MAQUINARIA CONTI: EL PAÍS DE CHACABUCO

CONTRATAPA / Por Juliana Chacón
Conti ríe mientras cuenta que fue invitado, en Ecuador , a un encuentro con el presidente. Todos los escritores, entre ellos Juan Rulfo, debían presentarse diciendo su nombre y el país de procedencia. Conti se presentó como un escritor del país de Chacabuco. Nadie conocía aquel país, le dice Conti a Roberto Cuervo, en El retrato postergado de Andrés Cuervo.
La maquinaria Conti mueve engranajes. La configuración de espacios ficcionales es uno de ellos. Dice Conti: '…en la distancia del tiempo, ha adquirido Chacabuco un relieve fantasmal para mí. En realidad, cuando escribo, hablo de ese Chacabuco mío. No es exactamente el Chacabuco que ahora existe […] Para mí, Chacabuco es ese pueblito que relato, describo y, en cierta medida, recupero, aunque lo invento bastante…'. Ese Chacabuco místico, ese Chacabuco otro, se asume como aquel que puede construirse desde el recuerdo.
En La balada del álamo carolina, publicado en 1975, un año antes de su secuestro y desaparición, se encuentran 'Las doce a Bragado', 'Perfumada noche', 'Ad Astra', 'Los caminos', el cuento que le da título al libro, entre otros. En Todos los veranos (1962) ya estaban 'Los novios' y 'Ad Astra'. El primero de ellos, también forma parte de la edición de Con otra gente (1967).
A lo largo de su vida, Conti escribe relatos que se sitúan en la misma espacialidad. Personajes como Pelice, la tía Haydeé, el tío Agustín, el padre Doglia, reaparecen en distintas historias. Como si Conti tramara a lo largo de su literatura un pueblo fantasmal en el que los personajes se cruzan una y otra vez. El narrador, escritor en muchos casos, asume la perspectiva del recuerdo, confuso a veces, superponiendo tiempos y lugares que son y ya no son a la vez. l
'…en días así, digo, cierro los ojos y veo ese largo camino polvoriento del verano que se extiende hasta el horizonte como un río seco bajo el sol. Es el camino de tierra entre Chacabuco y Bragado…', dice el sobrino del tío Agustín en 'Las doce a Bragado'. Y también: 'Aquella suave pero insistente permanencia de las cosas, luego de tantos años y tantos cambios y tanto y tanto, recuperó por un momento ese firme presente de mi infancia, sin sombra ni pesos, errante edad de mi pueblo'. El recuerdo se construye a medida que avanza la narración: 'Acabo de volver del pueblo y por eso pienso tan fuerte en el tío en esta podrida noche de invierno mientras bebo un semillón en el bar Falucho…'.
En 'La balada del álamo carolina', se lee: 'Fue en este verano, cuando el sol estaba bien alto y la sombra era más negra, que el hombre se acercó por fin hasta el árbol. Él lo vio venir a través del campo, negro y preciso sobre el caballo sudoroso […] Después el hombre, que parecía tan viejo como el viejo álamo carolina, se sentó al pie del árbol…'. Ese mismo árbol que aparece en 'Las doce…': 'un día o dos después lo hallaron dormido abajo del álamo carolina, ese que se levanta solitario detrás del campo de Cirigliano y que desde el camino real parece todo un monte y que para el tío era su única meta reconocida…'.
En 'Ad Astra', encontramos al: 'loco Seretti […] [que] había sido el único del pueblo de Warnes que pretendía haber visto al maestro de vuelo cuando planeaba sobre el camino entre Bragado y Chacabuco'. Y también leemos: 'Proponía que el 12 de enero, aniversario de la Sociedad Unión y Benevolencia, el vecino Basilio Argimón ejecutara un vuelo de prueba lanzándose desde lo alto del molino Río de la Plata, en presencia del cura, el intendente y el comisario, como así también de las personas de Chacabuco que merecían plena y debida fe'.
En 'Los novios', el narrador cuenta :'La casa quedaba al otro lado del pueblo, después del molino. De manera que tuvieron que atravesar el pueblo en aquella luz polvorienta del otoño'. Y leemos más tarde: ' 'A Irala', dijo Hipólito, aunque no estaba seguro si era a Irala o a Inés Indart o a cualquier otra parte porque jamás había pasado del cementerio'.
'este pueblo no fue así desde el comienzo, como uno imagina. En su momento fue pueblo niño' dice el narrador de 'Perfumada noche'. Y después agrega: 'Esto es, hay otro pueblo debajo de este, y otro y otro más con tapialitos amarillos de sol y callecitas de tierra'.
Esta cartografía se encuentra en muchos textos más. El Chacabuco otro, este paisito, de capas superpuestas, se desmembra y se reconfigura, se vuelve espacio potencial de ficción y también ejercicio de la memoria (medular en el proyecto creador), se eterniza en el no tiempo del recuerdo (aunque se nombren fechas que van y vienen caóticamente sin cronología).
'… y ahí está el pueblo, fiel a mi memoria, y la Avenida Alsina con San Martín cabalgando en el aire, al fondo, en dirección a Junín y doblo por la inmutable calle Moreno y aquí estoy al final de otro de esos prolijos viajes de la memoria, frente a la puerta cancel que se cierra sobre mi sombra.', leemos en 'A la diestra'.
'Los caminos' finaliza con 'por fin entiendo cuál es la Gran Cosa, porque yo los junto a todos ellos, salto sobre las distancias y el tiempo y los junto a todos ellos en esta gran mesa del recuerdo que tiendo y sirvo para mis amigos'. El Chacabuco contiano es uno de los platos sobre la mesa tendida, una mesa dispuesta sobre el recuerdo siempre inasible, fragmentario y ficcional, una espacialidad otra donde todas las historias confluyen, dialogan y traman el paisito de los márgenes y de los marginados.
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