'Somos hilos de vida que formamos una gran trama'

ENTREVISTA A ELENA URRETAVIZCAYA
Por sus clases pasaron más de cinco mil alumnos. Muchos de ellos siguen en contacto con ella. Otros recuerdan la apertura y el puente que les tendió con la literatura. A lo largo de más de una hora revive sus comienzos, recuerda esos rostros jóvenes y habla de los libros que adora leer en voz alta. A través de su amistad con Haydée Lombardi, el personaje de Perfumada noche, y una figura clave en la vida de Haroldo Conti, Elena Urretavizcaya desarrolló una conexión profunda con la obra del autor, que aquí relata.
Por Martina Dentella
Apenas comienza la charla dice sobre sus alumnos: 'A veces paso tiempo sin verlos. Se acercan a saludarme, quizás cambian su aspecto, y puedo contarte cómo los reconozco: con tanta cantidad de años y de alumnos se hace difícil. La sonrisa la reconozco, pero sobre todo la expresión de los ojos. De algunos recuerdo nombre y apellido y de otros solo esa expresión. Estando en el curso, uno conversa con ellos y esa gestualidad te dice mucho de lo que están pensando. Les digo mis alumnos, no me gusta decirles ex. Ex es un prefijo que trae distancia, es algo que fue, y está fuertemente convencionalizado en la actualidad. Se habla mucho de los ex. Pero yo no tengo ex, son vivos, son presentes'.
-¿Por qué elegiste ser docente?
-Se fue dando. Ingresé a la Escuela Normal, un poco tal vez por sugerencia familiar. Estaba rodeada de docentes. Mi madre lo era, pero tengo tía docente, tío docente. En mi casa se respiraba escuela. Cuando llegamos al momento de pasar del ciclo básico a cuarto año, cambia el plan de estudios y nos avisan que no vamos a ser maestras, que íbamos a ser bachilleres con orientación pedagógica. Fue un momento de mucha incertidumbre. Y cuando nos recibimos, una compañera tuvo la idea de armar el escudo de la institución con un signo de interrogación sobre distintos tonos de verde. Fuimos a pedir autorización, no nos íbamos a colgar algo sin el permiso correspondiente. Le explicamos que el signo de pregunta tenía que ver con ese 'ir hacia el futuro', con no tener bien claro todavía cómo va a ser; y el verde, la esperanza. Pero Echeverría nos contestó: 'Chicas, tienen razón, ustedes no saben de qué se reciben'. Nos captó perfecto. No sabíamos qué éramos.
-Fue una rebeldía pero con autorización…
-Sí, pero él nos aplaudió la idea. Y no solo eso. Cuando la Escuela Normal hace una revista, entre las insignias más significativas, aparece nuestro escudo. Porque era la síntesis de lo que estaba sucediendo.
-¿Y cómo continuó tu carrera?
-Empecé a trabajar a los dieciocho, yo todavía no era docente, otras profesoras me invitaron a formar un equipo docente y preparar alumnos que rendían materias. Y me enganché. Era mi primer trabajo. Me podía ganar unos pesos. Con el tiempo no podían compatibilizar con otras tareas y quedé sola. Después empecé a trabajar en mi casa de forma particular.
En paralelo hice los dos años del Normal Superior, me gusta, y noto un gusto sobre todo por las letras. Me invitaron a hacer una suplencia en la Escuela Católica de quince días y terminé nueve años. Me retiré cuando empecé a hacer el profesorado de Castellano, Literatura e Historia, mientras trabajaba en otros lugares. Y para esto ya estaba casada, fue un sacrificio muy grande, pero considero que valía la pena. Luego dejé el primario, y me dediqué al nivel secundario.
-Manuel Barrientos publicó una nota en la Revista Haroldo en la que Julieta Pederzzoli recuerda que leyó por primera vez a Haroldo Conti gracias a que les acercaste sus cuentos sobre Chacabuco y la novela Alrededor de la jaula, ¿cómo es tu historia con Conti?
-No era una exclusividad mía tratar a Haroldo Conti, muchas compañeras mías trabajaban con sus cuentos. Yo tengo una historia un tanto personal y muy querida con su familia.
-Contamelá…
-Qué dirías si te cuento que recién nacida me fue a visitar a la clínica de Tabassi -ubicada en la calle Almirante Brown- la señorita Haydée Lombardi, de Perfumada noche. Ella era muy amiga de mi mamá. Yo conozco el patio de los canteros elevados desde mi niñez.
Haydée fue maestra de la escuela donde mamá se inició, y después fue directora. Pero el afecto de las dos fue para toda la vida. Todos los años que paso en Chacabuco fue con un presente a saludarme el día de mi cumpleaños. Muy cercana. En octubre de 1996, que mi hijo tomaba la comunión me llamó. Creo que fue la última vez que hablamos por teléfono.
