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Lo sagrado de la intimidad: entre la exposición y el respeto

10/03/2025
Lo sagrado de la intimidad: entre la exposición y el respeto

Por Mariano Rato 

En los últimos días se ha desatado un encendido debate en torno a la exposición de la vida privada sin consentimiento. En un contexto en el que ya no se distingue con claridad entre lo que debe permanecer reservado y lo que se exhibe en público, vulnerar la intimidad de otros —impulsados ??por la vana búsqueda de notoriedad, la demostración de poder o por simple diversión— se ha convertido en una agresión cotidiana, una violencia silenciosa que hiere la dignidad y desestabiliza el bienestar emocional. Esta problemática no se limita a lo que acontece en redes sociales, sino que se extiende al ámbito cotidiano, donde cada comentario implacable actúa como un ataque directo a la esencia de la persona.

La vulneración de lo íntimo no es simplemente un acto de chusmerio o una crítica pasajera; constituye un atentado que erosiona la confianza, genera ansiedad y deja cicatrices profundas en la autoestima. En ciudades chicas, donde la información se difunde sin filtros y los juicios se convierten en moneda corriente, la exposición de detalles personales se transforma en una herramienta de intimidación que intensifica la sensación de vulnerabilidad y aislamiento. El dolor que produce la violación de la intimidada se manifiesta en la dificultad para volver a confiar en el entorno, creando un ambiente hostil en el que la vida privada queda constantemente amenazada.

Un ejemplo paradigmático de la fragilidad de nuestras normativas se evidencia con el fallo de la Corte Suprema, conocido en algunos círculos como el 'caso Natalia/Google'. En esa ocasión se rechazó la solicitud de eliminar por completo el historial digital de un usuario, lo que desató un intenso debate sobre los límites del 'derecho al olvido' y la protección de la privacidad en la era digital. Este precedente resalta la incertidumbre sobre si las leyes vigentes son suficientes para detener la brutal exposición de lo íntimo o si se requiere una actualización que responda a los nuevos desafíos.

La reflexión que se desprende de estos acontecimientos es ineludible: la agresión a la intimidad, ya sea en el ámbito digital o en la vida cotidiana, no debe entenderse como un mero desliz o una cuestión de vanidad, sino como una violación que atenta contra lo más sagrado del ser humano. Es imperativo preguntarnos si, en un mundo donde la vulnerabilidad se ha normalizado, la justicia y la ética son capaces de ofrecer una protección real. La sociedad debería exigir que se respeten los límites inherentes a la vida privada y que se garantice que cada persona pueda vivir sin el temor constante de ver expuesta su intimidad a merced de una mirada implacable. Se anhela, con una nostalgia preocupante, el estado en el que se podía escribir mensajes, mantener conversaciones telefónicas o personales y transitar ciertos lugares sin el temor de estar siendo grabado, filmado o capturado.

Este debate invita a repensar nuestros mecanismos de protección ya cuestionar si el marco legal actual responde adecuadamente a una realidad en la que cada acción, cada comentario y cada registro digital pueden amplificar el daño de una agresión íntima. La protección de la intimidad no debe ser considerada un lujo o un privilegio, sino un derecho inalienable, fundamental para la convivencia respetuosa y la integridad personal.

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