Un negocio sin nombre

La historia es fascinante y no sólo la encontramos en los libros, en la palabra de un historiador o en películas y series que, en sus diferentes plataformas, nos la cuentan a través de su mirada. La historia también está en cada uno de nosotros, en lo que hemos vivido y aunque tal vez no es relevante ni esté escrito, está guardado justo en nuestro corazón, esa caja fuerte de sentimientos y recuerdos. Libro abierto para hijos y nietos. Palabra santa, porque hemos estado ahí, aunque falten protagonistas y la memoria atente contra alguna que otra anécdota .
Cuando visitamos a Delmar Ubaldo Tesei, fuimos por una historia familiar, rodeada de seres que flotan en el aire porque como fluye el amor también los viejos rencores, que en este caso ayudan a edificar la estructura de la nota, apoyados en recuerdos imborrables, para bien o para mal.
'Básicamente, no sé qué me querés preguntar', se anticipa Ubaldo. '¿Qué querés que te cuente?'
Cambia los roles y eso me lleva a pensar que la vida nos arrastra en su fuerte correntada sin un registro de su propia historia, de esos tiempos que nos dejan justo en este lugar.
¿Te acordas de cómo tu mamá comienza el comercio?
'La idea de poner un negocio acá, en Avenida Urquiza 180, se gestó a raíz de que mi mamá iba a ponerlo en sociedad con el hermano. Mi tío desistió de la idea y arrancó mi vieja sola. El negocio en sí nunca tuvo nombre, nunca le pusieron nombre ni Avenida Urquiza, ni nada. Simplemente era conocido como 'Al lado de Racing, frente a la pizzería o el negocio de la gorda Cristina, eso era muy común, no había tantos problemas con los apodos, ni los cuerpos ni nada. Mi vieja era una mujer gorda y todos la llamaban así pero de buena manera'
¿Cuántos negocios grandes había en Chacabuco?
'En ese momento no había tantos. No había supermercados; eran despensas de barrio.'
¿En qué año se abre?
'Yo creo que fue en septiembre, octubre del año 1982. Se inauguró acá y no recuerdo bien pero creo que estuvo abierto hasta el año 2000. Después fue el bajón del negocio. Tuvo su época donde se trabajaba mucho, es más, mis viejos lo agrandaron porque yo trabajaba en Junín de cadete de una distribuidora y ellos estaban acá. Mi papá hacía las dos cosas: tenía el reparto de carbón y le ayudaba a mi mamá en el negocio. Con el tiempo dejó ese trabajo y se abocó a la despensa'
¿Y después?
'Y después se empezó a venir abajo por las enfermedades de mis abuelos, de los que ellos se hicieron cargo. No hubo quien atienda el negocio porque yo me dediqué al mío, que fue la distribuidora. Si bien la pasamos mal en ese año, se vino abajo por motivos personales. Mi vieja era una terrible laburante.'
¿Tu mamá con qué empezó?
'Básicamente, empezó cuando yo era chico, cociendo corpiños y paralelamente pelando pollos de noche con mi papá para gente de Buenos Aires. Todo a mano, en la casa paterna Urquiza y Reconquista, en la esquina donde estaba el depósito de carbón. Con el tiempo y la confianza, le empezaron a traer golosinas de Buenos Aires, paquetes de caramelos; una línea de productos que en ese momento era muy conocida. Después, anexó eso junto con la venta de pollos.
A cada persona que iba a comprar carbón y leña, le ofrecía las opciones que iba anexando. Así empezó, hasta que fueron haciendo la casa, el local, y se trasladaron acá. Yo la acompañaba en mis pocas horas libres que tenía; me quedaba en el negocio mientras ella hacía algo en la casa de los padres o algo, pero muy poco.'
¿Cuándo tu papá se queda con ella?
'Cuando dejó el reparto en la calle, se quedaron los dos. Se abría a las seis y media de la mañana y se cerraba a las once y media de la noche. Se laburaba todo el día. Eran continuamente clientes, viajantes, pero como se trabajaba full, se vivía poco, eso sí.'
¿Y qué ocurrió?
'En el 2005 fallece mi papá. Yo sigo trabajando afuera, en la zona. Mi vieja lo cierra por una cuestión de cansancio, no fue económico. Tengo hasta el momento y no quiero ver, un montón de cosas apiladas, utilicé el local como depósito y ella siguió en la venta de todos mis productos, todo lo que yo vendía en la calle. Pero ya no funcionaba como despensa. Eran cajas completas, cajas cerradas de galletitas, artículos de copetín, bolsas grandes para cumpleaños, pero ya prácticamente lo que era despensa y fiambrería no.'
