'Alegre refundó a Boca'

Nacido en Chacabuco, lideró el club xeneize entre 1985 y 1995 y logró sacarlo del peor momento institucional de su historia. Aquí lo recuerdan los futbolistas Enrique Hrabina y Julio Gaona y el dirigente Osvaldo Spataro.
A mediados de la década del ochenta, la situación del Club Atlético Boca Juniors era crítica. Tenía el estadio clausurado por peligro de derrumbes y enfrentaba una convocatoria de acreedores, con más de un centenar de juicios que ya tenían sentencia de pago. Muchos jugadores se fueron de la institución ante las dificultades para cobrar sus salarios y dos de sus estrellas, Oscar Ruggeri y Ricardo Gareca, quedaron libres y negociaban el pase a River. El presidente Domingo Corigliano había renunciado y el Gobierno nacional había nombrado a Federico Polak como interventor para intentar salvar al club del remate.
El 6 de enero de 1985, el chacabuquense Antonio Alegre asumió la presidencia de Boca. Ese Día de Reyes, se puso en marcha una gestión que duró diez años y puso al club xeneize en lo más alto del fútbol mundial. 'Boca tiene que hacerle una estatua a don Antonio', señala Osvaldo Spataro, quien integró como tesorero la comisión directiva durante toda esa etapa.
Alegre se había hecho conocido entre los boquenses a fines de los años setenta, cuando puso a su empresa al servicio del club para pavimentar varias cuadras aledañas a la Bombonera. Y en 1981 puso de su bolsillo 720 mil dólares para cumplir el sueño de ver vestido a Diego Armando Maradona con la camiseta azul y oro.
Nacido en Chacabuco el 13 de agosto de 1924, era hijo de inmigrantes libaneses católicos. Sus padres, Antonio y Tomasa, tenían un comercio de barrio. El apellido original de la familia era Faraj (que significa alegre en árabe), pero fue sometido a la traducción ni bien llegaron a la Argentina.
A los cuatro o cinco años, Antonio hijo vio una camiseta de Boca en el centro de Chacabuco y esos colores se le quedaron pegados para siempre. En aquel pueblo niño, escuchaba los partidos en una radio a galena y se emocionaba con los goles de los grandes ídolos xeneizes de los años treinta, como Roberto Cherro, Delfín Benítez Cáceres, Francisco Varallo. Su padre era fierrero y se hizo también fanático de Chevrolet, por Juan Manuel Fangio y Eusebio Marcilla.
Hizo la primaria, pero no terminó la secundaria, 'porque iba a un colegio privado y me gastaba la mensualidad que me daban mis padres en la timba, el póquer, el pase inglés', confesó en una entrevista con la revista El Gráfico a los pocos días de asumir en Boca.
A los 20 años, se fue a vivir a Buenos Aires con una valija de cartón. Ya no tenía familiares que lo ayudaran y empezó a trabajar como peón de albañil, tres pesos con cincuenta por día. Cuando se terminaba el laburo, compraba el diario 'La Prensa' para leer los clasificados y conseguir una nueva changa. Se había instalado en el barrio de Barracas, en el sur de la capital, y eso le permitía estar más cerca de la Bombonera. Así, el club se fue convirtiendo en su segunda casa.
Fue empleado del Ministerio de Agricultura, de la Municipalidad de Buenos Aires, hacía horas extras con un corretaje de fajas que achicaban la cintura porque, explicaba, por aquellos años 'todas las mujeres se querían parecer a las chicas que Divito dibujaba en Rico tipo'. Después de trabajar en otros ramos de la construcción, a mediados de la década del sesenta creó su propia empresa: Alegre Pavimentos. Ganó fortunas. Sólo en la Capital Federal, hicieron más de 1.200 cuadras y llegaron a tener más de 600 obreros.
