"Mi abuela me enseñó a lavar en una batea a los 8 años. Creo que ya era lavandera de chica"

Por Sonia Elisabeth Rubino
Hay tantas historias de vida como corazones latiendo. Algunas más simpáticas, otras atravesadas por el dolor, el empeño de volver a empezar o acaso continuar con aquello que nunca terminó. Sólo bucean en un paréntesis para tomar fuerzas y seguir. En silencio, el destino se toma un permitido y la angustia otorga franquicias. Pero es ahí, justo ahí donde el ser humano se pone de pie y a pesar de todo revierte lo que puede de los malos momentos. Rosa Gatti sabe mucho del tema. Es la dueña de una conocida lavandería y entre lavadoras y secadoras nos cuenta su relato.
¿Cómo empieza tu camino en la lavandería?
'Conocí a mi marido cuando tenía 17 años y cuando tenía 18 años más o menos, se puso la lavandería en la avenida Alsina. Aún éramos novios.
¿Ya eran dueños?
'No, de ese negocio era dueño mi cuñado. Fue quien puso por primera vez una lavandería en nuestra ciudad.
Después se compra en la esquina de Italia y Rivadavia y se le anexa la venta de pañales de niños y adultos al por mayor y menor. En ese momento teníamos una camioneta y se hacían repartos en Chacabuco y la zona.
Más adelante mi cuñado compró un solar en la calle Italia y ahí ponemos la lavandería.
mientras que en la esquina de Italia y Rivadavia mi marido fue el primero que puso un 'Todo por dos pesos'
¿Cómo llegan a ser únicos dueños?
'En el año 2000 decidieron vender y nos ofrecieron la llave del negocio con facilidad de pago y compramos.
Era un negocio familiar. Mi suegra, mi marido y yo.'
¿En qué año se casan?
'En 1991. Estuve ocho años en un tratamiento para tener a Rosario, mi hija. Yo trabajaba y criaba a mi hija en el negocio. Al fallecer mi suegra mi cuñado decide vender el local.'
¿Qué hacen ustedes?
'Nos vinimos a donde estamos ahora, calle Avellaneda 80. Esta era la casa de los abuelos de mi marido, mi suegra le donó la parte y nosotros compramos las dos partes de los tíos.
Abrimos las arcadas, ambientamos y nos vinimos para acá. En el 2010 ya estábamos instalados.
Yo empecé con la lavandería hace 40 años y 15 años que estoy acá.'
¿Y te quedaste sola?
'Después tuve la mala suerte de que se enfermara mi marido en 2019 y me fui a Buenos Aires con él. Mi hija que estudiaba medicina allá deja todo para dedicarse a su papá.'
¿Cerraste el negocio?
'No, el negocio siguió funcionando gracias a mi sobrina que lo mantenía abierto, yo sólo venía a pagar a fin de mes, ver a mis padres y hermanos y me volvía a Buenos Aires.
Estuvimos un año y medio.'
¿Y cómo fue todo?
'Mi marido falleció apenas empieza la pandemia. El 1 de abril cumplió los 66 y murió el 22 de abril.
Fue muy duro todo, no podíamos viajar ni hacer una despedida. Cuando a él lo diagnosticaron nosotros nos sentamos a hablar y él me dijo que si no podía superar la enfermedad su deseo era que lo cremaran. Allá lo cremamos, yo estuve tres meses para poder volverme a Chacabuco porque no me dejaban. Para eso tuvimos que pedir un permiso y traer sus cenizas a nuestra ciudad.
Entramos por el acceso Elguea Román porque por la entrada a Chacabuco no se podía y sin decir nada a nadie. Ni a mi padres les dijimos para respetar los 14 días como correspondía y cuidarlos a ellos. Yo estaba segura que si le decía a mi papá que venía no le iba a interesar la pandemia, me iba a ir a abrazar y yo no quería exponerlo a él tampoco.
Estábamos complicados en ese momento así que viajamos en el auto con mi hija, cargamos mercadería y nos quedamos en cuarentena en pleno duelo.
Coincidió con el día del padre y yo a mi papá le hice una videollamada desde casa pero como que aún estábamos en Buenos Aires.'
¿Vos pensaste en ellos?
'Claro, la única que sabía que estábamos acá era mi sobrina por cualquier eventualidad. Un día nos quedamos sin nada para la casa, yo tampoco iba a salir a la calle a exponer a otra persona. Además venía de estar en un hospital que estaba colapsado por el COVID.
Gracias al padre Lucas que estaba en ese momento teníamos agua bendita y me dijo las palabras para darle la extremaunción.'
¿El negocio nunca cerró?