¿Alguna vez funcionó como algo más que despensa?
'No, ni autoservicio ni rotisería. Fue una despensa grande, nada más, una despensa completa. Tampoco funcionó como maxikiosco; mi vieja jodía que quería traer cigarrillos y yo le decía que no. Nunca se hizo empanadas ni comida, simplemente venían los viajantes pasaban por acá y por ahí mi vieja les hacía un sándwich. Se vendía el fiambre, el pan. Date cuenta cómo era la época de que jamás usó una calculadora o una registradora, todo en la cabeza quien le debía, quien no.'
Algún registro debería llevar.
'No, la cabeza. Obviamente anotaba por el cliente, y te vuelvo a repetir, el negocio no se cerró por lo económico eso te lo puedo asegurar. Lo único lamentable es que a mi vieja le daba vergüenza salir afuera porque todos los vecinos le debían plata, le quedaron debiendo plata tanto de una vereda como de la otra.'
¿Recordás cuánto se vendía?
'Llegamos a vender desde 30 o 40 kilos de pan y hasta 100 litros de leche por día; se laburaba excelente. Lo único doloroso que recuerdo era que venía de viaje y los encontraba encerrados, mirando televisión por no salir y chocarse, para no mirarlos, porque a ellos les daba vergüenza.'
¿Me decís el nombre de tus padres?
'Delmar Ubaldo Tesei y Cristina Giacci, a quien todo el mundo conocía como 'la gorda Cristina'
¿Cuál es el secreto de vender tanto, más allá de las adversidades?
'Venía gente del barrio como del campo, porque ella tenía una forma especial, tenía buenos modos, buscaba siempre mejorar. Nunca guardaba la guita, siempre la invertía en el negocio, siempre compraba. ¡Amaba el negocio, ese debe ser el secreto!'
¿Qué te dejan tus viejos como ejemplo?
'De mi vieja, me faltó decirte que cuando falleció mi papá, obviamente quedó a la deriva después de tantos años juntos. Y aparece una persona innombrable para mí, ofreciéndole ajíes en aceite, algo que ella ya hacía para nosotros. Esta persona se interesó por el producto que ella hacía y le pidió que hiciera frascos para vender. Empezó a elaborar sola y yo le traía productos del mercado central. Un día mi vieja me propuso vender esos productos en mi zona. Yo no tenía muchas ganas, nunca había estado en ese mercado, pero veía que laburaba toda la noche y de día dormía, así durante tres años. Su último deseo era comprarme una camioneta 0km. Hacía los frascos de ají suave, picante y berenjena. Con eso pagaba la cuota. De 800 a 900 frascos llegamos a vender por semana. Pagué la última cuota y a la semana empezó con diálisis. A los 6 meses falleció.
¿Cómo llega a tu vida ser remisero?
'Yo tenía el local desocupado. Y al lado había una remisera a la que se le vencía el contrato. Uno de los choferes de ahí se adelantó a la jugada, me quiso alquilar el local. Y hasta el día de hoy no soy muy amante de alquilarlo, no me gusta y entonces me convenció de ser socios. Pero me di cuenta que todo no podía y les ofrecí a Remises Plaza mi clientela hasta que ellos me ofrecieron trabajar en su remisería. Y estoy trabajando ahí, tranquilo, voy cuando quiero, hago lo que quiero, tengo tres autos, no me importa madrugar y seguir, pero a esta edad elijo la tranquilidad a la locura de los negocios. Y en el lugar donde supo el negocio de mamá, ahora hay una venta de bebidas que no es nuestro, y así concluye una etapa.'
Y entonces comienzan los llamados al celular. Es la hora de la salida escolar y hay que volver a la rutina. Nunca se sabe a qué hora vuelve a casa, pero es feliz, y se nota cuando cuenta una y otra anécdota.
Ubaldo, una vez, tuvo que elegir entre estudiar y trabajar y al final hizo ambas cosas. Trabajó desde muy chico y recibió la enseñanza en casa: el buen ejemplo, el respeto por el trabajo. Hoy entiende que, día a día, ángeles sabios lo siguen guiando.
¡Gracias, Ubaldo!
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