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Vacaciones

30/01/2025
Vacaciones

Por Martina Dentella 

 

Es tardísimo. Escribo mientras le digo a mi hija de dos años que espere un ratito. Dejó de reclamar que jugáramos a la doctora y está encastrando unos muñecos de goma eva. Está cansada. Yo también. Lleva cuarenta días de vacaciones del jardín maternal, la misma cantidad de días que llevamos recolectando opiniones, estrategias, testimonios de otras mujeres, de otras familias. Porque las transformaciones sociales, culturales, políticas, no terminan de establecer un nuevo modelo, una organización familiar que defina las tareas de cuidado para que las madres trabajadoras no padezcan más desigualdades de género ni socioeconómicas: son mujeres haciendo equilibrio a cien metros del suelo, sin seguridad, sin trabajos formales, sin licencias extendidas por maternidad, sin cupos para guarderías estatales y con gobernantes que agitan la barbarie. Y aunque hay varones que muestran participación en el cuidado de los chicos, no es equiparable a la dedicación que, en promedio, tienen las mujeres. 

'Hoy está totalmente naturalizado que las mujeres trabajemos, pero no lo está que el cuidado pueda ser distribuido de una manera más equitativa. Ninguna de estas transformaciones supuso una mayor apertura a pensar de manera más igualitaria el cuidado. Se asume que las mujeres continuaremos haciendo malabares para intentar sostener las distintas esferas en equilibrio, danzando en el aire de forma sincronizada, sin que ninguna se desmorone. La organización social del cuidado se sustenta, en el siglo XXI, en este nuevo sujeto social que son las mujeres malabaristas', dice la Dra. Eleonor Faur entrevistada por la Revista Anfibia. 

Hace pocos días con una amiga socióloga entrevistamos a Júlia Barata, una dibujante portuguesa, residente Argentina, a propósito de su libro Familia. El libro es sobre una mujer que decide poner en crisis los deseos que la ubicaron en donde está. Sus dibujos son tan potentes que atraviesan la barrera de la segunda dimensión. Es un libro sencillo, de una crisis sin grandilocuencias ni conclusiones fantásticas. Es una crisis que se parece a la de decenas de miles de mujeres que atraviesan la maternidad mientras sobreviven al vértigo y el desborde que implica, mientras se sostiene un trabajo, un cuerpo, una vida social. 

'La realidad es una fuente gigante de insumos, yo usé realidad cercana, autobiografía', dice y asegura que le encanta lo cotidiano, la no acción, y que los hechos reales tienen mucho de eso. 'Lo importante es si se logra hacer de eso un hecho artístico o no, si tienen alguna sensorialidad, alguna belleza que interpele, puede no tenerlo, pero es muy lindo', dice. 

Yo insistía en preguntarle cómo le cambió la maternidad su forma de trabajar. Lo debatimos con mi amiga. A mí, más como madre que como periodista, me parecía fundamental. 

Ella cuenta que la transformó, que viene trabajando en sus novelas gráficas, que la atravesó de tal forma que cambió su forma de crear. 'En términos de guión, lo que me parecía interesante eran las contradicciones de la maternidad, me parecía divertido tratar de exponerlas. Y respecto a la técnica, la técnica más punk, más burda, más rápida, menos virtuosa, como que el dibujo no importa, que lo que importa es lo que se cuenta, y eso tiene que ver con una velocidad que la maternidad imprime, las madres que laburamos tenemos menos tiempo, no podemos permitirnos horas de dedicación a nuestro proceso artístico, y eso se nota en la técnica'.  

Siente -dice- que hoy que su hijo es más grande, y tiene una autonomía mayor, tiene más tiempo, entonces trabaja con acuarela, y puede hacer más lo que le gusta, quizás con técnicas que demoran mucho más. 'Pero también cambian las búsquedas, y hay que decidir las técnicas en función de eso, hay que adaptarse a la vida que tenemos', dice.  

Mientras escribo 'adaptarse a la vida que tenemos' mi hija se cae -dormida- en mi rodilla. Se golpea. Empieza a llorar. Freno la escritura. Llora. Tiene sueño, quiere agua, quiere abu, quiere upa. Todo junto. No sabe qué. Yo tampoco. La abrazo, le canto, la acuno. La acuesto. Se vuelve a despertar. 

 

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