Carlos Bettoli, pasión por el arte

El 29 de julio próximo se cumplirán 13 años del fallecimiento de Arnaldo Carlos Bettoli, un artista polifacético que tuvo Chacabuco, ya que a su pasión por la escritura, el cine y el teatro le sumó su profesión de arquitecto, con la que dejó un sello que está presente en muchas casas y edificios de la ciudad.
Carlos había nacido en Chacabuco el 24 de diciembre de 1939. Sus padres fueron Arnaldo Bettoli y Florentina de la Pyñera, que también tuvieron dos hijas: Beatriz y Graciela.
Finalizado el colegio secundario, se fue a estudiar Arquitectura a la Universidad Nacional de La Plata. Previo a eso, su amor por el cine había nacido siendo niño, cuando con su abuela materna, Florentina, no se perdía las proyecciones que en ese entonces se daban en las salas del Cine Teatro Español y el Teatro Italiano.
En una nota de Lucía Miori, publicada en 2007 en el diario De Hoy, Bettoli relataba cómo a partir de un film que vio en el verano de 1952 en el Español le nació una pasión que lo acompañó hasta el fin de sus días y que volcó, entre otras cosas, en la confección de un archivo cinematográfico en el que durante más de cinco décadas recopiló recortes con críticas de películas y otra documentación.
'Había sido tan feliz en el cine ese día que dije 'esto lo tengo que registrar en algún lado'. Entonces, en una libreta de carnicero comencé a anotar la película que veía, el nombre y algunos apuntes de ficha técnica, como el director y el fotógrafo', relató Carlos sobre lo que sintió aquel día. La película que lo había deslumbrado era 'La última escuadrilla', de Julio?Saraceni.
La concurrencia a las salas cinematográficas se hizo aún más habitual durante sus tiempos de estudiante universitario e, incluso, ya recibido de arquitecto, se dio el gusto de cursar el primer año de la carrera de Cine. Para ese entonces, ya estaba casado con Ana Livia Rubino, con quien tendría tres hijos varones.
'Otra vez en Chacabuco, el acceso al cine se redujo hasta que la aparición de los videoclubes le devolvió la cantidad de imágenes que imploraban sus ojos', señala la nota. De hecho, desde 1986, y durante ocho años, fue dueño de un videoclub al que traía algunas películas que no estaban en muchos lugares. Muestra de ello, contaba, es que 'venían expresamente a buscarlas desde Buenos Aires'.
Mientras tanto, siguió engrosando su archivo, que llegó a reunir críticas de más de 20.000 títulos.
Su pasión por el séptimo arte hizo que en varias ocasiones también estuviera del otro lado de la pantalla. Así, por ejemplo, a comienzos de la década pasada compartió con Candelaria Palacios la dirección de arte de 'La otra vuelta', la película que Santiago?Palavecino rodó en Chacabuco.
'Ahí tuve acceso al cine comercial y me apasionó', comentó después Bettoli, para quien el arte no podía cambiar una vida, pero sí generar momentos de reflexión o de conmoverse ante la belleza.
'El arte te puede hacer un poquito mejor, pero no te va a cambiar la vida', decía, al tiempo que contaba que, en su caso, lo conmovía 'la obra chiquita, la que hace reflexionar, la que analiza al ser humano'.
Otra de las artes que lo cautivaron fue la literatura. Tan así fue que escribió cuentos, poemas y novelas cortas. Premiado en varias oportunidades, en 2005 publicó con otros tres escritores chacabuquenses el libro 'El quinto fantasma', que reúne parte de su producción.
También incursionó en el teatro, donde fue escenógrafo, actor y director de distintos proyectos de grupos independientes en Chacabuco. Además, dirigió talleres de los que surgieron obras que fueron presentadas al público. Aún hoy funciona un grupo teatral de quienes fueron dirigidos por él: se llama Los Carlitos.
'Hay momentos en que me gusta concebir como director toda la obra, y otras veces entregarme como actor. Las responsabilidades son distintas', expresó en la nota de De Hoy el arquitecto Bettoli, que entre las múltiples tareas que desarrolló en su vida también tuvo un espacio para la docencia. Sus comienzos fueron en la Escuela Profesional, donde enseñaba Dibujo Publicitario. Después fue profesor de Plástica en el Instituto de Educación Católica y en los '90, con la llegada de los polimodales, dio clases en varios establecimientos.
'Carlos tiene una mirada atenta, por momentos firme y casi siempre suave, como los ademanes que respaldan sus confesiones, las que lo retratan y lo cubren de magia humana', expresaba la nota en su párrafo final.
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