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'La condena a Cristina va a aumentar la polarización política'

16/06/2025
'La condena a Cristina va a aumentar la polarización política'

El titular de la consultora política Zuban Córdoba analiza el panorama de cara a las elecciones legislativas de octubre y reflexiona sobre el arraigo o el desgaste del consenso democrático en la sociedad argentina.

 

Por Manuel Barrientos

 

'El Poder Judicial le ha conferido a Cristina Fernández una segunda oportunidad de centralismo político. Sin dudas, va a ser la gran electora de las candidaturas del peronismo', señala el analista político Gustavo Córdoba en diálogo con Cuatro Palabras. 

Director de la prestigiosa consultora Zuban Córdoba y magister en Comunicación Política de la Universidad Austral, analiza los datos de su última encuesta, que revela una Argentina fracturada: mientras el 53% de los encuestados considera culpable a la expresidenta y sostiene que debería ir presa, un 46,5% desconfía del accionar de la justicia y cree que actuó de manera deshonesta. De todas formas, Córdoba explica que 'aún es muy temprano para hacer análisis del impacto de la condena en la intención de voto, deberíamos esperar que decante la situación'.

 

-En estudios anteriores, registraban también que una mayoría considera al Gobierno de Milei con un autoritarismo creciente. ¿La gente podría votar igual por el oficialismo aunque lo considerara autoritario?

-Hay una doble mirada de ese fenómeno. Por ejemplo, si se lo mira en referencia a la autoridad que tuvieron la presidencia de Fernando de la Rúa o Alberto Fernández, donde había una especie de vacío de autoridad, por las internas, por la personalidad del líder o por el motivo que fuera, con Milei eso no pasa. No hay dudas de que entre él y la decisión no hay problemas. Ese ejercicio de autoridad hace que mucha gente adhiera a esa ejecutividad y ocupamiento del poder. El problema es que, a veces, hay una tendencia al autoritarismo y el Gobierno excede los marcos democráticos y va con discursos estigmatizantes, violentos, cargados de odio. Como la idea de borrar al enemigo, eliminarlo o proscribirlo, que es una lógica más propia de dictaduras o de imperios sin democracia. Ahí sí se observa un autoritarismo que está emparentado con un sentimiento antidemocrático que responde a grupos minoritarios de la sociedad argentina -que siempre los hubo- que prefieren ir por ese lugar de la historia.

-¿Hasta qué punto la democracia sigue siendo valorada por la sociedad argentina?

-La democracia es valorada por la sociedad argentina, pero en los últimos tiempos hay ciertos discursos, como el de las extremas derechas, que necesitan relativizarla y buscan convencer a la ciudadanía de que, en realidad, los multimillonarios necesitan la desregulación y la baja de impuestos para que ellos sean felices. Ese discurso se ha impregnado muy fuertemente y ha generado una tremenda desilusión en la democracia, porque el multimillonario con una regulación u otra sigue ganando plata y la concentración de la riqueza ha aumentado. Pero en estos regímenes la concentración de la riqueza se da con mayor gravedad y aceleración que en los sistemas democráticos, o en los sistemas que hay contrapesos desde el Estado al funcionamiento del capitalismo. En ese punto hay que detenerse, porque la democracia requiere de cuidados, de equilibrios en el poder, de que se pueda acceder libremente a la información pública. Y este Gobierno está negando todos estos aspectos de forma sistemática. Hoy este sentimiento democrático al que la sociedad argentina adhiere en términos mayoritarios está en suspenso, porque hay un discurso que baja desde arriba todos los días, por acción o por omisión, que está vendiendo algo muy distinto a la democracia. Está vendiendo una autocracia, algo que no requiere de la autorización o el consenso popular. El planteo es que hay que delegarles el poder y ser sumisos y eso no es una democracia. Es todo lo contrario.

-En muchas de las encuestas que vienen realizando se registran polarizaciones en la mayoría de los temas. ¿Hay algunos ejes que logran romper con ese binarismo?

-La polarización en la Argentina es un hecho y la ratificación de la condena a Cristina ha aumentado la polarización. Puede ser una buena o una mala noticia, pero lo que no se puede hacer es negar este dato. Puede ser una mala noticia para los que venden el centro y la moderación, porque por el momento no tiene mucho sentido ir por ese camino. El Poder Judicial, que ha roto el equilibrio de los tres poderes del Estado, le ha conferido a Cristina Fernández una segunda oportunidad de centralismo político. Los enfrentamientos internos, los cuestionamientos, obraban como un desgaste natural sobre su figura, pero con esta condena Cristina recupera ese centralismo y ha aniquilado la interna y ha recuperado el poder. Sin dudas, va a ser la gran electora de las candidaturas. Así que el sistema político argentino va a tener Cristina por un tiempo más. Hay que entender que el peronismo tiene una posibilidad y si sabe aprovecharla podrá tener un porcentaje electoral importante en octubre y de cara a las presidenciales de 2027. Pero es un desafío enorme integrar tantas voces internas, tantas tribus, tantos grupos que últimamente no estaban juntos. Y la conducción nacional siempre fue cuestionada por su AMBA centrismo o porteñocentrismo. Es un desafío cómo se integran los peronismos del interior, que suelen ser más conservadores y moderados que el peronismo de la provincia de Buenos Aires, por ejemplo.

-¿Cómo podría recuperarse la vitalidad democrática?

-El intento de magnicidio de Cristina marcó un punto de inflexión en el consenso democrático que regía de manera tácita la vida política argentina. Ese consenso ya no existe más y este sería un momento para pensar y debatir un nuevo consenso, que integre por ejemplo el modo de elección de los jueces, ya que el Consejo de la Magistratura no ha sido un mecanismo eficaz para ese propósito, sino todo lo contrario. También habría que pensar una reforma política, ver dónde está la línea en el que las reglas del sistema se imponen. Es decir, desde qué punto uno puede agredir a otro político y qué temas no admiten agresiones. Evaluar también cuáles deberían ser nuestras políticas de Estado. Es vital tener un acuerdo mínimo sobre las reglas de juego, porque si nos regimos por el Gobierno, que plantea que hay que eliminar al que piensa distinto, no va a quedar nadie en pie y será una sociedad invivible desde una perspectiva democrática.

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