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'Antonio convirtió a Boca en una gran familia'

23/02/2025
'Antonio convirtió a Boca en una gran familia'

SE CUMPLEN 15 AÑOS DE SU FALLECIMIENTO

Quienes conocieron a Alegre lo describen como una persona muy dada en el trato, muy campechana y seductora. Era mal hablado y se enojaba pocas veces, pero en esas ocasiones se mostraba duro.

Enrique 'Quique' Hrabina fue una de los grandes ídolos de Boca en los años ochenta y noventa. Lateral izquierdo que entregaba la vida en cada pelota, se ganó con rapidez el corazón del hincha. Había debutado en Atlanta y luego de un breve paso por San Lorenzo, llegó al club xeneize en febrero de 1985. Allí jugó 178 partidos, hizo cuatro goles y ganó dos títulos internacionales hasta que se retiró en 1992.

'Antonio fue un crack, uno de los más grandes presidentes de la historia de Boca. Agarró un fierro caliente, el club estaba en su peor momento institucional, enfrentaba una convocatoria de acreedores y más de 120 juicios. Alegre puso patrimonio personal para sacar adelante el club y descuidó el manejo de su empresa', dice Hrabina. Y lo define como 'un tipo muy campechano y macanudo, sin ningún tipo de protocolo, hacía que sintieras que lo conocías de toda la vida'. 

Director técnico y declarado por la Legislatura porteña como Personalidad Destacada de la Ciudad de Buenos Aires en 2024, Hrabina hoy es el encargado de los asados cada vez que se reúnen los integrantes de aquellos planteles de los ochenta y noventa. Como en la cancha, muestra su gran despliegue, atendiendo varias parrillas a la vez. Hay un aire de familia en esos encuentros. Tal vez, parte de esa fraternidad proviene del estilo de conducción de Alegre.

'Te hacía sentir parte de la familia y eso te muestra la clase de persona que era Antonio. La verdad es que necesitábamos ser una familia en ese momento, porque el club estaba menos diez. Y Antonio logró eso: convirtió a Boca en una gran familia. No se trata de una frase hecha, siempre nos invitaba a su quinta y yo aún tengo relación con sus hijos y sus nietos. Eso no lo hace cualquiera, sólo un tipo que decide saltar las distancias y generar un vínculo que va más allá de la relación entre dirigente y jugadores. Y eso no me pasó con ningún otro presidente en todos los clubes en los que estuve', explica Hrabina.

El ex jugador destaca que Alegre iba al vestuario después de cada partido, aunque se perdiera y siempre daba la cara por los jugadores. 'Muchas veces nos peleábamos por plata, por los premios, pero cada uno sabía los intereses que tenía que defender', recuerda.

Con el Cai Aimar como DT, el primer título de la gestión fue la Supercopa Sudamericana de 1989, una campeonato que disputaban todos los clubes que habían ganado la Libertadores. Para Spataro, 'esa copa fue el símbolo de la consolidación de un plantel, que al principio no teníamos. Fuimos juntando voluntades, reorganizamos el club y ese título fue la demostración de que nuestro trabajo había sido eficiente. Fue una gran alegría. Yo siempre digo que un equipo no es solo de fútbol, sino un equipo de un club, que reúne al plantel, al cuerpo técnico, a los dirigentes y a todos los trabajadores de la institución'.

Más tarde llegaron la Recopa Sudamericana de 1990, la Copa Master de Supercopa de 1992, el Torneo Apertura 1992 y la Copa de Oro Nicolás Leoz de 1993. Hrabina dice: 'Cuando ganábamos los títulos, se lo dedicábamos a Antonio, porque era la persona más importante de la institución. Cada campeonato que lográbamos era una forma de devolverle todo lo que había hecho por la institución'. 

Julio César 'Chicho' Gaona tiene una de las vidas más extraordinarias, gloriosas y dolorosas del fútbol argentino. Volante de gran manejo y buena pegada, fue subcampeón mundial juvenil en 1983. Su familia había sido víctima del terrorismo de Estado: su hermano Ricardo y su nuera María Rosa Miranda fueron secuestrados y desaparecidos en 1978. El hijo de ambos, Pablo, pudo recuperar su identidad en 2012 gracias al trabajo de Abuelas de Plaza de Mayo.

Chicho debutó en Platense y luego pasó a Independiente de Santa Fe de Bogotá. Al poco tiempo de nacer su hijo Jonathan Ariel, su mujer Liliana murió de una enfermedad incurable. El golpe fue muy duro y decidió regresar a la Argentina. Pudo continuar su carrera en Deportivo Español, donde logró mostrar todo su talento. A mediados de 1989, recaló en Boca de la mano del Cai Aimar. 

'Recuerdo que conocí a Antonio Alegre cuando firmé mi contrato. Era una persona muy querible, no vas a encontrar a alguien que hable mal de él, fue un verdadero crack', dice Gaona. Define a las presidencias de Alegre como brillantes. 'Con su equipo de trabajo, pusieron sus propiedades en garantía para que el club pudiera salir del pozo en el que estaba. Cuando asumió, tenía más de un centenar de juicios con sentencia de pago. El club no tenía agua por falta de pago, el estadio estaba clausurado y tenía que hacer de local en otros campos de juego. A través del trabajo de Antonio, Carlos Heller, Osvaldo Spataro, pudieron sacar adelante a Boca', explica Chicho, quien jugó en Boca hasta 1991, pero debió sortear muchas lesiones.

 

- ¿Tenés alguna anécdota que recuerdes de tu relación con Alegre?

Antonio sabía todo lo que había pasado con mi mujer e invitó a mi hijo Jonathan para que fuera la mascota oficial de Boca. Y aclaro lo de oficial, porque se necesitaba un permiso especial de AFA. En ese momento, no estaba permitido que los chicos ingresaran a la cancha y algunos árbitros tomaban la determinación de antemano de no permitir el acceso a los pibes. Pero Antonio habló con don Julio Grondona y nos dieron ese permiso. Así que antes de cada partido, el capitán o algún dirigente acompañaba a Jonathan y se presentaban frente al árbitro para que pudiera salir junto al equipo.

 

Después de salvar al club del abismo, Alegre y Heller perdieron la presidencia de Boca a manos de Mauricio Macri. De todas maneras, Antonio siempre siguió al equipo y es aplaudido cada vez que aparece su imagen en la cancha o en algún acto institucional.  Luego de sufrir una larga enfermedad, murió el 24 de febrero de 2010 en la Ciudad de Buenos Aires.

En cada entrevista, cuando pedían que se autodefiniera, Alegre decidía: 'Sigo siendo un tipo de pueblo. Si algo tengo lo hice trabajando, y muy duro, porque cuando había que empujar camiones metí fuerza como el peón más humilde y agarré la pala muchas veces. Cuando me casé por primera vez, tuve que hacer la cocina con mis propias manos, y después de muchos años y muchas cosas, todavía me siento en la misma mesa de mis obreros. Yo vivo en Barracas, todos los días saludo al diarero y le doy un beso a la mujer que vende flores en la esquina de mi casa. A mí no me cambia nada ni nadie'.

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