Carlos Vita: 'La desaparición de Haroldo no hizo más que agigantar su obra'

El mítico periodista del Bisemanario Chacabuco recuerda la figura de Conti, con quien compartió una amistad a base de cafés, charlas y hasta un caballo de carreras con nombre literario.
Por Sonia Rubino
La tarde se puso oscura pero ya estaba yo ahí, esperando a que Carlos Vita, vecino y periodista de nuestra ciudad nos cuente su paso por la vida de Haroldo Conti. Sus 90 años y algunos problemas de salud de los que se está reponiendo no impidieron que mantenga esa actitud de entrevistador nato.
Caminó unos pasos y volvió con una foto en la mano. Una foto en blanco y negro que con cierto orgullo puso delante mío.Me mira y me pregunta que quiero saber. Lo que te acuerdes, le respondo con un hilo de voz. El hombre que conozco hace tantos años, al que veía con idolatría está justo delante mío y no pude decirle que siempre quise hacer lo que él hacía. Recorría las calles de Chacabuco con su maletín y su paso ansioso, como siempre queriendo llegar a algún lugar para tener la noticia, la foto, la primicia, porque las rotativas no esperan y el bisemanario debe salir en tiempo y forma.
Esa tarde lluviosa me di un permitido y me puse a grabar.
¿Cómo conociste a Haroldo Conti?
Lo conocí cuando solía venir a Chacabuco a visitar al padre, don Pedro Conti. Era un dirigente peronista de cierta cuña, secretario de la Secretaría de Trabajo y Previsión en Chacabuco. Haroldo venía a visitar a Don Pedro a su domicilio de la calle Padre Doglia, donde vivía con su pareja.
¿Eran amigos?
Mantuve con él una estrecha relación de amistad. Yo trabajaba en el bisemanario Chacabuco y varias veces le hice notas relacionadas con su actividad de escritor. Vivía en Buenos Aires y cuando se supo que venía fue una buena noticia, ya era un escritor de alto vuelo y había recibido premios. En 1962 publicó su primera novela Sudeste, que ganó el premio Fabril.
¿Tenía muchos amigos en Chacabuco?
Era una persona amistosa, algunos amigos míos estrecharon una amistad con Haroldo, incluso compramos un caballo de cuadreras que teníamos para carreras locales. Un integrante del grupo, Obdulio Quiroga, tenía a sus padres en un campo en Irala y de ahí trajeron al caballo. En una de esas reuniones nos pusimos a buscar un nombre para el caballo. ¡No podíamos tener un caballo sin nombre! Yo pensaba en Refucilo o algo así, pero él quiso llamarlo Rocinante y así se llamó nuestro caballo.
¿Viajaba en auto?
Solía venir en un Citroën viejo, esos de antes, y en ese auto viajaba a visitar a sus familiares y amigos.
¿Tenían un lugar para reunirse?
Era habitué de la confitería Huracán. Ahí iba a tomar café y era uno de nuestros lugares de encuentro. También tuvo una relación amorosa, un romance que no se conocía, no se supo nunca.
¿Algo así como una novia?
Se puede decir que fue una relación romántica ligera, algo pasajero y cuando venía a Chacabuco también tenía encuentros con esa señorita.
¿Cómo lo recordás?
Como una buena persona, dejó cosas muy buenas. Tengo aquí la foto que fue sacada en la casa de su padre. Me estaba autografiando su libro Sudeste, con una dedicatoria. Yo con el tiempo lo presté y nunca me lo devolvieron. Lo perdí. Hay mucho para contar sobre el escritor chacabuquense Haroldo Conti. Y cosas que ya están escritas, grabadas y publicadas. Su desaparición no hizo más que agigantar su obra y dar jerarquía a su trayectoria. Era un vecino de Chacabuco que encontró en el Delta bonaerense su lugar en el mundo para darle a su pluma la libertad de volar. Mucho de su material está inspirado justo aquí, en su ciudad natal.
El periodista Carlos Vita nos deja como en un suspiro algo de su historia, de su vida y su actitud de volver una y otra vez porque en Chacabuco están sus raíces y aún desaparecido siempre estará volviendo. Dejó huellas imborrables que nadie puede hacer desaparecer. Y vive en la memoria hoy más que nunca a 100 años de su natalicio. Mayo es el mes para conmemorar, el Delta su lugar para dar rienda suelta a su imaginación y Chacabuco el suelo que lo vio nacer y que hoy brinda homenaje al escritor que dejó un vasto legado. ¡Gracias Carlos!
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