Vuelta a clases

Los guardapolvos blancos vuelven a poblar las mañanas y las tardes de nuestra ciudad. Algunas familias llegan en auto, estacionando en doble fila. Otras se acercan caminando despacio. También están las que vienen apurando el trote, con el sonido del timbre retumbando en las paredes.
En los primeros grados, se ven chicos temerosos, que entran de la mano de sus papás, ante un mundo que es todo nuevo, dejan atrás los pintorcitos y las corbatas con el nombre que usaban en el jardín. En los últimos grados, los pibes se alejan de sus padres para mostrar ante el resto del colegio que ya son grandes.
Cientos de chicas y chicos arrancaron las clases esta semana en las escuelas de Chacabuco. Había en cada uno de ellos esperanzas, miedos, ganas de aprender, de jugar, de volver a encontrarse con compañeros que, en muchos casos, no pudieron ver durante el verano. También conocieron a chicos nuevos, que vienen de otras escuelas o, incluso, de otras ciudades. Compartieron lo que habían hecho durante las vacaciones, la colonia, las horas de pileta, el fútbol sin horarios.
Allí estaban las maestras, con actividades preparadas durante las últimas semanas, con ganas de conocer a los alumnos que deberán acompañar durante todo el año. Cartulinas de colores, mapas, abecedarios que cuelgan como guirnaldas arriba del pizarrón.
En cada aula, se comienzan a despertar las vocaciones de cada chico. ¿Qué materia les gustará más? ¿Soñarán continuar sus estudios en el nuevo Centro Universitario? ¿Cuál será el oficio que ejercerán cuando sean grandes? En cada aula, se empieza a gestar el Chacabuco del futuro.
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