Peajes

Apenas llegada la primavera, con un régimen de lluvias por entonces promisorio, quedó al desnudo una las políticas públicas que el gobierno nacional decidió desfinanciar en un 100 por ciento. En las banquinas de las rutas nacionales los pastizales se reponían de las cruentas heladas y empezaba el reverdecer propio de esa etapa del año. De a poco se fueron viralizando los reclamos de los usuarios y luego, en cadena, se empezaron a manifestar los intendentes cuyos municipios son atravesados por alguna ruta nacional. Se sabía desde la asunción de Javier MIlei que iba a paralizar todas las obras en marcha, sin importar el grado de avance de las mismas. Ahora queda claro, la medida tenía el doble objetivo de ajustar el gasto público y dejar que se produzca el mayor deterioro posible. Esto último es la llave de ingreso de los grandes grupos de la construcción, que se anotan para las recientemente anunciadas privatizaciones de esos corredores viales. Esta decisión había sido vociferada y de manual que estaba en entre los negocios que el gobierno nacional le dejara servido en compensación del silencio cómplice que costó miles de puestos de trabajo por el parate de las obras en curso. Mientras tanto, más grave aún es la falta de aplicación de las medidas correctivas que deberían aplicarle a las empresas concesionaria de peajes que, aprovechando el río revuelto, se hicieron los desentendidos, aumentaron las tarifas al ritmo de la megadevaluación y dejaron de hacer la mínima y escasa mantención de cinta asfáltica y banquinas. Buen año.