Todo es tan absurdo

CONTRATAPA / Por Marcelo Chata García
En Los Ángeles, hinchas de River Plate chicaneaban a los de Monterrey al canto del que no salta es ilegal. El folklore no tapa la gastada de mal gusto cuando hay familias que se ven quebradas por la deportación de sus hijos y crecen los enfrentamientos entre la comunidad latina –especialmente mexicana- en EE.UU y el gobierno de Donald Trump. La respuesta de la hinchada mexicana era absurda: el que no salta se fue a la B. Sabido es que Monterrey juega en una liga que no tiene descensos.
Debo agradecer al argenmex Martín Acevedo prestarme el libro de Charles C. Mann, '1493. Una nueva historia del mundo después de Colón', una voluminosa recopilación de historias sobre los intercambios biológicos que siguieron con el arribo de los europeos a América y de ahí a la instalación de rutas comerciales entre los 5 continentes. Cuenta Mann que hacia 1570 los españoles instalan en Manila (Filipinas) un puerto desde donde comerciar; intercambiaban la plata extraída de América, principalmente de Potosí (Bolivia), por seda, especias y otros productos que ofrecían mercaderes chinos. Ese comercio 'de los galeones' era tan lucrativo que pronto se formó un gran barrio chino en las cercanías del asentamiento español, llamado Parián. Si bien los europeos precisaban de las mercancías ofrecidas por los chinos, el crecimiento del asentamiento también les infundía temor, pues superaba varias veces el número de europeos en Manila. Por lo tanto, cuando las restricciones que ponían para instalarse allí fracasaban y provocaban protestas, recurrían a enfrentamientos armados y matanzas.
Sin embargo, al poco tiempo, volvían a aceptar la reconstrucción de Parián y los chinos comenzaban nuevamente a poblarla en masa. 'El ciclo se repitió en 1639, 1662, 1686, 1709, 1755, 1763 y 1820, cada vez con grandes cantidades de muertos.' (p. 207) Lo absurdo es que los chinos volvieran una y otra vez a Parián sabiendo los riesgos sobre sus vidas y sus bienes. Probablemente, las oportunidades de enriquecerse en el 'mientras tanto' sirvieran de estímulo. También, quizá, no haber otra propuesta alternativa, al menos hasta que la revolución industrial inglesa terminara por modificar todo el mapa comercial.
En definitiva, el absurdo de las repeticiones históricas, de los bucles neuróticos de los pueblos, se encuentran aquí, allá y más acá también. De hecho, no es la primera vez que tenemos un dólar barato contenido, por un lado, por un ajuste brutal a una parte de la población que tiene que vender aquellos dólares que tenía como ahorro (si es que tenía algo); y, por otra, por un colosal endeudamiento que permite acceder a la otra parte de la población a la divisa a bajo precio. Es decir, un valor del dólar que no se basa en un crecimiento económico que haya aumentado nuestras exportaciones, o por inversiones extranjeras directas en nuestro sistema productivo, fenómenos ambos que incrementarían la entrada de dólares a nuestra economía de manera genuina.
Ha sido una suerte para varios, a juzgar la presencia de hinchas argentinos, que el mundial de clubes concuerde con esta coyuntura. Allá irán quedando los billetes verdes del Fondo y los esquilados a los argentinos desventurados. Hemos pasado por ese espejismo varias veces en la historia, y sabemos el costo enorme que tiene a nuestra economía. Pero tampoco hay opciones que rompan la hipnosis del dólar barato.
Es absurdo el ejército de periodistas llorando 24 horas por televisión porque Cristina Fernández de Kirchner sale al balcón y baila. De tan absurdo no puedo menos que sospechar si en definitiva el oficialismo no tiene a la oposición ahí donde quería tenerla: discutiendo proscripción, derechos y estrategia electoral, en lugar de estar planificando un modelo alternativo con políticas de desarrollo.
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