El chacabuquense que es una leyenda viviente del Racing Club de Avellaneda

En no mucho tiempo se van a cumplir siete décadas de que el chacabuquense Ángel Rubén Flores, más conocido como Gelo, asiste ininterrumpidamente a los partidos que Racing Club de Avellaneda juega de local. En un principio, siendo muy niño, iba a la cancha como hincha, pero pocos años después comenzó a colaborar alcanzando las pelotas que se iban fuera del campo de juego.
Gelo es el jefe de los alcanzapelotas de la Academia. Uno de esos chicos fue clave la semana pasada, cuando le alcanzó con rapidez a un jugador de Racing el balón, y eso ayudó a generar un contraataque que terminó en un gol que le permitió al equipo de sus amores pasar a la final de la Copa Sudamericana. El movimiento del alcanzapelotas, un jugador de las inferiores de Racing, no fue casualidad, sino el cumplimiento de algo que Flores le inculca a sus ayudantes desde hace tiempo.
"Les inculco que ellos también juegan el partido. Van y vienen con los avances, con los saques, deben estar pendientes de los contragolpes que se pueden dar en nuestro equipo, de demorar las contras de los rivales, que de un saque lateral pueden armar una jugada rápida", expresaba Gelo en una nota realizada con el sitio Racing del Alma en 2019.
Si bien su padre era de Independiente y cada vez que podía llevaba a sus hijos a ver al Rojo, Gelo, siguiendo a su hermano Nerio, desde chico se hizo racinguista. Y siendo aún muy niño tuvo la ocasión de ingresar a la cancha para ver por primera vez a su equipo. Según contó, quien lo acercó fue un familiar suyo que trabajaba en la boletería de Racing, que le pidió al jugador Orestes Omar Corbatta que lo dejara ingresar.
'Mi primo le dijo 'llevame a mi nene que quiere conocer la cancha'. Corbatta me dejó entrar al vestuario y estuve con los jugadores, entre ellos el José Pizzuti jugador, hasta que se cambiaron", contó Gelo, que de la mano de Corbatta también salió a la cancha para ver el partido. "Salí a la cancha y vi una monstruosidad de gente: casi 100.000 personas. En esa época siempre había arriba de 90.000. Era una cosa de locos. De ese equipo después me hice muy amigo del Negro Belén (Raúl, wing). Hablábamos mucho. En general, hice muchas amistades. No sé si porque les caía bien, porque no tenía maldad para nada. Yo era un tipo que quería y quiero mucho al club y a los jugadores".
"Un día, Corbatta me dijo: 'Nene, quedate ahí atrás, hacé de cuenta que la cancha es tuya'. Yo me sentaba al costadito de la cancha. No había carteles de publicidad ni tantos alambrados como ahora. Desde ahí veía los partidos. Me pegaba unos sustos tremendos por el griterío de la gente. Era una locura. Encima, Racing hizo una campaña tremenda y los hinchas de Racing, como toda la vida, no paraban de alentar. La hinchada de Racing es una de las más grandes del mundo", agregó Flores.
En 1965 Gelo ya llevaba 8 años yendo a la cancha sin faltar nunca. En ese momento, Pizzutti ya era el técnico. 'Un día José me dijo: 'Nene, ¿por qué no te vas a la tribuna a agarrar las pelotas que se van?'. Y bueno, fui ahí y me puse en los entrenamientos a alcanzar pelotas que ellos tiraban. Así empecé. Un día le pregunté a José si podía ir al partido, el domingo. 'Sí, no hay ningún problema', me respondió".
Aquel equipo de Pizzutti, que quedó en la historia como 'El equipo de José', fue el que en agosto de 1967 ganó la Copa Libertadores ante Nacional de Uruguay y meses después la Intercontinental frente al Celtic de Escocia. Pese a que no se jugaron en Avellaneda, Gelo estuvo presente en los dos partidos definitorios.
"En el 67 fui a ver a Racing en la final de la Libertadores en Chile. Hice el camino totalmente a dedo: tres días de ida y tres de vuelta, en dos o tres camiones y algún coche. En esos años te ibas a la ruta y cualquiera te llevaba. Después me fui a Uruguay a ver la final de la Intercontinental (1-0 al Celtic de Escocia). Un exdirigente al que le hacía mandados siempre me tiraba algo para que viviera tranquilo. Él me pagó el viaje y fui como hincha. Fueron alegrías inimaginables. Toqué el cielo con las manos".
En los años siguientes, Gelo siguió teniendo asistencia perfecta en cada partido que Racing jugaba en Avellaneda.
'Jamás falté ni una sola vez. Imposible. Sólo podía no ir si me enfermaba grave, si se moría un ser querido justo el día de un partido de Racing en el Cilindro, si había un casamiento... Mi mamá y mi papá murieron entre semana, así que ni eso me interrumpió ir a la cancha, hasta en eso me ayudaron. Yo siempre dejé todo de lado por los colores. Para mí era la vida ir a la cancha. Me sigue pasando esto: si Racing juega el domingo en el Cilindro, el viernes ya me pongo nervioso. No duermo. Mi familia y yo llevaremos esto hasta la muerte. Como le está pasando a mi hijo ahora', expresó Gelo en referencia a su hijo Walter, que con los años también comenzó a trabajar en el Club, manejando el carro que traslada a los jugadores que se lesionan.
Así sigue la vida de este vecino, que desde hace más de seis décadas cada vez que juega Racing de local enfila hacia la ruta 7 con rumbo a Avellaneda. Como contó en una nota con el diario Democracia: 'Ahora voy en auto, pero muchas veces iba en tren, colectivo o a dedo. Siempre me las ingenié para ir a la cancha (...). Viví todas las épocas del club, las rachas buenas y las malas. Racing es parte de mi vida cotidiana'.
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