'Cerramos 10 días pero al ser un rubro esencial nos dejaban tener abierto hasta las 4 de la tarde. Pusimos el escritorio en la puerta prácticamente para que la gente no entrara.
Gracias a Dios porque yo más allá de quedar viuda esto era mi única fuente de ingreso ya que estuve un año y medio para recibir la pensión.'
¿Tu hija siguió estudiando?
'Mi hija pierde todo el 2019 por estar con su papá y el 2020 por la pandemia.
Cuando pudo se fue pero no quiso dejarme sola, se vino y buscó una carrera en Junín.
Soñaba con ser médica forense pero estudió radiología y siempre está buscando perfeccionarse porque radiología tiene muchas ramas.
Más allá de la pérdida, todo fue en un contexto muy triste. Estuvimos nosotras dos solas, la pandemia no nos dio tiempo a nada, no podía viajar nadie.
Recuerdo un domingo que mi esposo pudo venir, me pararon acá en la entrada, nos tomaron la temperatura, nos preguntaron, nosotros encima veníamos de capital ,estábamos en el Hospital de Clínicas que estaba saturado de gente.'
¿Y seguiste trabajando?
'Yo soy una bendecida de Dios y de la Virgen porque fue un rubro que podía seguir trabajando, esto es una parte muy importante sobre todo en el momento de pandemia. Todo lo que sea limpieza, todo lo que sea lavado, era un servicio esencial.
Es un negocio familiar, éramos mi hermano, mi sobrina, mi esposo y yo. Ahora quedamos mi sobrina y yo y seguimos luchando. Mi hija y mi otra sobrina vienen a ayudarnos cuando hay mucho trabajo, incluso mi vecina me ha dado una mano. Tuve mucho apoyo de los demás pero fueron momentos duros.'
¿Qué es para vos el negocio?
'Esto es mi vida, porque amo lo que hago. Mi abuela me enseñó a lavar en una batea cuando tenía ocho años. Yo creo que ya era lavandera de chica .
Me hace sentir bien. Es mi lugar, yo sé que nací para esto, no todo el mundo tiene el privilegio de trabajar en lo que le gusta. Vengo hasta los días domingo cuando hay mucho trabajo. Si un domingo viene mi hermano, es día de familia pero si estoy sola vengo acá, adelanto, estoy en mi lugar, en mi espacio.
Tengo mucho trabajo porque lo hago como si fuera para mí, lo hago con ganas y de esto vivo, con esto afrontamos los estudios de mi hija, todo sale de acá y gracias a Dios siempre trabajé, es constante, a lo mejor un día más un día menos, pero siempre siempre hubo trabajo.
Tengo que aprender a disfrutar más porque toda mi vida, toda mi juventud fue igual.
Estuvimos 20 años sin cerrar un día de vacaciones. Abríamos los domingos de 8 de la mañana a 4 de la tarde.'
¿La clientela te acompaña?
'La verdad es que tengo una clientela divina, gente muy, muy buena. La gente viene y siempre te cuenta algo, es como hacer terapia y después de tantos años muchos son casi amigos. Soy muy feliz dentro de mi negocio.'
Y cuando estoy saliendo ya hay gente esperando que Rosita abra sus puertas. Las máquinas nunca dejaron de funcionar.
Si bien hay rejas y un cartel con los horarios, es una actividad que no para. Cuando llueve y cuando hay sol, es como dijimos un rubro esencial y se nota en la cantidad de ropa lavada y por lavar.
El día a día ayuda a pasar los malos momentos y salir de los lugares oscuros donde a veces te deja la vida.
No siempre se puede elegir cómo avanzar, seguir y mirar para adelante. Sentir la bendición aún ante tanto dolor y rescatar las cosas buenas.
Abrirse al mundo a pesar de estar rota, encontrar la manera, un espacio que te brinde felicidad y como si fuera poco, una fuente de ingresos.
Frida Kahlo dijo: 'No somos frágiles como una flor, somos frágiles como una bomba.'
Es una forma muy poderosa de verlo. Muchas veces nuestra fragilidad se manifiesta de maneras inesperadas.
Como una bomba podemos contener mucha fuerza y potencial pero también podemos ser susceptibles al impacto.
El individuo tiene su propia manera de ser pero esa frase me lleva nuevamente a la resiliencia, la fortaleza y la solidez de una mujer que supo atravesar la oscuridad y hoy sigue mirando esa luz al final del túnel.
Al sacar la foto Rosita me dijo que la haga ver linda. No hace falta porque la belleza viene del corazón y está coronada por un espíritu suave y tranquilo.
¡No hay manera que tu foto no te identifique!
¡Gracias Rosita!
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