Adiós a Yuyo Noé

El gran artista retrató como pocos los avatares de la Argentina del siglo XX. Su relación con Haroldo Conti y el recuerdo de María Orsini, una de sus discípulas.
Por Manuel Barrientos
Luis Felipe 'Yuyo' Noé recibió la invitación para montar en 2015 una retrospectiva en el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti. Decidió que no quería ni una exhibición que mostrara la 'evolución' de su obra y se aventuró en otro camino. Armó una muestra acerca de cómo su pintura representaba 'la percepción del entorno con conciencia política'.
Con rapidez, también supo con qué obra abrir la exposición: 'Este no tiene nombre III'. La elección no fue casual. Noé había sido profesor de Alejandra Conti, la hija de Haroldo, en los años setenta. En el verano de 1976, el artista viajó con su esposa y Alejandra a San Martín de los Andes. Haroldo fue a despedirlos. Esa fue la última vez que se vieron. En la madrugada del 5 de mayo, Conti desapareció por el accionar de un grupo de tareas. Alejandra le contó al maestro la noticia. El 1º de junio de ese año, Noé se exilió en Francia. Allí, en París, supo que los genocidas arrojaban a los desaparecidos al río. En su tríptico 'Esto no tiene nombre', Yuyo pintó fragmentos de cuerpos sin vida siendo tirados desde el aire sobre un río en remolinos.
Antes de su exilio, el artista tenía un compromiso contraído con una galería de Buenos Aires. Entre otras obras, decidió enviar ese tríptico. '¡Qué le pasa a Noé qué está tan violento!', se escandalizaron los visitantes porteños. Veinte años después, fue Yuyo el que no podía entender que muchos (tal vez, esos mismos visitantes) se horrorizaran ante las declaraciones de Alfredo Scilingo, el represor de la ESMA, que confirmaban los vuelos de la muerte, aquello sobre lo que había pintado en su tríptico.
Noé contó esta historia en la inauguración de la muestra en el Conti y reconoció que se sintió conmovido y desconcertado a la vez cuando Eduardo Jozami, en ese entonces director del centro cultural, le ofreció exponer en el predio de la ex ESMA. La exposición se denominó 'Olfato, en tiempo y lugar', ya que ese 'olfato' se refería a la sensibilidad del entorno que presentaba la obra de Yuyo sobre un tema: América latina. Se podían observar otras pinturas, como 'El ser nacional', que planteaba una mirada caótica e irónica sobre los nacionalistas de los años setenta; de la crisis de 2001 y el sometimiento al FMI; o las ilustraciones del libro 'Memorias del fuego' de Eduardo Galeano.
Nacido en Buenos Aires en 1933, Luis Felipe Noé integró entre 1961 y 1965 el grupo 'Otra Figuración' (también conocido como Nueva Figuración), junto a Ernesto Deira, Rómulo Maccio y Jorge de la Vega, que marcó un punto de quiebre en la agitada vida cultural de la Argentina de los años 60.
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La artista chacabuquense María Orsini había realizado su primera muestra individual en la Casa de la Cultura en 1997. Hasta ese año había sido alumna de Ricardo Laham, de quien había aprendido muchísimo. Pero en una revista leyó una nota sobre Noé, que también tenía el número de teléfono del taller. Ella se animó a llamarlo y el maestro la invitó a participar de las clínicas que brindaba los lunes.
María estaba identificada con la obra de Yuyo y aún recuerda la primera vez que ingresó a la casa taller de la calle Tacuarí, en el barrio de San Telmo. Ya en las escaleras, en la que se veían obras con colores flúor y plata, con maderas, vidrios, máscaras, plantas, entendió que ingresaba a un mundo nuevo, fantástico, lleno de posibilidades: el mundo Noé.
Yuyo le pidió que al lunes siguiente fuese con su obra. María había vendido sus cuadros al estudio de Galán, Avalle y Dentella y les tuvo que pedir que se los prestaran para llevarlos al taller. Afectada por el influjo del maestro, también decidió subirse a su Citrôen rojo y se fue para la Laguna de Rocha, con un caballete y óleos, que nunca había usado. Se puso a pintar y el viento hizo volar la obra en ciernes. La pintura fresca se llenó de yuyos y pajas. Ella decidió sumar esos elementos y seguir con el cuadro.
El lunes mostró primero las pinturas que le habían prestado en el estudio jurídico. Noé la alentó, pero corrió esas obras y le pidió que le mostrase el cuadro más chico, aquel que tenía las huellas de la laguna. Le pareció impresionante y la alentó a María a seguir por esa senda. En 2001, sumó las pinturas de Orsini a una muestra colectiva que presentó en el Centro Cultural Recoleta.
'Yuyo condujo mi obra, me daba libertades. Era, en sí mismo, una enseñanza de vida. Daba todo su saber, era extremadamente generoso, no se guardaba nada. No enseñaba con teoría y nunca hacía críticas negativas, siempre aportaba miradas constructivas', afirma Orsini, quien se reconoce conmovida por la muerte de Noé.
María sentía que sus colegas de Chacabuco se burlaban de su nueva serie de obras del campo, pero Yuyo siempre la estimulaba a seguir. 'Si no hubiera sido por el apuntalamiento de Yuyo, no hubiera pintado más. Me hacía soñar artista', reconoce. Hace un mes y medio atrás, le escribió por whatsapp y Yuyo le respondió: '¡Sabés por qué tenés el tupé de pintar así? Porque sos del interior'.
El 9 de abril de 2025 será recordado como el día en que murió Yuyo Noé y dejó una obra potente y perdurable que retrata los avatares de la Argentina de los últimos cien años. María Orsini concluye: 'Me enseñó a ser democrática, a defender mis ideas y de los demás'.
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