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La inauguración del Centro Universitario de Chacabuco, que se llevó a cabo este lunes, marca un antes y un después en la apertura de oportunidades educativas para nuestra ciudad. Además, sienta un precedente superador de cómo salir con propuestas creativas de las coyunturas en la que suele quedar atrapado el condicionado poder estadual municipal, por sus limitaciones presupuestarias y por el forcejeo de la política partidaria. Por supuesto que nos hubiese gustado ver concretado el proyecto del edificio de la UTN en un sector cedido por los ferrocarriles. Pero dependemos de los caprichos circunstanciales del gobierno nacional de turno. Tampoco hubiese estado mal la idea de hacerlo en el predio de los Colegios Secundarios, pero el anterior gobierno local no lo tuvo en su agenda durante más de seis años, y lo planteó como respuesta a la iniciativa del entonces candidato del PJ Dario Golia. Pero como dice el refrán, lo pasado pisado. Ahí, en la esquina de avenida Solís y Olavarría, está sellada la marca de un paso hacia adelante en política educativa de tercer nivel. Con una variedad de propuestas que no sólo dio respuestas a las necesidades de la UTN, sino que también abre un abanico de oportunidades que incluye el Ciclo Básico Común de la UBA. La adecuación edilicia del emblemático edificio significó el aprovechamiento de una infraestructura existente con ubicación estratégica y la decisión de ponerle lo que hacía falta para que en este 2024 se pudieran abrir las puertas. Las imágenes del lunes eran muy elocuentes: el oficialismo local lo vivió con euforia, pero todo el arco opositor también estuvo presente, a pesar de los cuestionamientos que algunos sectores hacen de la educación pública y gratuita. Los hombres pasan, las obras quedan.