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Lágrimas de neo liberal

08/04/2025
Lágrimas de neo liberal

Contratapa  / Por Marcelo Chata García 

La discusión es antigua y puede remontarse a la disputa entre mercantilistas y fisiócratas en el siglo XVIII europeo.  A finales del XIX, los ingleses promovieron el librecambio como doctrina para el comercio internacional.  Que cada país se especialice en la producción de aquello para lo que era más eficiente.  Claro, Gran Bretaña había sido el primero en experimentar una revolución industrial y eso le permitía: desalentar otras industrializaciones, conseguir alimentos y materias primas más baratos, y colocar sus productos industrializados.  Para eso tuvo que vencer la resistencia interna de sus agricultores, incapaces de competir con otras zonas del mundo como nuestras llanuras; y direccionar sus capitales y poder para abrir los mercados internacionales.  De aquellas épocas viene el concepto de repúblicas bananeras y de granero del mundo.  

Encontró la oposición de la escuela económica alemana que promovió el proteccionismo como estrategia para desarrollar una industrialización tardía evitando la competencia internacional.  También la doctrina Monroe en EE.UU. -'américa para los americanos'-, tendiente a asegurar su zona de influencia.  Como bien documentó Chiaramonte, esa discusión tuvo impacto en la Argentina de finales del XIX y principios del XX promovida por algunos industriales que pretendían un apoyo más decisivo del Estado para desarrollar su producción.

Sin embargo, el liberalismo sostuvo su hegemonía hasta la crisis del '30, cuando el quiebre de la bolsa de Wall Street, en un capitalismo interconectado, esparció sus efectos por todos lados.  Los países tomaron políticas proteccionistas, autárquicas y de negociaciones unilaterales, lo que generó más tensiones.  Hubo que esperar hasta el final de la Segunda Guerra Mundial para que el nuevo orden mundial, recostado en políticas keynesianas y organismos multilaterales, le diera al capitalismo un marco regulado para 35 años de crecimiento.

Hacia 1980 el neo liberalismo comenzó a ganar espacio en los principales países del mundo con su propuesta de desmantelar las regulaciones estatales que pudieran trabar el comercio internacional y asegurar la libre circulación del capital.  La disolución del espacio soviético en los '90 y la integración de los viejos y nuevos países del bloque a la economía capitalista generaron lo que se llamó globalización: un planeta integrado en la economía liberal de mercado.

Esa globalización despertó movimientos críticos, pues más allá de su promesa de crecimiento económico, y del aumento del comercio internacional verdaderamente logrado, su desenvolvimiento implicó trastocar el orden anterior, arrastrando la forma de vida de muchos sectores de la población mundial.  El Estado de Bienestar keynesiano, que garantizaba derechos culturales, civiles y económicos comenzó a desmantelarse, desfinanciarse y volverse débil frente a las corporaciones y el capital financiero.  La producción industrial a escala se reconfiguró en países asiáticos con menos controles sindicales, y desplegó cadenas de suministros internacionales donde la producción de valor agregado y tecnológico se concentró en ciertos países.  La tecnología de la información y los paraísos fiscales facilitaron la circulación del capital lejos del control de los Estados (léases, de las poblaciones, que perdieron control soberano sobre sus mayores empresas, sobre la utilización de los recursos naturales, de su preservación, o de la distribución de los excedentes económicos).

El globo, tan liviano como volátil, se reventó.  La ironía fue doble.  No fue por los movimientos de izquierda que exigían un orden más igualitario, con mayor control de la población sobre los recursos, y mejor cuidado del planeta.  Se dio por derecha, promovido por quienes rechazan los movimientos migratorios que naturalmente siguen la reterritorialización de la producción y de los capitales buscando trabajo, y entre aquellos que sostienen que la opulencia actual sólo debe ser para quienes sean capaces de encontrar su lugar.  

La otro ironía es que la desregulación estatal promovida por los neo liberales terminó beneficiando a las economías planificadas de Asia, que acumularon industria y tecnología, mientras que EE.UU. acumulaba deuda y déficit.  Los aranceles a la importación de Trump marcan el fin de esa utopía neoliberal y de la globalización.  Anuncian desajustes, conflictos y reestructuraciones en un contexto cargado de incertidumbre.  La sumisión de nuestro presidente pone en evidencia que no lo guía una ideología libertaria, sino un entreguismo que lo ponga bajo el paraguas de la gran potencia.  Y ahí quedó como pollito mojado el gran león, junto a todos nosotros.

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