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La sonrisa de Foucault

27/05/2025
La sonrisa de Foucault

Contratapa Por Marcelo Chata García 

En 1998, Richard Sennett publicaba La corrosión del carácter: las consecuencias personales del trabajo en el nuevo capitalismo.  Allí expone la forma en que el neoliberalismo transformaba las relaciones laborales, desindicalizando los puestos de trabajo y reduciendo las burocracias.  El resultado: la pérdida de la seguridad laboral y el pase a la flexibilización, la exigencia de estar siempre abiertos al cambio y a asumir riesgos.  Al tiempo, el discurso se encargó de invertir la carga de la prueba y sostener que los centennials son jóvenes cuyas expectativas no se ajustan a estar ligados a un trabajo rutinario y permanecer en la empresa mucho tiempo.  De hecho, ninguno de mis estudiantes de la universidad se imagina jubilándose luego de trabajar durante 35 años en la misma empresa.  Foucault esgrimiría una sonrisa sarcástica, los mecanismos de disciplinamiento han sido eficientes.

La pérdida del trabajo como punto seguro tiene su peso psíquico; la inestabilidad, los cambios continuos, el volver a inventarse, las mudanzas, los bajones económicos tras años de prosperidad, los intentos fallidos, atentan con la programación de la vida y las relaciones familiares.  Y si la realidad va a ser esa, mejor adaptarse y tomarlo como una continua aventura donde no está permitido envejecer, es decir, creer que ya se llegó a puerto seguro.  Aun cuando eso se lleve de pelos con la transición biológica.

El carácter, observaba Sennett, proviene de lo que consideramos éticamente deseable en la vida, la posibilidad de proyectar objetivos a largo plazo, y también la manera en que interactuamos con los demás y queremos ser reconocidos por ellos.  Las redes sociales han instalado una nueva dimensión en la realidad que es la virtual, donde las interrelaciones se vuelven simulacro, un marketing personal más que un conocimiento profundo del otro.  Aun así, sería tan sólo un dato de color si la vida comunitaria siguiera siendo un punto de encuentro y construcción colectiva.  Pero no.

La Encuesta Mundial sobre Valores muestra que a menor seguridad humana -entendida como estar libre de carencias, inseguridad e indignidad- las personas tienen menos confianza en los demás, en las instituciones y en ser dueño de desarrollar sus propios proyectos (actuación personal).  Eso trae como consecuencia menos compromiso en acciones colectivas, como las necesarias para mitigar el cambio climático.  Pensemos, por ejemplo, el reciclaje o minimizar los consumos de energía, si creemos que el resto no colabora lo más probable es que consideremos innecesario hacer nosotros un esfuerzo.  Esto se retroalimenta.

En ese sentido, la inestabilidad laboral y económica corroe la vida comunitaria.  Algo que se profundiza con la instalación desde el poder de un discurso cargado de agresividad, insulto, violencia y desprecio.  Se mira para otro lado frente a las situaciones críticas, o, peor aún, se considera culpable al pobre por su situación de manera tal de legitimar su exclusión social.  Los espacios públicos –espacios de encuentro, de convivencia- se vuelven más tensos y precarios.  Hay una apuesta a lo antisocial, al encierro, a los lugares exclusivos, a la individualización.  Cuando se diga que las nuevas generaciones prefieren el disfrute individual al bienestar social, Foucault volverá a sonreír.

Hay un estudio del Centro de Estudios Distributivos, Laborales y Sociales (CEDLAS), perteneciente a la Facultad de Economía de la UNLP, '¿Tiempos difíciles, actitudes difíciles? El efecto de las recesiones económicas en las normas sociales', de Berniell, Gasparini, Marchionni y Viollaz que concluye que 'un aumento en el desempleo está asociado a opiniones más conservadoras sobre los roles de género en el mercado laboral'.  Las crisis afectan el respaldo social a los logros progresistas, a los derechos ganados, porque nos enfrenta, busca chivos expiatorios, regenera la identificación en grupos que buscan excluir a otros de los menores espacios económicos a los que se puede acceder.

Las estadísticas internacionales también muestran que a menores recursos materiales y educativos, se está menos dispuesto a involucrarse en política y a participar en las selecciones.  Quizá por eso le preocupa tan poco a ciertos sectores políticos el aumento de la pobreza, la precarización educativa y el ausentismo electoral.  Garantizan el status quo.  Foucault ya empezaría a preocuparse.

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