Cuentos de dinosaurios que entretienen y normalizan las diferencias

Trini Rusconi se reconoce como emprendedora, madre neurodivergente, escritora de cuentos infantiles. Además, trabaja todos los días en una panadería de la ciudad. Tras el diagnóstico de sus hijos, decidió escribir historias para niños con estas características. Creó una serie de cuentos protagonizados por dinosaurios que no solo entretienen, sino que también educan y normalizan las diferencias. Su trabajo tuvo un impacto social y sus cuentos fueron reconocidos por instituciones educativas y gubernamentales, y se han distribuido en escuelas y bibliotecas.
Trini Rusconi es oriunda de 9 de Julio y mamá de dos niños que tienen una discapacidad intelectual. Francesco está dentro del espectro autista, y Sofía tiene una dificultad en el lenguaje.
Hace dos años, cuando se mudaron a Chacabuco, las dificultades de Francesco se hicieron más evidentes. Los maestros de la escuela le comunicaron que tenía problemas para concentrarse y que incluso se escapaba del salón de clases. Al principio, Trini atribuyó estas conductas a la adaptación a un nuevo entorno y a la llegada de su hermana.
Tras consultar con una psicopedagoga, recibieron el primer diagnóstico: trastorno de déficit de atención con hiperactividad. A pesar de este diagnóstico, Trini seguía buscando respuestas. Con el tiempo, y gracias a la evaluación de una neuróloga, se confirmó la sospecha de que Francesco podría estar dentro del espectro autista. Sofía, por su parte, también recibió un diagnóstico que explicaba sus dificultades en el lenguaje.
Trini se enfrentaba a una nueva realidad, y a medida que profundizaba en el mundo de las neurodiversidades, comprendía cada vez más las particularidades de sus hijos.
-¿Cómo sobrellevaste la situación después de recibir el diagnóstico?
-Yo tenía una idea totalmente diferente del autismo, culturalmente -y por mi edad- pensaba que alguien dentro del espectro era alguien que estaba quieto, que no hablaba, que le costaba aprender. Entonces no creía. Luego del test de, y le dan el diagnóstico de síndrome de asperger.
Cuando llega un diagnóstico llega un duelo. Cuando uno es padre o madre -yo fui mamá adolsecente- tenés la idea de que si tenés un varón va a ser un hijo que va a jugar a la pelota, va a andar de acá para allá. Cuando llega el diagnóstico tenés unos desafíos que no te imaginabas. Yo me puse a estudiar un montón, descubrí un mundo y aprendí muchísimo. Me interesé mucho por el tema de la discapacidad. Y en el proceso de duelo, me di cuenta de que 'murió' mi idea que yo tenía de la maternidad, pero mi hijo siempre fue el mismo. Cuando era chico no le gustaba el contacto físico, le gustaba jugar solo, se tornaba agresivo cuando alguien lo molestaba.
Ahora tenía un nombre para su comportamiento.
Y después vino Sofi, mi segunda hija. Y en ella sí hubo señales que pude captar. Su desarrollo fue más tarde que el 'normal', se sentó más tarde, caminó más tarde, y actualmente está empezando a decir algunas palabras. Cuando supe que hay un 70% de porcentaje genético que un hermano tenga el mismo diagnóstico, la llevo a la neuróloga. Como era muy chica para diagnosticarla, empieza un tratamiento de terapia ocupacional. Hay que hacerle un test de autismo a mi hija, pero hay tiempo.
-Escribiste tres cuentos, ¿cómo fue el proceso?
-Arranqué hace casi un año. Con todo el proceso del diagnóstico y el duelo. Notaba que mi hijo estaba en segundo grado y no se interesaba por leer ni escribir. Entonces pensé en armarle un cuento con algo que a él le fascina, que son los dinosaurios. El dinosaurio de lentes azules es mi hijo Francesco, Pancho. En el libro lo describo, cuento cómo interactúa con el mundo, por qué es especial, por qué tiene los mismos derechos del resto, y destaco que hay que enriquecer las diferencias. Lo armé en un día, y se lo mostré. Fue a la escuela y estuvo toda la semana volviendo loca a la señorita con el cuento. La seño me preguntó si podía ir a contárselos a todos. A los chicos les encantó. Cuando vi el recibimiento de los chicos me di cuenta que tenía que hacerlo. También los directivos de la Escuela 3 me impulsaron, me dijeron que era muy lindo, que tenía las herramientas y eso me inspiró. Me apoyaron totalmente. Entonces me di cuenta que también tenía que hacerle un cuento a mi hija, Sofía.
-¿Siempre te gustó escribir?
-Sí, de chica escribía. Luego lo dejé en la adolescencia, por otras fascinaciones. Pero todo arrancó como un cuento para dormir y se fue transformando. Nunca supe cómo llegó esto a boca del gobierno local, pero he recibido mucho apoyo de Laura Mansilla, de Julieta Pederzoli, de Micaela Olivetto. Hicimos la primera presentación en mayo en la Casa de la Cultura, y fue muchísima gente. No lo esperaba. Empezó a escalar más. Fui a la Feria del Libro de Santa Fe. En el interior del país cambia mucho la cuestión cultural en relación a la discapacidad.
-¿Cuál es el ida y vuelta con los chicos del jardín?
-Es algo que destaco mucho, cuando doy charlas los chicos tienen el tema re naturalizado, no hay que subestimarlos cuando les damos contenido. Hay que enfocarnos en darles buenos materiales.
-¿Cómo llegó la escritura del tercer cuento?
-El tercero es Pancho y la lluvia de estrellas que es una secuela del primero. Habla de una aventura de Pancho, y yo trato de abordar la problemática de fuegos artificiales a fin de año. Cuento que Pancho tiene temor a un cambio de rutina, porque es algo que necesitan. Él está acostumbrado al cielo estático, y cuando una estrella se mueve, eso cambia, y le genera nerviosismo. Pero tiene la ayuda de sus amigos Leo y Alf, que están inspirados en León y Alfonso, dos compañeritos de Fran. Trato de tocar la realidad, obviamente a través de la fantasía.
-Recibiste un reconocimiento, ¿cómo lo viviste?
-Laura Mansilla se comunicó después de la presentación del libró, y me dijo que lo querían reconocer 'de interés legislativo' en el Concejo Deliberante, me sorprendió y le dije que sí. Luego recibí el llamado de Micaela Olivetto, para declararlo de interés legislativo en la legislatura bonaerense. No me lo imaginaba. Hace una semana me entregaron 150 ejemplares de mis primeros cuentos para entregar a instituciones educativas.
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