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Cuando lo íntimo se vuelve condena: una mirada desde el Día del Orgullo

27/06/2025
Cuando lo íntimo se vuelve condena: una mirada desde el Día del Orgullo

Opinión / Por Mariano Rato 

 

A veces, lo que más duele no es lo que pasó. Es lo que dijeron que pasó. Lo que se repitió sin saber. Lo que se dijo como si nada, sin medir el daño.

Hace poco se estrenó en Netflix la serie sobre el caso de Nora Dalmaso, la mujer asesinada en su casa de Río Cuarto, Córdoba, en 2006. Más allá del crimen, lo que conmueve —y debería hacernos reflexionar— es lo que ocurrió después: cómo se habló de ella, cómo se invadió su intimidad, cómo se la juzgó más por su sexualidad que por su muerte. Pero sobre todo, cómo se destruyó emocionalmente a su hijo.

Porque mientras ese joven lloraba a su madre, también tuvo que enfrentar otra pérdida: la de su derecho a la privacidad. Los medios lo sacaron del clóset, lo expusieron públicamente, lo convirtieron en objeto de rumores, de prejuicios, de sospechas.
Eso también fue violencia. Una violencia silenciosa, pero brutal. Una violencia que deja marcas.

Y no es un caso aislado. A lo largo del tiempo, muchas personas —especialmente adolescentes y jóvenes— han sido empujadas a revelar aspectos íntimos de su identidad por presión social, por miedo a ser descubiertas, por vergüenza o por amenazas. En muchos casos, eso desencadenó crisis profundas, depresiones severas o decisiones trágicas.

Por eso es necesario hablar de esto. Y hacerlo hoy, en el marco del 28 de junio, Día Internacional del Orgullo LGBTQ+. Esta fecha recuerda la revuelta de Stonewall, en Nueva York, en 1969, cuando un grupo de personas trans, gays y lesbianas se rebelaron contra los abusos policiales. Ese día marcó el inicio visible de una lucha que lleva décadas: la lucha por la dignidad, la igualdad y el derecho a ser quienes somos.

Desde entonces, se han logrado muchos avances. Pero todavía falta mucho.

Todavía hay chicos y chicas que sienten miedo de decir quiénes son.
Todavía hay personas que se esconden para amar o para vestirse como desean.
Todavía hay familias que prefieren el silencio a la aceptación.
Y todavía hay discursos públicos —sí, desde lo más alto— que, con liviandad o ironía, minimizan, desprecian o agreden a quienes no encajan en lo esperado.

Eso no es solo una opinión. Es un mensaje. Y cuando ese mensaje viene de alguien con poder, no es inocente. Porque las palabras tienen peso. Porque lo que se dice desde arriba muchas veces baja como permiso para discriminar, para burlarse, para excluir, para agredir. 

Por eso, hoy más que nunca, es necesario recordar que el lenguaje construye realidades. Que los chistes, los insultos o las frases malintencionadas no son inocentes. Que pueden doler, excluir, dañar. Y que cuando eso se repite, cuando se instala como normal, no estamos viviendo en una sociedad libre: estamos viviendo en una sociedad desigual.

El Orgullo no es solo una fiesta. Es memoria, es resistencia, es comunidad. Es decirle al otro —aunque sea distinto, aunque no lo entiendas—: 'Tu manera de ser no me amenaza. No me molesta. No está de más.'
Y es, sobre todo, un acto de cuidado. De cuidar a quienes están creciendo, a quienes se están buscando, a quienes todavía sienten miedo. Porque nadie debería tener que esconderse para vivir en paz.

*instagram/youtube marianoratopsicologo

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