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'Soy feliz sólo con levantarme y reconocerme en el espejo"

13/10/2024
'Soy feliz sólo con levantarme y reconocerme en el espejo"

Historia de vida

Por Sonia Elisabeth Rubino 

 

Las diferentes profesiones nos van definiendo como personas. El tiempo que llevamos forjando una vida, una familia, una historia, tiene mucho que ver con las páginas de ese libro que vamos escribiendo nada más ni nada menos que viviendo.

Un referente, Carlos Barbieri, más conocido por Carlin, nos espera en su taller al que llama, su segundo hogar.

¿Cuánto hace que está en el rubro de la metalúrgica?

'Desde 1969 que entré a trabajar en la metalúrgica Gribaudo hasta el año 1986 que fue cuando se rompió la relación laboral y tuve que salir.

Fue el fallecimiento repentino de don Víctor Gribaudo lo que me empujó para ponerme solo y dejarle a mi familia, de alguna manera, un futuro. Si no hubiera pasado, yo estaría tal vez trabajando en la firma.

Pero las cosas se dieron así y de ahí me puse a trabajar acá por mi cuenta junto con mis hijos.'

¿Tenía alguna experiencia cuando comenzó? 

'¡No! Entré a trabajar en la fundición, hasta que cerró y se dedicó a los galpones y con eso estuve trabajando en la empresa en calle Carlos Pellegrini  y después cuando se trasladó a ruta 7'

¿Su relación era puramente jefe-empleado?

'Para nada, éramos muy amigos, te diría casi familia. Había 100 empleados y todos muy compañeros porque don Víctor tenía esa impronta de ser uno más, al punto de entrar cada lunes cargando a uno u otro por los partidos del domingo. Cuando él falleció, en noviembre del 83  yo seguí con ellos un tiempo más como encargado hasta que por una cuestión de principios me desvinculé de los herederos que siguieron dirigiendo la fábrica.

 De todas formas, la idea de poner un taller por mi cuenta la tuve siempre.'

¿Y después?

 'Me vinieron a buscar de la firma Belingueres-Gonzales y estuve 7 meses con ellos hasta que me independicé. La experiencia que nosotros adquirimos con Gribaudo fue importante porque ahí se hacían muchos galpones y eso lo trasladé a mi empresa. Nos dedicamos a las cabreadas y columnas diferentes para que no haya problemas.

.Ahora ya no hacemos galpones, estoy trabajando con mi hijo y nos ayuda uno de mis nietos que viene medio día. Vendemos hierro, chapas, perfiles y todo lo que sea zinguería. De alguna manera, cumplí mi sueño.

¿Ya tenía el lugar físico? ¿El galpón?

'Tenía el terreno baldío, pelado.. Y digamos que era una época complicada, era el gobierno de Alfonsín. Como ninguno de mis hijos quiso estudiar siguieron conmigo.

Ahora el mayor de ellos ya tiene su taller por cuenta y el segundo también hace trabajos parecidos. Se independizaron'

¿Se da cuenta que generó trabajo para su familia?

'Si. El único que está permanente con nosotros es el más chico. Toda la familia quiere que trabaje menos y ya va a llegar el momento. Ya no hago lo que hacía 10 años atrás pero sigo a la par de ellos, me siento cómodo trabajando, me siento feliz. Esto es mi vida, eso ahí adentro, esa es mi segunda casa, y si tuviera que elegir, haría lo mismo que ahora seguramente.

Repito, ponerme por mi cuenta, me obligó de alguna manera el fallecimiento de Gribaudo porque si hubiese seguido vivo seguiría con él. ¡Tenía una mentalidad, él era un adelantado en la época.! Había un centenar trabajando ahí adentro y éramos amigos  más allá de jefe y empleados.

Yo viajaba con él en auto o en avión. Cuando salíamos en auto para hacer los trabajos íbamos en su Mercedes Benz y llegando a Rafael Obligado me daba el volante y el se tiraba el asiento para atrás y se dormía. También me estaba enseñando a manejar el avión. Porque íbamos a tomar medidas para hacer los galpones y se viajaba muchísimo. Se trabajó bastante tiempo en AGD. Allí se hicieron grandes tinglados.

