'Néstor Kirchner logró el superávit fiscal con crecimiento, obra pública y empleo'

A catorce años de la muerte de Néstor Kirchner, Walter Abarca, ex secretario privado del presidente, compartió recuerdos inéditos de la Casa Rosada. En una entrevista con Cuatro Palabras, destacó la capacidad de diálogo, la visión política y el carisma de Kirchner. Además, recordó la importancia que el dirigente de Santa Cruz le daba a la administración de los fondos públicos y al superávit fiscal para impulsar el crecimiento económico con obra pública y pleno empleo. 'Desde la muerte de Néstor hasta acá hemos perdido la capacidad transgresora y la capacidad de debate. Néstor siempre decía, todos somos portadores de una verdad relativa y a través del debate podemos llegar a una idea superadora', dijo.
Transcurría el año 2000, el peronismo había perdido las elecciones presidenciales, gobernaba La Alianza hacía apenas 6 meses y el dirigente peronista Carlos Kunkel invitó a un grupo de jóvenes universitarios que formaban parte de los centros de estudiantes del interior a conocer al gobernador de Santa Cruz e invitarlo a una peña que tenían en la ciudad de La Plata. La cita se dio en un café cercano a Retiro, donde Néstor Kirchner paso dos horas y media charlando de política con los jóvenes bonaerenses. 'Néstor Kirchner era gobernador de una provincia, pero tenía la humildad de sentarse a discutir de política con quien quisiera escucharlo, no le importaba si eran cinco o cientos de personas, les hablaba con las mismas convicciones y les contaba su visión de país', asegura Walter Abarca en diálogo con este medio.
-¿Qué tenía Néstor que lo hacía distinto del resto de los dirigentes políticos?
-En términos futbolísticos, Néstor es el Messi de este siglo. Como Perón lo fue en el siglo pasado. Tenía la convicción de cuál era el modelo de desarrollo que quería para la Argentina. Cuando andábamos en la campaña 2001-2002 él hablaba del crecimiento económico que tenía que tener el país. Siempre nos decía, tenemos que tener cinco mil millones de pesos de superávit fiscal, eso lo vamos a traer en un fuerte plan de obra pública que genere un movimiento en la economía para crecer y distribuir. Ese era su modelo, alcanzar un 50/50 entre el capital y el trabajo. Siempre me quedó muy presente que en el año 2004 le anuncian que habíamos tenido 4800 millones de pesos de superávit fiscal y con eso se anunció el Plan Federal I de viviendas, de diez mil viviendas, que no solo cubrían el déficit habitacional sino que venían mover la rueda de la economía, porque trabajan los corralones, los albañiles, y eso genera un crecimiento económico. Durante los cuatro años el Gobierno creció a tasa del 8%, a tasa china. Y distribuyó, bajó la pobreza, la indigencia. Y un dato no menor, sobre todo en tiempos en los que Milei hace alarde del superávit fiscal, la Argentina de Néstor Kirchner tuvo superávit fiscal.
-¿Creés que parte del problema del kirchnerismo fue no sostener esta idea?
-Creo que son algunas de las contradicciones que tenemos dentro de nuestro espacio, claramente. Esas diferencias se profundizaron después de su muerte. Cuando escuchás a ministros de Néstor como Julio De Vido, por ejemplo, o Guillermo Moreo, marcan esto. En nuestro espacio hay dirigentes que creen otra cosa, que hay que distribuir para poder crecer, tienen miedo a ajustar ciertos sectores, o al manejo de los fondos públicos. Néstor siempre hablaba de la administración de los fondos públicos, lo hacía como si fuesen los propios. Todos los días a las tres de la tarde veía los números y llevaba la paridad del dólar en función de que la economía argentina fuese competitiva frente a Brasil. Fue una de las grandes banderas de Néstor.
-¿Cuántas horas pasaban en Casa Rosada?
-Muchas. Yo todo el día porque era el responsable del despacho. Kirchner con dos de sus secretarios privados se iban a Olivos, almorzaban, dormía media hora de siesta, caminaba nueve kilómetros todos los días, se pegaba un baño y volvía a Casa Rosada fresco como una lechuga a las cuatro de la tarde y se quedaba hasta las once de la noche. Yo estaba desde las siete de la mañana hasta las once de la noche todos los días.
-En alguna nota decís que era calentón, ¿qué cosas lo sacaban?
