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Chinaskis, zenones y eternautas

06/05/2025
Chinaskis, zenones y eternautas

Opinión  / Por Marcelo Chata García 

Si de recordar momentos felices se trata, se nos vienen a la cabeza historias compartidas: con la pareja, los hijos, la familia, encuentros con los amigos, o incluso dejarse llevar por la euforia de las masas en un recital o perderse entre los desconocidos en un viaje al extranjero.  En tiempos en que se alardea de antisocial, las anécdotas que merecen ser contadas vienen del estar con.  Quizá por eso, en su intervención en la Vieja Conexión, el Dr. Chinaski y Pablo Zenón hayan recuperado la 'fiesta', la figura que Galeano opone a la guerra.  El evento, organizado por UTN, reunió a los dos psicoanalistas frente a un numeroso auditorio donde cualquier acto fallido no hubiera pasado desapercibido.  

Desconozco si Sigmund Freud esperaba que su teoría tuviera una vida tan protagónica fuera de la academia y el consultorio.  Alimentó al género policial, dio origen a vanguardias artísticas, y se cuela en las interpretaciones de los personajes públicos.  En nuestro medio, crece como consumo cultural en publicaciones literarias y espectáculos presenciales o virtuales.  Eso contrasta con las movidas académicas tecnócratas y libertarias que desplazan de las currículas a las humanidades, reduciéndolas al manejo de técnicas y test predefinidos.  Algo riesgoso en dos niveles: porque ese mundo de resoluciones técnicas es lo primero que resuelve la inteligencia artificial, y porque en estos tiempos tan inciertos la reflexión por lo humano se vuelve más urgente.

Escuchando a los expositores, es fácil descubrir el desprecio libertario a la teoría psicoanalítica.  En la cosmovisión individualista liberal no hay espacio para la singularidad del 'yo'.  El individuo se encuentra en el mercado, el yo entre las tensiones de los mandatos, la sociedad y su deseo.  'Hay que amarse a uno mismo para amar a los demás', se sostiene con frecuencia; hay que resolver el narcisismo, apuntan los freudianos.  Hay que tomar decisiones basadas en datos e información, obedece el homo economicus; el amor requiere de una ficción, de un engaño, señalan del escenario.  De un lado, se trata de entrenar al humano para separar los ámbitos y tomar decisiones atado a la diáfana guía de las estadísticas; del otro, se avisa que la tensión siempre está presente y al cálculo costo/beneficio –estándar- le opone la creatividad –subjetiva-.  

Está claro que el malestar de la cultura es una sensación tan real que las personas requieren llenarla de sentido.  Y así el psicoanálisis –como teoría humanística antes que como terapéutica- migra de los claustros a los eventos.

No es de extrañar tampoco que algunos sectores libertarios estén intentando impugnar el éxito que tuvo la serie El Eternauta pues contraría toda su batalla cultural.  La serie pone en escena las técnicas más avanzadas de nuestra producción audiovisual; realizada desde una productora privada, pero fruto de años de incentivos estatales para desarrollar esa industria cultural.

De entrada, el lema 'nadie se salva sólo' choca con el individualismo del 'sálvese quien pueda'.  Los personajes recorren ese camino, y los cambios de ánimo que experimentan invitan a creer en los proyectos colectivos.  La triste historia de Héctor Oesterheld y su familia, víctimas del terrorismo de Estado de la última dictadura cívico-militar, barre con la promoción del negacionismo.

Los aspectos contraculturales van más allá.  Frente a las opiniones que muestran la historia Argentina como un siglo de fracasos, la serie recupera: la música del siglo XX, su sensibilidad, su manera de hablar de nosotros; el lenguaje con nuestros juegos de palabras imposibles de traducir al extranjero; los escenarios urbanos remontan por momentos a Made in Lanús; la fotografía rememora lo mejor de nuestros ilustradores con los cuadros que inmortalizara Solano López; los símbolos de nuestra industria nacional y nuestra educación técnica… toda la producción retoma una cadena significante oxidada, dañada, pero reparable.  Algo que nos recuerda nuestros sueños como país, lo invertido en esfuerzo y capital en pos de su desarrollo.  Un hilo de sentido que nos identifica y que la batalla cultural libertaria tira por la borda.

El Eternauta no puede reducirse a un partido, ni a una corriente política.  Es algo mucho más vasto que nos integra.  Su aparición es algo para festejar, y 'nadie festeja solo'.

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