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La Agenda 2030 y el rechazo de Milei

26/09/2024
 La Agenda 2030 y el rechazo de Milei

Por Marcelo Chata García

La Agenda2030 de la ONU, que acaba de rechazar Milei para Argentina, está compuesta por unos 17 Objetivos de Desarrollo Sostenibles que abarcan cuestiones ambientales, sociales, productivas, energéticas, institucionales y de colaboración internacional.

Esos objetivos se estipularon en 2015 como continuación a los que habían sido los Objetivos del Milenio que habían conseguido algunos logros en materia de disminuir la desigualdad, bajar la pobreza extrema y atacar enfermedades infecciosas.

Tienen también como antecedente los informes del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), que desde 1990, a instancias del economista indio Amartya Sen, estudia la evolución de los países más allá de los datos del PBI per cápita, incluyendo mediciones sobre salud, educación, desigualdad y aportes al cambio climático.

Los objetivos no generan obligaciones para los países, pues es poco lo que puede obligar la ONU en materia de política interna, pero promueve compromisos tanto de presentar informes e indicadores –necesarios para medir avances o retrocesos en cada Objetivo-, como las medidas adoptadas para favorecer la concreción de esos objetivos.

Son muchas las críticas que reciben de izquierda y derecha.  Ciertamente, las mediciones presentadas por cada país pueden no ajustarse del todo a la realidad.  Pueden exagerarse los logros de las políticas públicas y los compromisos de los sectores empresarios.  Todo eso es cierto, pero son los únicos indicadores comparables a nivel planetario con los que contamos y que están en continuo mecanismo de mejora, generando espacios y financiamiento para científicos y universidades comprometidos en el tema.  Es decir, con todas sus limitaciones, sin esos compromisos estaríamos avanzando a ciegas.

Nos enfrentamos al cambio climático, a la concentración de capital en un sector muy pequeño de la población mundial, y a una revolución tecnológica que impacta de manera muy desigual en las sociedades y entre diferentes países.  La derecha extrema se apropia de un discurso liberal para oponerse a la centralidad que pueden tomar los Estados Nacionales para coordinar las políticas públicas que nos permitan transitar de la mejor manera ese escenario y evitar posibles catástrofes.  Quieren concentrar el poder político y económico para evitar cualquier regulación que afecte sus tasas de ganancias obligándolos a invertir en tecnología verde, en inclusión social, y restauración de los ecosistemas.

Los informes técnicos de la ONU tampoco desconocen la crisis de dirigencia política y las falencias de los Estados.  Por eso aconsejan el empoderamiento de las comunidades, la apertura a otras cosmovisiones más allá de la científica occidental, a las organizaciones de la sociedad civil y una participación más activa y democrática en las decisiones públicas. 

Ofrecen mucho material para ser utilizado en educación.  No es raro que también la derecha extrema ataque la elaboración de estas temáticas en los sistemas educativos.  Esos materiales, abordados con perspectiva crítica y creativa por cada equipo docente, son un interesante aporte para construir un ciudadano que actúe localmente sin perder el imaginario global.

En definitiva, La Agenda 2030 es un material discutible, pero no rechazable, que aporta datos, propone estrategias, genera espacios institucionales y distribuye materiales necesarios para desafíos que tenemos como especie: un planeta en riesgo socioambiental.

 

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