Vos, ¿estudiás o trabajás?

Por Marcelo Chata García
Cuando estudiaba en Buenos Aires, esa era una pregunta común, tanto como el signo del zodíaco o a qué lugares solía ir, si de conocer a una chica se trataba. Algunos no entendíamos la razón de la disyunción, pero éramos los menos.
Generalmente la juventud es noticia cuando muestra actitudes que la sociedad adulta reprueba. Así inundan las redes sociales y los medios comentarios sobre jóvenes en moto conduciendo de manera imprudente y desafiante. No faltan los motes para exponer la problemática: los jóvenes ni-ni; o sea, que ni estudian, ni trabajan. Es cierto que se resaltan aquellos o aquellas que logran triunfos deportivos, artísticos o económicos, pero de manera individual. En términos colectivos y generacionales su aparición en la discusión pública está ligada a consumos, vida sexual, violencia o desafinados gustos musicales.
Lejos está la juventud de reducirse a esa imagen negativa –y en muchos casos hipócrita- que construye la perspectiva adultocéntrica de la opinión pública. Cuando la sociedad le da oportunidades y les permite proyectarse hacia el futuro con buenas expectativas, ellos aceptan el desafío. El crecimiento de la matrícula en Educación Superior lo evidencia. La compleja sociedad actual exige a las nuevas generaciones mayores años de formación para insertarse de manera más competitiva en ellas. Y los países requieren de niveles educativos más altos para hacer competitiva su economía en un escenario de globalización tensa. Y lo importante es que aún en este contexto de avasallamiento de derechos, hemos logrado sostener una educación universitaria pública, gratuita y de calidad.
En Chacabuco, la continuidad dada a la UTN, la expansión de la oferta académica y la apertura de un Centro Universitario Municipal ampliaron las oportunidades para apostar a la formación profesional y hacerse de las herramientas necesarias para ser protagonistas del desarrollo de la comunidad. Es interesante también conocer las características del estudiantado.
Un relevamiento a los ingresantes a la Universidad Tecnológica Nacional de nuestra ciudad, realizado por el Observatorio de Datos Locales a cargo de la Licenciada Florencia Bazzola, ofrece una postal llamativa. Más de la mitad de los ingresantes trabaja, el 53%. Y eso teniendo en cuenta que el 80% de ellos es menor a 28 años (el 55% tiene entre 17 y 20), y la edad promedio es de 22 años.
Solía ser más común encontrarse con estudiantes que trabajan en los años superiores. Es entonces cuando pueden hacer valer el recorrido universitario ya hecho, e incluso aprovechar los sistemas de pasantía que la misma universidad ofrece en convenio con las empresas locales. Comenzar a trabajar antes de recibirse tiene ventajas, como familiarizarse con las relaciones laborales, comprender los códigos internos de las empresas, pagar el 'derecho de piso', y adquirir madurez y autonomía. También genera retroalimentación con las materias del área profesional, enriqueciendo las clases y volcando lo aprendido en el trabajo.
No obstante, trabajar desde el comienzo de la carrera se vuelve cuesta arriba: las primeras materias son de ciencia básica y requieren más tiempo de ejercitación y dedicación, hay que adaptarse a las exigencias de la Educación Superior, y entrenarse en nuevas técnicas y hábitos de estudio. Por eso es destacable que sea un porcentaje tan alto de ingresantes los que deban combinar en sus jornadas tiempo para el trabajo, para el estudio, y, claro está, para la familia, el ocio y el descanso.
De ese porcentaje que trabaja desde el inicio de sus estudios universitarios, más de la mitad tiene una carga horaria mayor a 31 horas semanales; es decir, que se trata de empleos de tiempo completo. Un 23% tiene turnos rotativos, lo que implica mayor dificultad para realizar una cursada ordenada.
Es importante no perder de vista este aspecto de las nuevas generaciones. Que asumen el compromiso de formarse; la responsabilidad, el esfuerzo, y el entusiasmo de estudiar en condiciones difíciles, en un contexto de crisis, y en medio de discursos desalentadores. Esa juventud, que a pesar de contar hoy con un espacio enorme para estudiar, desborda por los pasillos el cubículo de nuestras aulas.
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