Mercado inmobiliario

El 2024 confirmó la tendencia de un mercado inmobiliario empantanado por el combo de la brusca caída de la actividad económica, la posición conservadora del campo que prefirió mantener ahorros en porotos de soja y la incertidumbre con el precio del dólar que finalmente cerró el año con un precio por unidad totalmente deprimido. En ese contexto, las posibilidades de reactivación deberían llegar por el aumento de demanda de aquellos asalariados que necesitan resolver el problema del techo propio o por los ahorristas que en otros tiempos definían como estrategia de conservación del patrimonio y rentabilidad, la compra de unidades multifamiliares para arrendar. Claramente, la primera de estas opciones, que por cierto son utilizadas a modo de ejemplo, no será fácil de consolidar en un mercado laboral hiperflexibilizado, donde mandará el contrato de corto plazo sin previsibilidad como para tomar deuda. En el caso de los ahorristas, persiste la duda si, aún con precios de venta de inmuebles a la baja, es este el momento para desprenderse de los dólares, justamente cuando entramos a recorrer un nuevo año electoral y se escuchan voces ortodoxas como las de Domingo Cavallo, insistiendo que el Gobierno deberá devaluar. Para cerrar el combo de interrogantes de uno de los sectores de la economía que necesita mover para traccionar a otro más importante como la construcción de viviendas, se suma la situación extremadamente compleja que hoy enfrenta el sector agrícola con precios bajos, sequía y dólar planchado. Tal vez las fuerzas del cielo traigan la solución.