¡Había absoluta confianza entre nosotros! ¡Éramos muy compañeros!

Siempre había mucho por hacer, era una empresa muy importante. Por el año del 75 al 80, yo no sé si había otra fábrica que hacía los galpones que hacía Gribaudo, era muy famoso, tenía vendedores en la mayoría de los pueblos de acá de la zona.

Hay que tener en cuenta que se necesita mucha gente para este trabajo, y la parte humana es muy importante, se trabaja mejor y el trabajo es de calidad cuando hay armonía en el clima laboral.'

¿Usted aprendió a la par de un gran jefe?

'Yo creo que nos fuimos haciendo juntos, aprendiendo, tanto él como en ese momento el ingeniero Ventimiglia, el ingeniero Mori, Pepe Rubino. Nos fuimos formando como un equipo. No había un jefe, había una especie de igualdad. Entonces aprendíamos todos a la vez. íbamos tratando de modernizarse, de hacer las cosas de manera inteligente.

Cuando nos vinimos para acá, yo no pensaba hacer galpones, hasta que un día viene don Salvador Paterno a pedir presupuesto. Tuve mis dudas pero así empecé, y después de hacerlo, ya no paramos, hasta en Buenos Aires hemos estado trabajando.

La muerte súbita de Don Víctor fue fuerte y nos dejó un gran legado, tenía mucha empatía y eso ayuda para seguir en el rubro y con tantas ganas por hacer lo que hacemos. Es muy importante la parte humana, la confianza a la hora de delegar y eso también es parte del oficio.

Era uno más de la cuadrilla, no me canso de decirlo y se quedaba hasta cualquier hora para terminar los trabajos. Un compañerismo que contagia. Y lo hacíamos felices, aún cansados o lejos de casa.

Es una lástima porque se vino abajo una industria que ya le digo tenía muchos empleados y se trabajaba feliz porque él era uno más.

Había veces que nosotros entrábamos a trabajar a las 6 de la mañana, de 6 a 12 y de 14 a 18 hs. Trabajamos por convenio para no trabajar el sábado y una hora mas era una hora extra. Cuando teníamos que cargar todas las cosas a veces nos quedamos hasta la 1 de la mañana terminando los trabajos y cargando. El se quedaba con nosotros haciendo unos choripanes. Cuando terminamos de cargar él comía junto con nosotros y al otro día a las 6 de la mañana cuando llegábamos él ya estaba.'

¿Siente que don Víctor lo marcó, de alguna manera?

Yo empecé a trabajar de muy chiquito, iba a la escuela, trabajé en un almacén, trabajé en un taller de chapa y pintura, en un taller mecánico y le ayudaba a mi papá. Cuidábamos la secada acá enfrente, en el galpón de Busso y Miori. Tengo la conducta del trabajo. Mi papá era un italiano, de esos que trabajaba de sol a sol. Tuve la suerte de poder estudiar 3 años en el colegio industrial después no pude seguir pero me sirvieron mucho..

Pero trabajar a la par de él me ayudó mas aún."

¿Se considera un apasionado de su trabajo?

'Se nota ¿no? Tengo 74 años y estoy agradecido con lo que hago y gracias a Dios trabajo no falta.

Soy feliz haciendo lo que hago, aunque en casa me piden que deje o haga menos. Yo trato de estar a la par. Hemos dormido en un camión, debajo de un camión, con frío o con calor pero éramos felices, conformes y siempre aprendiendo.

Cuando estuvimos armando las torres de noria con Gribaudo . ¡Ahí sí que pasamos frío! Eso fue en Córdoba, en la aceitera AGD.

¡Un invierno crudísimo en el 83!'

 

 

Cuando el trabajo se transforma en pasión

'De a poco voy delegando funciones, agarrar menos trabajo, porque es mediodía y empiezan a llamar. Son las 6 de la tarde y siguen llamando. No sirven los carteles de CERRADO. En casa atiendo gente, vamos de vacaciones y llaman. 

¡Hasta los domingos! Tendría que cerrar y apagar el teléfono, pero si por ahí  llaman por algo personal, importante, no se puede estar desconectados de todos.

