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DOROTHEA Y EL MAR

10/11/2024
DOROTHEA Y EL MAR

contratapa 

Por Jorge Barrientos 

 

Cuando vamos a la playa, con Cecilia aprovechamos para caminar sobre la arena húmeda. Siempre hemos andado bastante, pero ahora, ya mayores, lo hacemos también por recomendación médica. 

 

En esas caminatas playeras, año a año, hay muchas personas que se repiten y que se te hacen conocidas, aunque no sepas quiénes son. Eso fue lo que nos pasó con Dorothea. 

 

En el balneario San Javier, una bronceada anciana, cuando el sol ya no era tan fuerte, diariamente llegaba a la playa y el bañero calvo la acompañaba hasta el mar. Juntos encanastaban sus brazos para superar las primeras olas hasta que ella flotaba y empezaba a nadar, mientras él se quedaba cerca, expectante.

 

Por una entrevista de Fernando Soriano en Infobae (del 19 de septiembre de 2019) supe que esa mujer había nacido en Breme, Alemania, y al momento de la nota estaba a punto de cumplir los 107 años. Manteniendo una vitalidad juvenil atemporal y sonriente le respondió al periodista: 'Todos los días, todos los años, aunque llueva o haga frío, siempre el agua. No puedo vivir sin el mar'. También decía: 'Siempre bebo varios sorbos de agua de mar, todos los días, cura todas las enfermedades'. 

 

Dorothea había llegado con su esposo a Argentina en 1956, sobreviviendo a las bombas, las balas y las enfermedades de las dos guerras mundiales. Instalados en Buenos Aires, oscilaron sus vacaciones entre Pinamar y Villa Gesell, hasta que terminó ganando la primera. Tuvo dos hijos, cinco nietos, once bisnietos y aprendió a usar la computadora a los 90 años para mandarle mail a sus familiares. En la misma nota, Dorothea se quejaba de los constantes daños que el hombre le hace a la naturaleza. Mirando hacia el mar, concluía: 'Siempre me gustó el agua y nadar. Y más en el mar, por las olas. El mar es mi vida, es mi hermano'. 

 

El último año que fuimos a la playa, en las caminatas de los atardeceres no encontrábamos a Dorothea, pero sí al bañero calvo. Nos acercamos para preguntarle por ella. Con tristeza comentó que antes de la pandemia había ido a Chile a visitar a familiares, pero ya no volvió. Falleció en Santiago, lejos del mar, a los 110 años. 

 

-Mire -señaló el bañero- ese señor mayor que está entrando al mar, es el hijo de Dorothea.

 

Ahora, con mi imaginación, vuelvo a caminar junto a Cecilia por la playa y me pregunto: aunque los expertos no lo hayan revelado como un hábito para lograr la longevidad, además de las caminatas, ¿no habría que beber sorbos de agua de mar?

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