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"La nobleza de la madera es la que nos relata historias a través del tiempo"

17/11/2024
"La nobleza de la madera es la que nos relata historias a través del tiempo"

Quien tuvo la suerte de adquirir los servicios de un carpintero de oficio sabe que las generaciones que vendrán les van a dar utilidad y decoro a muchos muebles heredados de abuelos y bisabuelos porque su fidelidad, firmeza y aroma nunca mueren. Y ahí está la belleza de cortar, pulir, colar, prensar, y armar lo que luego guardará ajuares y momentos, vestidos y un camino recorrido, cartas bien cuidadas, atadas con cinta roja en uno de los cajones de aquel ropero de la abuela que también ayudó a su mamá a guardar las camisas del buen anciano, el vestido de novia hecho a mano y esas fotos de su casamiento, en blanco y negro y atrapadas en una caja de zapatos.

¿Por qué hago esta introducción?

 

Porque es difícil encontrar una buena carpintería, o más de una para elegir. Las cosas vienen preensambladas y listas para colocar en una tarde.

 

Crecí entre la viruta y el ruido de la garlopa, la sierra y el serrucho. Leí mis libros preferidos con esa música de fondo que debo reconocer, es molesta pero te acostumbras a sus ruidos.

 

Mi padre era carpintero, mi abuelo también lo fue y en cada generación se veía el abismo.

 

Los tiempos siguen cambiando. las herramientas no son pesadas y antiguas, ruidosas y grandes.

 

Y la profesión de crear, de bucear entre la madera y hacer de ella un pedazo de hogar sigue camino a ser reemplazada por compras virtuales, cajas que viajan embaladas y se arman según las instrucciones sin que haga falta la mano idónea. No hay que tener mucho ojo para tomar medidas. Recuerdo a mi padre con el metro en el bolsillo y detrás de su oreja, el lápiz de carpintero, gordo, con punta ancha y que hasta que no quedaba muy chiquito nadie reemplaza porque creo que ese lápiz cobraba vida al imaginar y dibujar el proyecto que más tarde sería mueble o abertura, testigos de la historia de una familia, su crecimiento, sus pérdidas y sus recuerdos.

 

Mi abuelo, me dicen, fue un gran carpintero. Partió muy jóven y mi padre que tenía la música como proyecto heredó las herramientas y también la responsabilidad de seguir sus pasos a temprana edad.

 

No los tengo a ninguno de los dos para que me cuenten su secreto, aunque he vivido parte de mi vida rodeada de aserrín, sustos por algún corte, olor a madera y cola.

 

Miguel Passarela, de profesión carpintero, nos cuenta cómo es vivir de eso que eligió siendo muy chico.

 

¿A qué edad comenzaste?

 

'A los 12 años, después de hacer la primaria era la típica. Estudiar o trabajar y así fue que aprendí un oficio que para mí hoy es como un estudio. 

 

¿Dónde trabajaste?

 

'Comencé en la carpintería de Gorrese en las calles Padre Doglia y 12 de  Febrero. Ahí estuve tres años, hasta que los muchachos cerraron, y pasé con José Errico, un hombre que hacía puertas y ventanas en la calle Jujuy. Fue hasta los 18 años que me salvé del servicio militar y empecé en una carpintería muy grande ubicada en calles 25 Mayo y Gutiérrez. Su dueño era de Buenos Aires y aprendí a hacer allí, muebles de estilo. Éramos 20 empleados.

 

Después fui pasando por distintas carpinterías y empecé a largarme solo, despacito'

 

¿Y luego?

 

'En un momento me sale una oportunidad de entrar a la cooperativa de cooperativas para fabricar ataúdes por intermedio del contador que era Carlos Scocco.

 

A los dos años me pusieron como encargado. Para mí era como hacer un mueble más, porque yo empezaba de la madera de abajo pero hubo gente a la que fuimos a buscar para este trabajo y no quería saber nada.

 

Me sentí satisfecho porque cuando salí de ahí, dejé un grupo de pibes que aprendieron a trabajar. Eran casi todos chicos y los saqué de la calle.'

 

¿Tu profesión no viene de familia?

 

'No, mi papá era camionero y mi mamá enfermera. A mí me gustaba de chiquito andar con martillo, clavo y alguna madera. Fue una cosa que me gustó siempre y el oficio te tiene que gustar para aprenderlo y lo aprendes dentro de un galpón. Barriendo, lijando, haciendo mandados.

 

Después me fui relacionando con gente y hasta hace un año atrás trabajé para una mueblería de Buenos Aires en La Recoleta.'