Lo que muchos no entienden es que si estoy en casa no me cuesta nada darle una mano a quien necesita algo del taller.

El trabajo también de alguna manera va más allá, dignifica te hace sentir que todavía estás en el sistema, que uno es útil a la sociedad.

A mí lo que me encanta es que vengan hasta arquitectos buscando la experiencia que uno tiene.'

¿En una época ustedes hicieron galpones?

'¡Si! Galpones o tinglados y también hangares a las empresas 'El Buho' y 'Pampa de los Guanacos' 

¿Tiene empleados permanentes acá? 

'No, en ese momento la gente que había trabajado junto con nosotros en Gribaudo, habían hecho una cuadrilla para armar lo que se hacía acá. Es decir, fabricados por partes, se lo llevábamos a la obra y ellos lo armaban. Era una especie de grupo de trabajo, un equipo pues se necesita mucha gente.

Teníamos un sistema de trabajo que nos gustaba y había que respetar para que las cosas salgan bien.

Pero después tuvimos problemas cuando aparecieron los planes, los muchachos, no todos, pero algunos se dormían, no venían y no se puede hacer un equipo cuando sabes que te puede faltar personal.

¡Es increíble cómo se complica cuando falta una persona en el equipo para armar un galpón!

Se  tiene que subir y bajar y eso nos condiciona de manera importante.

Y también cuando se soldaba con electrodos, muchos me cuestionaban eso, que para qué sacarle la escoria. si total después la pintura tapa todo. Pero después, esa escoria salta y queda el manchón sin pintar.

Así fue que los chicos me dijeron que si quería seguir renegando busque más gente.

Y al final quedamos nosotros solos con los galpones.'

¿Hay Carlín para rato en el taller?

'No sé si tenemos cuerda para rato. Lo digo siempre y mi señora se ríe: Estamos parados en la esquina del hospital con el semáforo en rojo. Si el semáforo se pone en verde seguimos para allá, para el fondo.

O cuando muchos me preguntan cómo estoy les contesto que esta mañana me levanté, me miré en el espejo y me conocí. Eso ya es suficiente porque sabes lo que es que usted se levanta, se mira en el espejo y dice, ¿Y ese quién es? ¡Estamos en el horno!

Tengo mis achaques, mis dolores, es un trabajo bruto. Antes tenía también la parte fina, la de los planos, pero ahora no tanto, porque se cambió mucho.'

¿Alguna anécdota que me quieras contar para terminar?

'¡Cosas lindas, todo lo que se vivió en esa época!

Recuerdo que el dueño de la Sociedad Industrial Argentina me conocía, me contactó mediante sus representantes de STIHL y me vino a buscar para que le armemos un galpón allá en San Luis. Nos habían hecho un container como casilla. Éramos 8 personas.

Yo me levantaba primero para cebar unos mates. Levanto la pava y sentía ruido adentro. Pensé que me habían puesto algo.

Cuando miro tenía un toco de hielo, se había congelado. En Villa Mercedes tuvimos casi 9 grados bajo cero, que es cuando se congeló el agua dentro de la pava, hasta trabajar un día con 40 grados de calor. Estuvimos un año y pico trabajando ahí.

Pero el día que se nos congeló la pava, a las 10 de la mañana ya estábamos trabajando en manga de camisa.

¡Si uno se pone a recordar hay tantas cosas! Llevábamos a un chico que también había trabajado con nosotros en Gribaudo y fue como cocinero a Villa Mercedes. Pero los platos los íbamos a lavar una vez cada uno entonces, ¿qué hizo este?  El primer día hizo un pastel de papa y avisó que pondría una aceituna con el carozo entero. La persona que tenga el carozo arranca lavando los platos y el vago me lo puso a mí pero yo me lo tragué.

¡Eso!'

No se termina una historia de vida en x cantidad de caracteres gracias a Dios. Y tampoco se deja de hacer lo que uno ama de un día para el otro.

La cuestión es dónde pongo lo que me sobra o a qué parte le resto vida.

¡No lo sé!

Lo que puedo asegurar es que tanta vitalidad y pasión por el trabajo nos debería prestar los lugares para contagiar y descubrir cuál es la magia y disfrutar cada momento.

¡Gracias Carlin!

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