La dificultad de elegir

Por Gustavo Porfiri
La aparición de grandes acontecimientos al mismo tiempo nos pone ante la encrucijada de decidir cuál es el más importante para abordar en una columna semanal. Por caso, por estas horas tenemos un inminente conflicto de magnitudes desconocidas entre Israel, el Líbano, Turquía, y hasta quizá Irán. En paralelo, lo que sucede en Estados Unidos, con su novelesca campaña presidencial. Tampoco es menor lo que acaba de pasar con las elecciones presidenciales en Venezuela. Zelensky apurando los tiempos para poner fin a una guerra que hasta ayer él mismo quería estirar por siempre, y hay varios asuntos más… Sin embargo, antes de recurrir al método de tirar la moneda, nos parece que la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de París 2024 está en el primer podio de este descalabro creciente que nos presenta el escenario internacional.
Los Juegos Olímpicos, uno de los eventos deportivos y mediáticos más importante a escala mundial, siempre estuvieron cruzados por cuestiones políticas, económicas y geopolíticas. Con el regreso de la guerra a Europa, presentada como entre Ucrania y Rusia, aunque hace rato es entre la OTAN y Rusia, y amenaza con extenderse, más la crisis económica latente, estos Juegos París 2024 no son una excepción. Para algunos blasfemia, para otros ofensa, para otros falta de respeto, para otros inoportunismo, y para casi todos innecesario, ese es el arco de impresiones que ha dejado la representación artística de la 'La última cena', el mural original que Leonardo da Vinci plasmó a finales del siglo XV en el convento dominico de Santa Maria delle Grazie, en Milán, y? declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1980.?
La puesta en escena en cuestión ha abierto el debate entre miles de millones de personas en el mundo, cristianas y no cristianas, y de diferentes afiliaciones ideológicas, superando la imaginable irritación de las derechas ligadas a los valores religiosos. De hecho, el líder de la izquierda radical francesa, Jean-Lúc Mélenchon, se preguntó en X: '¿Por qué arriesgarse a herir a los creyentes? ¡Incluso cuando seamos anticlericales! Esa noche estábamos hablando con el mundo. Entre los mil millones de cristianos que hay en el mundo, ¿cuántas personas valientes y honestas a quienes la fe les ayuda a vivir y saben participar en la vida de todos, sin molestar a nadie?'. Desde otro lugar, bastante más alejado, y no sólo en lo geográfico, Viacheslav Volodin, presidente de la Duma (cámara baja del Parlamento ruso) aseguró que el evento que abrió la cita deportiva en la capital francesa pasará a la historia como 'una vergüenza para Francia'. 'Las imágenes difundidas por Internet demuestran la completa degradación de la sociedad europea', escribió Volodin en su canal de Telegram. 'Profanaron la Biblia y ofendieron nuestros sentimientos, los sentimientos de los cristianos de todo el mundo. Lograron confundir a los países participantes, obligaron a los atletas en contra de su voluntad a participar en todo esto bajo una lluvia torrencial e izaron una bandera olímpica ´patas arriba´', añadió el legislador.
Más aclaran, más oscurecen
En tanto, el Comité Olímpico Internacional (COI) publicó una declaración tras el comunicado que emitió la organización en relación a la polémica desatada. 'El COI ha tomado nota y agradece la aclaración dada por el Comité Organizador de París 2024 en relación a la ceremonia de apertura. Ellos reiteran que su intención ha sido siempre celebrar la comunión y la tolerancia. El Comité Organizador también dijo que sí alguna persona se sintió ofendida por ciertas escenas, esto fue completamente sin intención y se sentían apenados', concluyó. Es interesante observar a los señores del COI hablar de 'comunión y tolerancia', cuando este organismo se ha convertido en un factor político de alto impacto. Basta con ver a los atletas rusos y bielorrusos competir representando a una 'bandera neutral', ya que sus países de origen están excluidos de las competencias, aunque Ucrania o Israel pueden intervenir como si se tratase de las naciones más inocentes, pulcras y neutrales del planeta.
Otro aspecto con al que el COI debería prestar más atención es la decisión del gobierno francés de prohibir a las atletas francesas llevar el velo. Si bien la medida fue anunciada en septiembre del año pasado por la Ministra de Deportes, Amélie Oudéa-Castera, su aplicación pone de relieve el carácter profundamente discriminatorio de una política que equivale a excluir a las mujeres de la competición a causa de sus creencias. El atleta Sounkamba Sylla, seleccionado para los Juegos Olímpicos en la carrera de relevos 4x400, denunció esta medida a través de una publicación en Instagram: "Estás seleccionado para los Juegos Olímpicos, organizados en tu país, pero no puedes participar en la ceremonia de apertura porque llevas un pañuelo en la cabeza".
En fin, ya vemos cómo los Juegos Olímpicos mantienen su característica de estar impregnados por intereses mucho menos nobles que los altos valores que se supone deben prevalecer en un acontecimiento que debería colaborar con el entendimiento, el acercamiento y la armonía entre los pueblos a través de las disciplinas deportivas, una dimensión, en principio, exenta de las mezquindades humanas.
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