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Seis años sin el padre Ceres

15/03/2025
Seis años sin el padre Ceres

El próximo 8 de abril se cumplirán seis años del fallecimiento del padre Eduardo Alejo Ceres, cuyo recuerdo sigue vivo en la memoria de muchos chacabuquenses. El sacerdote había dedicado los últimos años de su actividad pastoral a la parroquia San Isidro Labrador, y la muerte lo sorprendió pocas semanas después de haber dejado esas labores.
Quien luego sería el padre Ceres había nacido el 17 de agosto de 1951. En el libro 'Quién es quién en Chacabuco', de Lucía Miori, editado en 2007, se cuenta que el primer llamado vocacional lo tuvo a los 9 o 10 años, cuando era pupilo en el Colegio de los Hermanos Maristas de Luján. La idea del sacerdocio siguió rondándole en la cabeza en los años siguientes. Mientras tanto, regresó a Chacabuco, donde cursó estudios secundarios en los colegios Nacional y Comercial, sin llegar a egresar. Luego de una pausa, durante la cual trabajó con su padre, el recordado Pompeo Ceres, finalmente terminó sus estudios medios en el Instituto de Educación Católica.
Si bien la idea de ser cura seguía presente, cuando finalizó el secundario no ingresó a un seminario, sino a la Escuela Tecnológica de Aeronáutica Profesional de Buenos Aires, donde realizó un curso de piloto comercial. Así los años pasaron y cuando ya tenía más de 30, durante una misa que se desarrollaba en Chacabuco, se conmovió con una frase del padre Armando Rosido, que parafraseando a Jesús afirmó: 'El que quiera ser mi discípulo que cargue con su cruz y me siga'.
A partir de ese momento, Eduardo -a quien en su juventud cariñosamente llamaban Berenja- se decidió y con 32 años ingresó al Seminario Sacerdotal de Azul, donde compartía vida y estudios con una mayoría de jóvenes de 18 años. Luego de estar en aquella ciudad, el ciclo de formación teológica y filosófica lo completó en el Seminario de Mercedes.
Ya ordenado como cura, su primer destino fue la iglesia San Ignacio de Loyola, en Junín. Luego anduvo por San Andrés de Giles, fue capellán de la cárcel de Mercedes y debutó como párroco en la iglesia Cristo Obrero de Chivilcoy. Allí estuvo hasta comienzos del nuevo siglo, cuando el arzobispo le indicó que debía venir a Chacabuco.
'Yo tenía mucho miedo en principio, porque un poco es lo que dice Jesús: nadie es profeta en su tierra', recordaba Ceres sobre el regreso a su ciudad. 'Es un peso muy grande, porque acá te conocen desde chico, la gente me ve como el Eduardo y no como el cura párroco, y humanamente es comprensible', agregaba.
En los primeros tiempos en la ciudad se desempeñó como administrativo parroquial, mientras al frente de San Isidro Labrador se encontraba el padre Carlos Blas Picco. Por aquellos días, era común encontrárselo caminando por el centro de la ciudad o tomando café en una confitería. Según decía, esas costumbres le permitían estar al tanto de lo que sentía su comunidad.
'Toda la vida fui a tomar café, no tiene nada de malo. Tampoco es que voy a bailar a un boliche', decía el padre en el libro. También afirmaba: 'Yo no soy Dios, soy humano y me canso, hay cosas que me sobrepasan'.
'Sacerdotalmente uno se agobia, porque el sacerdote se hace carne de los problemas de los fieles. Cuando me ordené, una de las gracias que le pedí a Dios fue la de poder olvidarme de cada confesión', afirmaba también el querido padre Berenja, que con el tiempo fue nombrado párroco de San Isidro, luego se retiró y días después la muerte lo encontró en su Chacabuco natal.

 

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