Uno nunca sabe lo que tiene hasta que lo pierde.

Por Sonia Elisabeth Rubino
Vivimos en un mundo acelerado y ya no hace falta el papel de cartas, el sobre y caminar hasta el correo.
Las diferentes maneras de comunicación nos llevan puesta la tarea casi mágica de redactar una carta.
Cuando el papel estába en blanco y nuestra mente quería hablar y transmitir todo junto la tarea se volvia toda una ceremonia.
Pero eso nos permitía pensar, redactar y elaborar cada frase, cada palabra, cada punto y coma.
El ritual de comprar y pegar la estampilla, simple o expresa?
¿Cuánto sale?
Escribir una carta de puño y letra no tiene corrector ni emojis a la hora de hacerlo.
Sólo son la página en blanco y tus ansias de traspasar la hoja y contar.
Un abrazo se concreta a través de las palabras.
Un "Te quiero" no se dibuja. Se expresa en palabras que nadie más que nosotros conoce.
Había toda una impronta ahí mismo, donde se gestaba y fluía en cada sílaba .
Los renglones vacíos se iban llenando de brotes del corazón sin tener mas herramientas que pluma y papel.
Y en esa tarea casi desaparecida de redactar, debíamos tener en cuenta la ortografía, la dedicación, y el prolijo hilo conductor para que, quien recibía la correspondencia pudiera bucear e interpretar de manera correcta cada gesto.
Porque, viajando al pasado entiendo que quien nos lee no nos ve. Está lejos. Está enojado. Está esperando una palabra de aliento o un abrazo a la distancia.
¡Pero ahí está el encanto!
Contar los días para saber si llegó. Esperar la respuesta hasta encontrar la voz de nuestro remitente.
¡Y doy fe de ello!
Entonces entraba otro personaje que tenía mucho que ver con que esa carta llegara en tiempo y forma.
¡El cartero!
No e-mail, no correo electrónico ni mensajes rápidos y apurados.
A puño y letra y con dedicación uno iba entrelazando trozos de todo lo que queríamos y necesitábamos decir.
Obdulio Schetino fue mi cartero y vecino.
Mis mas hermosos recuerdos me llevan hasta el.
Desde el fondo de casa lo escuchaba y corría a recibir mi ansiada correspondencia.
¡Era magia!
Y la magia tocó a mi puerta esta tarde para contar los caminos de Obdulio.
-¿Cómo comenzó tu trabajo en el correo?
"Yo tenía 14 años cuando empecé. El correo estaba ubicado en calles Almirante Brown y Padre Doglia.
En ese momento era Correo y Telecomunicaciones.
A través de años y los diferentes gobiernos fue cambiando de nombre
Luego paso a ser Encotesa. Después Encotel y ahora es Correo Argentino.
Trabajé durante 41 años y entré como mensajero. Repartía las cartas expresas y los telegramas.
Los telegramas se repartían de manera urgente y se utilizaba el código Morse" recuerda este amante de la radio y gran conocedor de cada calle de nuestra ciudad.
"Las expresas en cambio en el horario que llegaban al correo.
Luego fui encargado de reparto
Con el tiempo pasé a ser cartero. Cartas simples, certificadas y algunos encomiendas y folletos. También se repartían cartas vía aérea que eran de sobres livianos.
El correo no cerraba nunca y teníamos un franco compensatorio".
-¿Cómo llegaba la correspondencia a Chacabuco?
"La correspondencia llegaba en ferrocarril en un vagón postal y puestas las cartas en bolsas.
Se entregaba a los carteros y se distribuía en ocho radios de distribución".
-¿Tu recorrido cuál era?
"Yo no tenía un recorrido fijo. Era quien hacia los reemplazos".
-¿Tarea difícil?
"Un trabajo arduo era en época de las elecciones.
Llevar las urnas y todo el material para luego volver a juntar todo de manera impecable".
-¿Había compañerismo?
"Había muy buena onda. Nos ayudábamos mucho. ¡Nunca se paraba!
Trabajaba también un contratado que repartía sólo encomiendas".
-¿Qué otros servicios ofrecía el correo?
"También estaba la caja nacional de ahorro postal y el giro postal o telegráfico".
-¿Imposible olvidar a los compañeros?
"Algunos de mis compañeros eran Pancho Bruno; Luis Nutti; los hnos Flores; Ángel Galván; Puchi Bosh; Héctor Grossi; Néstor Perciabale; Blas Ricci; Miguel Ricci; Adolfo Fadel; su hijo Pedro; Chichi Di Giacomo; Virginia Fernández entre otros".
Recuerdo el buzón en la esquina del correo -¿Había muchos?
"Los buzones estaban en 10 esquinas estratégicas alejadas del centro y uno en la puerta del correo
Se hacía el recorrido todos los días sin pensar en las inclemencias del tiempo".
-¿El servicio era sólo para la ciudad?
"Muchas veces tomaba el tren del ramal que pasaba por el ahora acceso Juan XXIII hasta Germania y bajábamos cartas en Coliqueo; Villafañe; Irala; Morse; Baigorrita; Triunvirato; El dorado; La Placette", recuerda Obdulio con nostalgia.
-¿En qué hacías el reparto?
"Siempre en bicicleta y sin guantes porque no podía manipular las cartas.
Nunca había subido a una bicicleta y tuve que aprender a andar a los golpes".
-¿Quién te llevó a trabajar al correo?
"Me llevo mi padre y luego también fue mi hermano.
Al mismo tiempo hice radio que fue mi gran amor durante 51 años y aún lo sigue siendo a la par de ser catequista"
-¿Cómo eran los cargos?
"Entrabas de mensajero y ascendías a cartero. Algunos llegamos a tenedor de libros y lo último la jefatura.
También te cuento que antes del edificio propio el correo que esta en Primera junta y Aberdi estuvo en Moreno 164"
-¿Recuerdos de algún gobierno?
"¡Si!" Contesta con firmeza.
"En la época del Gobierno de Juan Domingo Perón se repartía sidra y pan dulce", acota Obdulio ya terminando la nota.
Las frases fluyen al compás de los recuerdos y nuestro amigo creo que tiene mucho más en su tintero.
Pero la tarde se acaba y nuestra nota también.
¡Un placer escuchar a quien repartió durante mas de 40 años esa magia de las palabras bordadas en tinta y papel.
¡Gracias Obdulio!
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