Viernes . 30 Mayo . 2025

Escucha en Vivo:

Una vida dedicada a contar historias

06/11/2024
Una vida dedicada a contar historias

Desde niña, Egles Rebolini se enamoró de las letras: devoró clásicos y soñaba con escribir como sus autores favoritos. Su talento la llevó a crear cuentos para sus alumnos cuando se desempeñó como docente y uno de ellos, "Travesuras a la hora de la siesta", se publicó junto a obras de reconocidas escritoras como María Elena Walsh. En diálogo con Arrancamos Tarde (FM Radio Ultra 98.9), comparte su recorrido. 

Egles Rebolini no recuerda que durante su infancia los demás se sorprendieran por su nombre. Desde pequeña lo pronunciaba de diversas maneras, pero al registrarla, alguien modificó una letra, transformando su identidad escrita. El nombre Egles, con dos 'e' y sin una 's' era el de una amiga de la familia, una mujer de apellido francés que vivía en Chacabuco.

Durante su juventud, Egles se sumergía en la lectura. 'Leía muchísimo, no sé cómo hacía para comprarme los libros, porque no me acuerdo nunca de haberle pedido a mi papá dinero', recuerda. Leía clásicos, tres libros al mes, y soñaba con escribir como sus autores favoritos. 'Me enamoraba, me parecía que yo iba a poder alguna vez escribir como esas personas. Cuando leí a Poldy Bird era muy lacrimógena, me gustaba como escribía hasta que un día me alejé un poco de ella porque eran cosas muy tristes. Empecé a cambiar mi literatura. Como yo, ella había perdido a su mamá muy chiquita, tenía un libro que se llamaba 'Cuentos para leer sin rimmel'. Justamente, para no lagrimear y ensuciarte', dice. 

Egles escribió siempre, aunque al casarse dejó de lado la escritura para dedicarse a su familia y a la enseñanza. En el aula, recuerda, creaba cuentos para explicar las reglas ortográficas. Uno de ellos, "Travesuras a la hora de la siesta", resultó ganador en un concurso, siendo publicado junto a obras de reconocidas escritoras como María Elena Walsh. 

Egles continuó escribiendo y presentando sus cuentos en diversos concursos, obteniendo siempre buenas críticas. Sin formación literaria formal, comenzó a asistir a distintos talleres para mejorar su estilo. Allí le marcaron que abusaba de las descripciones y los adjetivos, vicios que fue puliendo con el tiempo. 

La figura de Sarmiento y su detallada descripción de la vida cotidiana la inspiró en un principio, pero luego comprendió que debía buscar un estilo más conciso. A través de los talleres, Egles aprendió a depurar su escritura, buscando la esencia de sus historias.

 

-¿Seguís escribiendo?

-Sí. La última tapa me la hizo María José Gargaglione, mi ahijada y sobrina. Siempre hizo las tapas de mis libros. No quería que quedaran en papeles que mis hijas después seguro no iban a mirar. Entonces, pensé en hacer una revista. Era tanto que quedó en un libro. Son poesías dedicadas a mi familia. Son nuestras, aunque mucha gente se lo llevó. Tiene poesías sobre las amigas, la casa que dejé en Alvear, que ahora comparto. 

 

Mi casa pintada

 

'No vacía 

pintada está mi casa'. (Miguel Hernández)

 

Mi casa pintada

la pintaron las voces 

trepadas

sostenidas

suspendidas de miedos

liberadas

lanzadas

las voces 

pegoteadas con la miel de los besos 

y las otras

aquellas con salivas amargas

teñidas de rencores por disculpas calladas (...)

 

-¿Quién te impulsó a adentrarte al mundo de la poesía?

-Mi tía Leonor. Yo me enamoraba de sus metáforas. Cuando estaba en quinto año pidieron una composición sobre las Malvinas. Yo no sabía qué poner, que eran nuestras porque estaban en nuestra plataforma marítima, no sabía qué escribir. Yo estaba dando prácticas, estaba en quinto año. Había dado una clase sobre las constelaciones y se me ocurrió comparar, siempre siguiendo esa idea de las metáforas de mi tía Leonor, a las Malvinas con las pléyades, y hasta metí a la mujer de hierro. Estaba en el aula, entra la celadora y me dice que el señor regente, al que le teníamos terror, me necesitaba en regencia. Era el escribano Reynoldi. No sabía qué quería de mí, no había hecho ninguna macana porque en ese momento no se hacían esas cosas. Golpeo la puerta y cuando abro estaba el maestro que me había escuchado dar la clase, mi profesora de Literatura y toda la gente que formaba la comisión cooperadora. Yo no sabía por qué me habían llamado. Y ahí me preguntaron si lo había escrito yo porque no lo creían. Ese fue mi primer premio. Y me animó a seguir escribiendo siempre. 

 

-¿Qué te falta por hacer?

-Me gustaría ser una buena escritora. Cuando me dicen escritora, yo no me siento. Yo escribo. Lo digo de corazón. Algún día seré escritora. 


 

feature-top