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Perderlo todo

13/03/2025
Perderlo todo

Contratapa / Un texto de Juliana Chacón 

Medusa era una de las tres Gorgonas y la única mortal. Según la versión helenística, no era uno de los monstruos primordiales como se contaba anteriormente, sino víctima de la maldición de Atenea. Ésta la transformó en un ser monstruoso. Tenía infinidad de serpientes rodeando su cabeza, colmillos gigantes como de jabalí, manos de bronce y alas de oro con las que podía volar. Tenía además una mirada tan penetrante que era capaz de convertir a quienes la miraran en piedra. Perseo degolló a Medusa. No se atrevió a mirarla a los ojos, temiendo que el daño se ejecutara. Usó para verla su propio escudo a manera de espejo.

En la pantalla del celular, como si fuera un espejo veo mi cara mientras pasan imágenes de la tragedia de Bahía Blanca. Los autos aparecen montados unos sobre otros, las calles son ríos que arrasan con todo a su paso. Más de quince muertos. Más de mil personas evacuadas. Y un gran número de desaparecidos. Paraliza ver el dolor en las caras de quienes intentan salir vivos, salvar a los que quieren, contar cómo perdieron todo. 

Perder todo es devastador. Lo sé. Cuando se pierde todo, una misma se pierde. Ya no se es (aunque parezca banal si se piensa solo en lo material) quien se era antes de las pérdidas. La casa desolada, los libros arruinados, las fotos irrecuperables, las sillas que costaron comprar, la ropa de los hijos recién nacidos, los apuntes, las tazas del desayuno, las cartas, la mesa, las plantas… Y a lo perdido se vuelve cada vez. Nunca se sabe con certeza si estará en algún sitio de la casa lo que buscamos o es otro de los objetos devorados por la tragedia.

Perderlo todo es también encontrar la mirada de los otros, distinta a la de antes. Y se siente la pena de los demás cuando es una la que sobrevive, sobre-vive, vive sobre lo perdido. 

Les escribo a mis amigos de Bahía Blanca, apenas leo las noticias, para hacerles llegar mi consuelo. Pero sé que mis palabras son insuficientes. Hay un camino en el re-armarse, en el armarse, ese en el que se van juntando pedacitos y retazos de la vida anterior para coser eso como se pueda, a sabiendas de que nunca la imagen será la misma. 

'No hay ningún dolor que/ el tiempo no apacigüe// Autor desconocido y/ seguramente muerto./ Qué pena./ Yo habría querido/ preguntarle:/ ¿Cuánto tiempo?', escribió Anny Dupery.

¿Cómo miramos el dolor? ¿Lo miramos? ¿Qué hacemos cuando lo miramos? ¿Nos quedamos como piedra? ¿Deberíamos cortarle la cabeza? 

Poco queda de la ciudad reconocible. Se vuelve oscura. De día se amontonan heladeras, ropa, trastos en las veredas esperando secarse. Por todas partes se ven los destrozos. 

Se empiezan a multiplicar los puntos de recolección de donaciones para que lleguen repelentes, utensilios de limpieza, agua potable, alimentos no perecederos. Los argentinos sabemos ser solidarios. Lo aprendimos a lo largo de la historia. 

Por ahí leo que se necesitarán 400 mil millones para reconstruir Bahía Blanca. Otra noticia anuncia que el Gobierno nacional destinó 10 mil millones para la reconstrucción de Bahía Blanca.

También que un estudio del Conicet de 2012 alertaba sobre una posible inundación en esa ciudad. Otro video muestra a los trabajadores de neonatología, con el agua hasta las rodillas, sacando a los bebés prematuros de las incubadoras. ¿Cuántos enfermos terminales habrán muerto, me pregunto, por falta de electricidad? ¿Y cuántos por falta de medicamentos? 

Es para quedarse como piedra ante el horror. Pero cada hora siguen multiplicándose los puntos de recolección de donaciones. En momentos así los argentinos no nos paralizamos. Sí frente a la desidia, a los recortes del Conicet, a los recortes en Salud, a jubilaciones hambreadas, a la mitad de la población infantil por debajo de la línea de pobreza, a la violencia institucionalizada. ¿Se puede ser solidario y votar, a la vez, a un gobierno indolente?

Se dice que Atenea castigó a Medusa por rivalizar con ella. También porque Poseidón había violado a la Gorgona en un templo consagrado a la diosa. Atenea se sirvió de la cabeza de Medusa y la colocó en su escudo. Así sus enemigos quedaban convertidos en piedra. Perseo juntó la sangre que fluía de la herida de Medusa porque tenía poderes mágicos: era un veneno mortal y también un remedio capaz de resucitar a los muertos. Como el dolor a los sobrevivientes.

 

(*)Escultura de Doc Zenith

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