Mi madre conoció a Haroldo Conti, él era religioso, estaba en el seminario. Ellas se quedaban trabajando y preparando una muestra en el patio de la Escuela, él paso a buscar a Haydée y entró con la sotana. Las encontró con un despliegue de papeles, hojas y pintura para escenificar una exposición religiosa. Mamá contaba que Haroldo tomó la sotana, se la anudó en la cintura, se agachó y se puso a pintar con ellas.
Haydée es un personaje de cuentos. No te podés imaginar la dulzura, la cultura, la lectura que había en esa mujer. Siempre vivió en la casa donde hoy está la confitería Loft. Yo podría dibujar la casa, porque iba mucho.
-¿Cómo se vivió la desaparición de Haroldo en tu casa?
-Fueron épocas muy difíciles en la vida de este país. Haroldo llegó a nuestra vida desde la familia, desde la amistad. Haydée siempre nos contaba, sé cómo la familia se preocupó en su momento.
Las dos películas que hay hechas sobre él te dan conocimiento de esa figura transparente.
Lo destaco como persona, como ser humano. La literatura la he enmarcado siempre con la historia, con la geografía, la época en la que le tocó vivir al escritor. Yo he entrado en su literatura propiamente dicha. Yo venía dando a Haroldo Conti desde siempre. No hay palabras para pensar su desaparición, llega muy profundo.
Yo soy nacida de Chacabuco y hace 71 años que estoy acá y no me he ido. Soy de Chacabuco, como decía él. Somos hilos de vida que formamos una gran trama.
-¿Qué estás leyendo?
-Para la literatura soy variada y libre. Lo mismo hacía en la escuela. Yo me he 'escapado' de mi vida familiar para invitar a mis alumnos a trabajar en otros horarios porque se nos daba la gana. Hacíamos actividades que nos gustaban, pero no influían en la calificación. No traían ningún rédito. La escuela seguía su curso. Nadie lo había pedido. Nadie lo pagaba tampoco. Pero traigo este cuento porque con la literatura soy igual, leo mucho la realidad, a veces en el periodismo impreso, y en internet. Leo de aquí y leo del mundo.
Siempre he leído sola. Pero antes de la pandemia, tenía ganas de comprarme un libro. Estábamos en Buenos Aires con mi esposo. Me senté en un banquito afuera de una librería para buscar en internet autores contemporáneos latinoamericanos. Leila Guerriero, leo. De Junín. Entro a la librería y encuentro a Opus Gelber.
-Adoro cómo escribe, pero me molesta que critique su ciudad, el pueblo…
-Yo la juzgo por su escritura. Pero eso habla de un desagradecimiento. Por poquito que sea, siempre algo recibís de tu ciudad.
-Volvé…
-Me compré Opus Gelber, me quedé con el libro en la mano. Pero estaba con mi esposo. A nosotros nos gusta tomar café, tomamos mucho. Fuimos a una confitería pero no había diarios. Cuando hay diarios la vida está salvada en una pareja. A mi esposo le gusta.
Él no tenía nada. Yo no me quería enfrascar y perder el contacto. Entonces puse toda mi picardía y le dije: '¿No te gustaría que yo leyera un poquito en voz alta?'. Empecé a leer. En otro momento me preguntó si podía leer un poco más. Me convertí en una lectura de voz alta.
Llegó la pandemia y teníamos que organizar la vida. Caminábamos adentro de la casa, y otro tiempo lo dedicamos a leer. Al poco tiempo era como una radio, entonces no era justo, y empezamos a hacer un capítulo cada uno. Está muy bien escrito, por momentos no sabés si es una entrevista o una novela de las mejores.
La literatura es mi terapia, es mi descanso. Leer, estudiar, cocinar, cantar, me gusta. Y con mi marido somos una pareja en voz alta.
Otro autor que me gusta es Hernán Ronsino.
-Otro autor de la zona…
-Sí, fui a la librería El Ateneo para buscar un libro sobre el arte de la palabra. Pero no me gustan los libros de autoayuda, para nada. Ni la técnica ni el método, chau. Entonces fui a la sección de novedades. Había una tapa con pajaritos, que me hicieron acordar a unas ilustraciones de un libro de la escuela primaria. Inmediatamente pensé en alguien que quiero mucho, que ha sido mi alumna, que trabajó porque se le dio la gana y profundizamos la relación. Es cantante lírica y cuando tenemos tiempo me da clases de canto. Pensé en comprárselo. Ví 'Una música' y pensé en ella. Pensé que teorizaba sobre la música. Pero lo abro y era una novela. Comienza con la muerte del padre del protagonista. Tomo el libro y le digo a mi esposo: 'me lo llevo para mí'. Y soy sincera, hice un acuerdo con la vida, la estaba pasando muy mal. Sabía que me iba a ayudar a pasar el momento, porque había perdido una persona con la que comentaba los libros, de mucha actualidad. Leer es como acercarse a los seres queridos.
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