 

¿Te parece que esta profesión desaparece?

 

'Quedamos pocos, el carpintero verdaderamente de madera, con todas las máquinas, un tupí, una garlopa, una cepilladora, toda completa habremos 6 o 7. Salieron muchos chicos a la palestra ahora que hacen melamina pero eso no tiene nada que ver con la carpintería de madera. Armar un mueble de melamina lo arma cualquiera porque lo pone en internet y un chico que más o menos se da cuenta lo hace. Pero la madera en sí tiene todo un proceso que se va aprendiendo. Y detrás de nuestra generación ya no viene nadie.

 

Antiguamente se preparaba la chapa para enchapar, había que hacer todo un proceso. Es un trabajo al que tenés que hacerlo con cuidado porque las máquinas son todas peligrosas hasta la más pava que es la lijadora te puede cortar un dedo. Si te agarras con el tupi te podes cortar todos los dedos. ¡Hay que pagar derecho de piso!

 

Es una lástima porque con el tiempo se va a ir perdiendo. Cuando vos empezás de chico vas viendo cómo trabaja el otro. El mueble es una imaginación en tu cabeza. A  mí me traen un mueble para hacer, yo me lo tengo que imaginar como lo tengo que ir cortando. No tengo que desperdiciar madera. Porque también está el desperdicio. Que eso no te lo paga nadie.

 

Es experiencia.'

 

¿Aprendiste con buenos maestros?

 

'¡Si! Cuando estábamos en la 25 de Mayo y Gutiérrez, había un hombre que era encargado y muy estricto. Pero era un tipo que te enseñaba a trabajar, que te explicaba y así te iba llevando. Tuve gente al lado que me fue marcando los pasos, maestros como Obdulio Musa, Reverberi, José Errico y Pedro Biscotti entre otros. Pedro sigue despuntando un poco el vicio, porque le hace bien a la cabeza. A este oficio yo lo uso como un trabajo pero para algunas personas es un hobby.'

 

¿Es caro tener una carpintería?

 

'Debe ser el oficio más caro por eso hoy se impuso la melamina, porque con una sola 

 

máquina cortan y en 10 minutos te armaron un mueble. En una carpintería dejabas mil pies de madera. Hoy se compra lo necesario porque es muy cara. Ahora viene secada a horno. Antes se secaba, se entablillaba y se dejaba por un tiempo, entonces se hacía la cadena.

 

Hoy día por ahí se compra un tirante para tener, por si te viene algún laburo.'

 

¿Esta profesión va de la mano del lustrador?

 

 '¡Si! Yo los conecto con el lustrador mío. Después de ahí la gente hace lo que quiere. El lustrador desaparece más rápido que nosotros. Ellos tienden a desaparecer por el tema de los vapores entre otras cosas"

 

¿Alguna otra carpintería importante en Chacabuco?

 

'Acá estaba 'La Metálica' y de ahí salieron muchos buenos carpinteros. Aparte de metálica era carpintería de madera.

 

Los muebleros de Buenos Aires, buscaban gente del interior porque es más completa.  Fabricaban acá, venía el flete y lo cargaba y se iba directamente al lustre. Nadie podía ver el mueble, eran muy celosos del producto. Se lustraba y salía de ahí a la casa del dueño.'

 

¿Volverías a elegir esta profesión?

 

'Sí, sí, porque me encanta, lo disfruté y disfruto siempre y le agradezco a mis viejos que me dieron la libertad de elegir.

 

Yo prefería estar encerrado dentro de un galpón que en la escuela. Mis padres me dijeron  que elija un oficio y ahí nomás, arranqué carpintería.

 

En la escuela profesional que empezaron a dar clases de carpintería estaba el profesor Zlatar que me decía: Che, pibe, ¿por qué no te anotas en la escuela?  Y yo le contestaba que a mi me gustaba andar en la calle pero como en un año me daban el diploma empecé a ir y terminé.

 

Trabajando con la cooperativa me dicen que si yo tenía algún título me lo reconocían en el sueldo. ¡Tenía razón don Zlatar!'

 

Es una historia de vida más donde el protagonista es un apasionado de su profesión. Hay mucho más que quedó en el tintero, tal vez para otra nota, tal vez no. Pero debo reconocer de cada uno de ellos, hacer del trabajo una manera de ser feliz además del sustento de cada día.

 

Aquellos que a través del tiempo son quienes armonizan el sudor con la buena energía y hacen camino al andar.

 

¡Gracias Miguel!

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