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El síndrome de Doña Florinda

17/03/2025
El síndrome de Doña Florinda

salud  / Por Mariano Rato 

Doña Florinda, con su porte cuidado y su aspiración a una clase social superior, es un claro ejemplo de cómo la imagen puede pesar más que la realidad. Viuda de un marino, viste a su hijo Kiko como si encarnara ese pasado naval, dotándolo de una identidad elevada dentro de la vecindad. A pesar de compartir el mismo entorno humilde que sus vecinos, se esfuerza por diferenciarse: se expresa con formalidad, procura proyectar un aire de refinamiento y descalifica a quienes consideran inferiores. Su mayor desprecio se dirige hacia Don Ramón, un hombre desempleado, desaliñado y despreocupado, con quien, paradójicamente, comparte la misma condición social. En contraste, su admiración se centra en el Profesor Girafales, un docente de modales preferido que representa para ella la posibilidad de vincularse a un mundo más prestigioso.

Esta contradicción entre el desprecio hacia sus iguales y la fascinación por quienes consideran superiores ilustra lo que Rafael Ton dio en llamar el 'síndrome de Doña Florinda': ??la tendencia a identificarse con una clase social superior, adoptando actitudes discriminatorias frente a quienes comparten la misma realidad. Esta autoimagen aspiracional funciona como un mecanismo de autoafirmación, pues al vincularse –aunque sea de forma simbólica– con figuras que representan el saber y la sofisticación, como el Profesor Girafales, refuerza la idea de que ella y su hijo pertenecen a un círculo elevado.

Sin embargo, este fenómeno no es simplemente el deseo individual de ascender socialmente, sino una estrategia históricamente impuesta por los grupos de poder. Las élites han logrado establecer modelos de conducta, símbolos y valores que se perciben como legítimos indicadores de estatus. En este esquema, quienes adoptan esos signos externos –ya sea en la vestimenta, el lenguaje o las relaciones sociales– creen que pueden diferenciarse de su verdadera clase y acercarse a un sector privilegiado. Así, la discriminación de Doña Florinda hacia Don Ramón no es solo una cuestión personal, sino un reflejo de cómo las desigualdades se sostienen a través de la internalización de estas jerarquías. Su rechazo se basa en la ilusión de que la aspiración y la apariencia pueden modificar su posición, aunque en términos prácticos siga viviendo en la misma vecindad y enfrentando las mismas limitaciones que los demás.

El 'síndrome de Doña Florinda' es, en esencia, una paradoja: cuanto más se intenta negar la propia clase, más se refuerzan las divisiones dentro de ella. Este mecanismo no solo genera rechazo entre pares, sino que también perpetúa un sistema en el que las diferencias reales entre los sectores populares son mínimas, mientras que las simbólicas se agrandan artificialmente. Se trata de una estrategia eficaz de control social, que fragmenta a los sectores menos privilegiados y los hace competir entre sí, en lugar de cuestionar las estructuras de poder que realmente los mantienen en esa posición.

Esta reflexión resulta especialmente significativa para quienes crecieron con El Chavo del 8, ya que la serie, a través de sus personajes caricaturescos, ofrece una crítica sutil pero profunda de las dinámicas sociales. El análisis del 'síndrome de Doña Florinda' no solo muestra cómo se reproducen estereotipos y prejuicios, sino que también cuestiona la legitimidad de un estatus basado en la ilusión de la diferencia. Al reconocer que las distinciones de clase son, en gran medida, construcciones ideológicas, se abre la posibilidad de repensar y desmantelar esos muros simbólicos que dividen y limitan la cohesión social.

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