Zapatillas al viento contra la impunidad

De Felipe Pigna para Caras y Caretas
El calor era agobiante en aquellos días de finales de diciembre de 2004. La gente se preparaba para celebrar el año nuevo y las calles se llenaban, sobre todo de noche, por aquellas juntadas tradicionales de amigos, compañeros de trabajo, reuniones de promociones añejas de la escuela secundaria y esas cosas. Nada hacía suponer que la Argentina sumaría un nuevo récord Guinness, esta vez por el lado del horror. A la madrugada del 30 de diciembre se producía la mayor tragedia a nivel mundial en un concierto de rock: 194 muertos y 1.432 heridos, muchos de ellos graves. ¿Qué había pasado? Todo sucedió en el local bailable y sede de recitales República de Cromañón, ubicado en Bartolomé Mitre 3060, en el barrio de Once, alquilado por el empresario Omar Chabán, propietario de lugares emblemáticos para la historia del rock nacional como el Café Einstein y Cemento. El lugar había sido inaugurado el 12 de abril con un recital de la misma banda que tocaba esa trágica noche de diciembre. Callejeros venía tocando con gran éxito en el lugar desde hacía dos días sin que se hubieran producido incidentes dignos de mencionar. Algunos estaban atentos al uso de las bengalas que era parte imprescindible del folklore del 'rock chabón'. Se les había ido de las manos en el mismo lugar a Jóvenes Pordioseros el 1° de mayo cuando sufrieron un principio de incendio provocado por uno de esos objetos pirotécnicos, pero la cosa no pasó a mayores. Lo que sí llamaba la atención de los concurrentes era la falta de control de los organizadores y de los dueños del lugar en cuanto al ingreso de la gente y la aglomeración que se producía por dejar ingresar a mucha más gente de la que podía permanecer en el local en condiciones mínimamente aceptables de los conciertos, el clásico truco de cortar el agua en los baños para que la gente consumiera en la barra y la ausencia de puertas de emergencia. El local estaba habilitado para albergar a mil personas y esa noche habían ingresado 4.500. No había lugar ni para respirar. Muchos lo aceptaban como parte del folklore rockero, como parte del agite, del aguante, y a otros, del otro lado, solo les importaba el negocio. Poco después de las 22 arrancó el recital y el líder de la banda saludó a su público y preguntó: '¿Se van a portar bien?'. Media hora después, Callejeros tocaba uno de sus hits, 'Distinto', que decía: 'A consumirme, a incendiarme, a reír sin preocuparme. Hoy vine hasta acá a tapar mi ingenuidad con un poco más que sal. Me quiero quedar'. En ese momento alguien entre el público, en un acto de irresponsabilidad inexplicable, encendió una bengala que rápidamente extendió el fuego hacia la media sombra plástica que se interponía entre el techo y el suelo del local, que comenzó a incendiarse inmediatamente. La gente comenzó a asfixiarse con los gases tóxicos que emitían los plásticos quemados, como el monóxido de carbono y el ácido cianhídrico que se convierten en cianuro de hidrógeno, e intentó salir del local. Algunos lo lograron en medio de ahogos e interminables accesos de tos. Otros no, quedaron atrapados en aquel horrendo lugar que no ofrecía ninguna medida de seguridad. Muchos sobrevivientes volvieron a ingresar al lugar a rescatar a quien pudiesen, pero no volvieron. Comenzaron a llegar los móviles de los canales, algunos de ellos junto con las ambulancias del SAME y los bomberos. Las imágenes eran tremendas, pilas de cadáveres en la vereda, miles de jóvenes en los alrededores con síntomas graves de intoxicación, centenares de familiares tratando de saber qué había pasado con sus seres queridos.
La tragedia le costó el puesto al jefe de gobierno de Buenos Aires, Aníbal Ibarra, quien fue depuesto por un juicio político sustanciado por la Legislatura porteña. Generó una serie de disposiciones tardías sobre la necesaria limitación de la capacidad de los locales nocturnos y las salas de espectáculos y se prohibió el uso de pirotecnia en cualquier tipo de espectáculo, incluso en los deportivos al aire libre.
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