-Era una persona de una enorme sensibilidad. Buscaba mucho el contacto personal porque percibía qué era lo que la gente estaba sintiendo, cuando lo abrazaban fuerte, le hablaban al oído, prestaba mucha atención a esos mensajes. Cuando le daban una cartita, volvía, la leía, comentaba que le habían pedido tal cosa, los llamaba para citarlos. Una relación con su pueblo que hasta ese momento no se había visto en un presidente de la nación.
Recuerdo anécdotas en las que volvía de algún municipio, la gente le planteaba que la carne está cara, las tarifas de energía, y buscaba resolverlo. A cada lugar donde iba, prestaba atención a la problemática del lugar.
-¿Cómo era con los suyos y cómo era con la oposición?
-Era alguien de mucho diálogo. Néstor no institucionalizó un pacto social pero lo llevaba a la práctica todos los días. La agenda oficial era hasta las once de la noche. Tomaba café con cuanto dirigente social, político, económico quisiera pasar por Casa Rosada para charlar sobre el futuro de Argentina. He visto dueños de medios, periodistas, dirigentes políticos de la oposición. Cuando él planteó la transversalidad y terminó acordando con sectores importantes del radicalismo, era una clara muestra de la apertura que tenía para con la oposición o con todos aquellos que quisieran acompañarlo en una visión de país.
Respecto a los propios, cada vez que hago una nota lo aclaro, Julio Bárbaro -un dirigente de capital- dijo que Néstor Kircher era agresivo y le pegaba a los secretarios. Fui testigo presencial. Eramos un equipo de trabajo, cuatro secretarios y él. Compartíamos muchas horas. Ya sabíamos cuando llegaba enojado o qué día podíamos hacer un chiste, pero también había reglas de juego. Al que se equivocaba, le hacíamos manteada. Por supuesto no le hacíamos malnteada al presidente de la Nación. Pero él se sumaba cuando nos equivocábamos en alguna situación. Como se acostumbraba en la secundaria, en los cumpleaños. Era algo amistoso. Yo perdí a mi viejo cuando tenía veinticinco años, y Kirchner fue mi segundo padre. Llegar a Casa de Gobierno y charlar con él de mi situación económica, personal, era algo cotidiano.
-¿Qué cosas no estaban permitidas para cualquier persona de su entorno, secretarios, ministros?
-La farandulización de la política. Siempre decía, tengan en cuenta que esta alfombra roja no les da poder, y son la cara visible del presidente.
Todos los años en Casa Rosada se organizaba una fiesta en un yate y los empleados pasaban una noche celebrando así. Cuando recién habíamos ingresado, en el 2003, salió en los diarios que se estaba organizando, y Kirchner nos preguntó '¿ustedes tienen algo que ver con esto?'. Obviamente que le dijimos que no, pero además les aconsejamos a los organizadores que al presidente no le gustaban ese tipo de cosas. Obviamente la fiesta no se hizo.
-¿Recordás algo que decía permanentemente, que te haya marcado?
-Nosotros siempre hablábamos en nombre de él, y nos decía 'tené en cuenta que sos la cara del presidente'. Lo remarcaba. También decía que éramos personas comunes con enorme responsabilidad.
-¿Qué perdió Argentina con la muerte de Néstor?
-Se perdió un líder nato. Un conductor. Al peronismo le ha costado y le sigue costando encontrar un líder de las características de Néstor. Sus problemas de salud no fueron casualidad, dejó su vida. Seguimos sin poder encontrar un Néstor Kirchner que pueda tomar esas banderas, ese modelo económico y poder reeditar ese tiempo. Tengo esperanza, porque fue una utopía, pero ya lo hicimos.
-Para volver a tener un Néstor se necesita que esa persona tenga capacidad transgresora, fue un rasgo clave de su personalidad, de su forma de hacer política; ¿ves eso en los nuevos dirigentes?
-Coincido. Pero lamentablemente es lo que nos falta. Desde la muerte de Néstor hasta acá hemos perdido la capacidad transgresora y la capacidad de debate. Néstor siempre decía, todos somos portadores de una verdad relativa y a través del debate podemos llegar a una idea superadora. Y la política en general a partir de la pandemia se cerró al debate. Los grandes frentes políticos se transformaron en franquicias, y no en partidos que forman dirigentes en cada rincón de la Argentina que puedan discutir una visión de desarrollo.
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