¿Vivimos en una simulación? (última entrega)

Si esto es una simulación… ¿cómo decidimos vivirla?
(*)Por Leonardo Amet
Último capítulo de esta serie de artículos llamada "¿Vivimos en una simulación?", donde nos animamos a pensar lo impensable.
En la entrega anterior recorrimos distintas pistas que podrían revelar fallas en la 'realidad': constantes físicas sospechosas, límites energéticos, comportamientos cuánticos extraños… y sí, incluso esos glitches, esas pequeñas fallas o errores visuales típicos de videojuegos, que parecen sacados de Matrix.
Pero si realmente estuviéramos en una simulación, ¿cómo cambiaría eso la forma en que vivimos? ¿Importa? ¿Y si lo que hace real a un mundo es cómo decidimos habitarlo?
Supongamos, por un instante, que se confirma: vivimos en una simulación.
No hay un cielo infinito, ni partículas fundamentales, ni libre albedrío en el sentido clásico. Solo una arquitectura digital invisible sosteniendo cada cosa. Vos, leyendo esto, no sos más que un proceso ejecutándose en un sistema más grande. Un conjunto de reglas. Un script en acción.
¿Te cambia algo?
Tal vez sí. Pero no de la manera que uno esperaría.
La idea de que el mundo podría no ser 'real' no es nueva. Ya estaba en La caverna de Platón, en El sueño del sabio de Descartes, en el Maya de los hindúes, en los sueños lúcidos de Borges, y también en La invención de Morel, donde Bioy Casares imaginó una isla atrapada en una ilusión perpetua, reproducida por una máquina.
Lo que cambia ahora es que, por primera vez en la historia, tenemos la tecnología para construir nuestras propias simulaciones. Y al hacerlo, nos vemos a nosotros mismos desde afuera.
Pero más allá de los debates físicos, éticos y metafísicos, hay algo más profundo. Porque si estamos en una simulación... alguien la diseñó. Y si no, si esto es la realidad más real, entonces es todavía más impresionante.
En cualquiera de los dos casos, seguimos acá. Sintiendo, creando, eligiendo.
Entonces, ¿qué hacemos con esa posibilidad?
¿Qué pasa si el dios en que creés (si es que creés) no es más que un programador definiendo reglas en nuestra simulación? Un dios que tal vez sea sólo un proceso corriendo en otra simulación.
Podemos desesperarnos. Creer que nada importa. Que somos solo píxeles flotando.
O podemos decidir que todo importa más que nunca. Que, si este mundo es una simulación o un juego, al menos que sea uno que valga la pena. Que el código que nos define no limite nuestra capacidad de amar, de luchar, de transformar.
Que nuestro rastro en este mundo,- real o digital - valga la pena ser recordado. Que sea una historia que, aunque no sepamos si fue real, la hayamos vivido como si lo fuera. Porque lo era para nosotros.
Y quizás, solo quizás, eso es lo que hace real a un mundo.
(*)Dr. por la Universidad de Cergy-Pontoise (Francia), Ing. en Electrónica por la Universidad Nacional de La Plata. Actualmente dirige las Ingenierías Electromecánica y Electrónica y es investigador del Instituto de Tecnología (INTEC) de UADE.
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