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La inflación y la sangre

16/03/2025
La inflación y la sangre

Contratapa / Por Manuel Barrientos 

 

Dieciséis muertos por la catástrofe climática en Bahía Blanca. Cientos de familias perdieron todo: casas, bienes, autos. Recuerdos hechos fotos, cartas, cuadernos escolares. Trenes y camiones que allá van, cargados de toneladas de solidaridad. 

La Cámara de Diputados vota por unanimidad la emergencia ambiental, económica y habitacional en Bahìa Blanca y las zonas aledañas. Minutos después, en el recinto todo estalla. Un legislador de La Libertad Avanza reparte piñas a su ex jefe de bloque para levantarlo de la banca y romper el quórum. Quiere evitar que se constituya la Comisión de Juicio Político que podría investigar al Presidente de la Nación por la megaestafa de $Libra. Las legisladoras del mismo partido se insultan, se arrojan agua.

En la plaza, la tensión escala. Las fuerzas de seguridad reprimen a manifestantes con gases lacrimógenos, camiones hidrantes y balas de goma. Un policía empuja a una mujer jubilada, de 81 años. Cae de espaldas, la nuca contra el pavimento. Un oficial de Gendarmerìa dispara un cartucho de gas lacrimógeno contra un reportero gráfico. Un grupo de fotógrafos lo socorren, termina en el hospital en estado reservado. 

El dispositivo mediático intenta normalizar y justificar el despliegue represivo. Provocaciones, barrabravas, violencia. Somos la civilización contra la barbarie. Una senadora bonaerense sintetiza la mirada oficial: "No importa si es fotógrafo o cualquier otra cosa. En términos procedimentales es un daño colateral en un enfrentamiento de las fuerzas del orden con delincuentes armados. Punto". 

Las víctimas son daños colaterales (ya ni siquiera 'efectos no deseados') del combate por un orden que no se negocia. Vidas que penden de un hilo, cada vez más delgado. Horas más tarde, las pruebas desnudan el discurso gubernamental. 

El supuesto orden macroeconómico (aquello que todo lo justifica) también se resquebraja. La inflación de febrero fue de 2,4% y todo indica que será mayor en marzo. Hubo un alza del 3,7% en el rubro de vivienda, electricidad, gas y agua. Y subieron 3,2% los alimentos y bebidas no alcohólicas. El Presidente explica que el problema fue la suba de la carne -una variable que debería apartarse de la ecuación real- y que ya pronto bajará, no este mes, pero sí en el siguiente. O en el otro.

El Banco Central vende dólares -474 millones el viernes- para prolongar la bicicleta financiera. Las reservas son cada vez menores y crecen las operaciones de cobertura ante una devaluación inminente. El Gobierno fuga hacia adelante. La próxima parada es un acuerdo con el FMI, que dé la posibilidad de seguir pedaleando, al menos hasta las elecciones. Malabaristas con cada vez menos naranjas en el aire, en un atardecer agitado y urgente.

Un sector se aferra a la esperanza, siente que es el último cartucho, una tabla de madera en alta mar. La mayoría oscila entre la desesperación y la desesperanza. Parece un juego de palabras, pero no lo es: marca la diferencia entre la urgencia de quien ya no puede esperar y la desilusión de quien ya nada ni a nadie espera. Los referentes de la oposición y  del sindicalismo navegan entre la dilación y la impotencia.

Los problemas profundos siguen ahí, en un país que golpea a los jubilados para reprimir sus ingresos. Que elimina la moratoria previsional, mientras quita impuestos a los bienes personales y los consumos de lujo. Que financia importaciones para bajar costos, a riesgo de destruir empleos.

La casta, la de verdad, observa y se oculta. Hay consenso de que el país gasta más dólares de los que produce. Pero las mineras pagan impuestos bajos por medio de declaraciones juradas que nadie controla. La producción extractiva genera, al mismo tiempo, fuga de divisas y catástrofes climáticas como las de Bahía Blanca. Las razones de la crisis son cada vez más evidentes, aunque también cada vez más invisibles. El debate por el modelo de crecimiento no entra en la agenda pública.

Futbolistas salen con banderas de apoyo al fotógrafo Pablo Grillo. Muchos se acercan ante los pedidos de donación de sangre. Las redes de solidaridad por Bahía Blanca siguen activas: colchones, alimentos no perecederos, agua mineral, elementos de limpieza pasan de mano en mano. Son intentos de amortiguar y abrazar esa ausencia de pasado y de presente. De decir, acá estamos para ayudarlos a construir un pedazo de esperanza. Hay sectores de la sociedad expectantes, dispuestas a sumarse a un proyecto colectivo que las convoque a trabajar por el futuro de este territorio extenso llamado Argentina.  

 

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