instituciones científicas, tecnológicas, sanitarias, culturales y educativas; promoviendo discursos violentos antes que argumentativos; apoyándose en una confusa moral maniquea que opone ciudadanos 'de bien' a cualquiera que comulgue con la justicia social. Más que fomentar la libertad individual, la táctica de la derecha extrema es la atomización: un proceso guiado de individuación conflictiva a partir de dinamitar todos aquellos espacios que pueden generar confianza y sentido colectivo. Nadie se salva sólo; reconstruir esa confianza será un desafío enorme. Por eso es importante que aquellos que integran las instituciones, no la traicionen.
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