De extracción radical, era amigo personal de Raúl Alfonsín, a quien había conocido en Chascomús en 1966. Ni bien comenzó la década del setenta, se afilió a Renovación y Cambio, la tendencia que lideraba quien luego sería el primer presidente del actual período democrático.
Mientras tanto, su amor por Boca se mantenía. Como hincha iba a todas partes, y siempre a la popular, nunca tuvo platea. También sostenía su pasión por el automovilismo. Su empresa patrocinaba al piloto chacabuquense Francisco 'Colo' Espinosa, que logró el campeonato de Turismo Carretera en 1979/1980. La Chevrolet Chevy blanco y negra llevaba la leyenda 'ALEGRE PAVIMENTOS'.
LA LLEGADA AL XENEIZE
En 1979, lo convocaron para que su empresa pavimentara la playa de estacionamiento en la Bombonera. Después hizo arreglos en la Ciudad Deportiva de Boca. Y, ante la posibilidad de que el campeón mundial juvenil Diego Maradona llegara al club, le pidieron 720.000 dólares para el pase.
Las malas gestiones posteriores deterioraron la situación institucional. A fines de 1984, el club estaba intervenido, tenía un pasivo de cuatro millones de dólares y la cancha clausurada. Ocho agrupaciones decidieron unirse y le pidieron a Alegre que se hiciera cargo de la presidencia.
Los primeros meses no fueron fáciles. 'Llevo dos días como presidente y ya estoy tomando pastillas para poder dormir cinco horas', decidía y sintetizaba con su lenguaje franco: 'Boca es un desastre'.
Declaró al club en emergencia, le pidió a los hinchas que entendieran que iban a atravesar una etapa de gran austeridad y le mandó un mensaje a la propia dirigencia: 'No habrá entradas de favor para nadie. A los dirigentes dos plateas y si quieren más que pasen por la boletería'. También señalaba que Boca era el único club del sur de la Capital Federal y debía cumplir una función social con la comunidad de La Boca y Barracas.
Más allá de su militancia radical, convocó a referentes de distintas extracciones políticas, como su vicepresidente, Carlos Heller, quien provenía del comunismo y llevaba adelante el banco cooperativo Credicoop; y otros de dirigentes sindicales de extracción peronista como Roberto Digón o Hugo Curto. Otro que se acercó a colaborar fue Antonio Cafiero, quien pocos años después fue gobernador de la provincia de Buenos Aires.
El tesorero de esas comisiones directivas fue Osvaldo Spataro, un especialista en Administración que había integrado los directorios de Canal 13 y Líneas Aéreas Austral.
'Recibimos al club con 154 juicios con sentencia en contra y la cancha cerrada por deficiencias estructurales. Tampoco teníamos plantel, porque los jugadores estaban libres por falta de pago. Y no teníamos una contabilidad fehaciente que nos indicara dónde estábamos parados', recuerda Spataro en diálogo con Cuatro Palabras.
El primer objetivo era organizar la gestión del club. Para eso, armaron una Gerencia General y una Gerencia de Administración y Finanzas, con personas que tenían experiencia en empresas. Y desde una mesa chica, que integraban el presidente, el vice, el secretario y el tesorero, controlaban el accionar de las gerencias. 'El estilo de conducción de Antonio era plantear metas y delegar en gente que confiaba, luego con la mesa directiva chequeábamos que los objetivos se cumplieran. Es una fórmula que hoy se usa en muchos clubes y empresas', explica Spataro.
- ¿Cómo definiría la relación que Alegre tenía con Boca?
- Cuando comenzó en la presidencia, habló con sus hijos y descuidó a su empresa, la dejó en manos de sus hijos, él se dedicó íntegramente al club. Esa es la más clara muestra de lo que era su amor por este club.
- ¿Y qué significaba Chacabuco para él?
- La ciudad era muy importante para Antonio, representaba sus orígenes. Mis abuelos, de apellido Giordano, también eran de Chacabuco, así que siempre hablábamos del pago.
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