Sirios, libanes y judíos en el Chacabuco del siglo pasado

En su libro 'Historia del partido y ciudad de Chacabuco', el profesor Oscar Melli se dedica a reseñar el surgimiento de distintas sociedades de inmigrantes en los años siguientes al surgimiento del pueblo Guardia Nacional. En el caso de la Sociedad Sirio-Libanesa, su nacimiento se produjo varias décadas después de la fundación de Chacabuco. En efecto, las primeras reuniones tendientes a su formación se dieron hacia finales de 1918.
En aquel momento surgió una entidad antecesora, que se llamó Sociedad Libanense, la cual a comienzos de 1919 tenía 32 socios y funcionaba en un inmueble situado en Reconquista 78. Su comisión directiva fundadora estuvo presidida por Antonio Sffaeir, a quien acompañaban, entre otros, Elías Hid Chediex, José Buacar, Miguel Selva, José Jacub, y Francisco y Jorge Chilán.
Esta institución habría tenido una vida efímera, pues el 9 de diciembre de 1925 nació la Sociedad Sirio-Libanesa de Chacabuco, cuya primera sede estuvo en la calle Humberto I (actual Italia) y luego se mudó a inmuebles de las calles Rivadavia y Pueyrredón. Entre los fundadores de la entidad estuvieron José Sffaeir, Miguel Selva, Antonio Alegre, María Abraham, Cecilio y Jacobo Dakkache, Jacobo Isaac, José Buacar, Zacarías Chilán, José y Jorge Zafatle, y Elías Merdek.
En su obra 'Chacabuco en los años '30', el profesor Rodolfo Rodríguez expresa que, a pesar de no ser muchos, los sirios y libaneses dejaron su impronta en la sociedad de esa década, sobre todo, por la ayuda que brindaban a sus asociados y las fiestas que organizaban cada 24 de junio en honor a San Juan. 'Los homenajes a este santo culminaban siempre en cada barrio con la quema de muñecos o la realización de alegres fogatas', señaló Rodríguez, que también escribió: 'Aunque el vulgo los denominara lisa y llanamente 'turcos', sabemos que eso entrañaba una terrible grosería para el pueblo sirio-libanés, mayoritariamente de extracción católica de rito siríaco, concurriendo a las celebraciones litúrgicas de la Iglesia romana'.
Entre los integrantes de esa colectividad existían diferencias marcadas, pues así como estaban los Latiff, Buacar, Zafatle, Merdek, Chilán y Raidán, que pertenecían a la comunidad libanesa, también estaban los Fadel, cuyos orígenes eran sirios, o árabes de origen druso, como los Menedín.
Rodríguez cuenta además que Chacabuco también tuvo en sus primeras décadas del siglo pasado una Sociedad Hebrea de Socorros Mutuos, de vida muy fugaz. Acerca de esto, menciona la presencia en la ciudad de familias judías que se dedicaban a la indumentaria masculina, la ebanistería y la sombrerería. Entre ellos estaban los Saltzman, los Avruch y los Dejtiar.
Durante su breve existencia, la Sociedad Hebrea realizó una donación de camas al Hospital Municipal ante el ingreso al establecimiento de muchos enfermos que habían contraído tuberculosis, en buena medida, a causa del hambre que asolaba a la población por aquellos tiempos.
En la obra se señala que algunos miembros varones de la comunidad judía de Chacabuco solían viajar a Buenos Aires para participar en fiestas de la colectividad. Además, acostumbraban a enterrar a sus muertos en los cementerios de Liniers o La Tablada.
'El Chacabuco de los años '30 presenció en el desarrollo de actividades mercantiles urbanas a numerosos judíos, al igual que su traslado a las zonas rurales con simples medios de transporte, hasta donde llegaban para ejercer el comercio. Los propietarios del bazar El 95, de Svirsky; la peletería de Malamud, las mueblería de Vaismman, Abramovsky o Avruch, o el modesto negocio de Fisher, al igual que las familias Fleinderman, Binstock o Kleiman convivieron, no sin prejuicios, en una sociedad inclusiva que en líneas generales permitía la tolerancia y el pluralismo', escribió Rodríguez, y agregó que hacia fines de los '40, tras 'la abominable experiencia del nazismo', muchas de las familias judías residentes en Chacabuco se mudaron a Buenos Aires, quedando muy pocas de ellas en nuestra ciudad.
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