Domingo . 11 Mayo . 2025

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Caricias robadas

11/05/2025
Caricias robadas

Por Sonia Elisabeth Rubino

 

No siempre las historias de vida se nutren de lo fáctico, si bien son los hechos quienes nos definen y nos inspiran a seguir. 

Cada ruta es diferente, cada camino es distinto y eso nos hace individuos únicos.

Rutas rotas se sortean con fe y altruismo para que, a pesar de todo, demostrarse y demostrar que la vida siempre vale la pena ser vivida, encarada, desafiada buscando la estrategia para seguir.

Hoy visitamos el Centro de Jubilados de Chacabuco para escuchar a Graciela Mercedes Cane, una mujer resiliente y luchadora, trabajadora de la salud y dueña de una inquebrantable fe. 

 

¿Cuál es tu profesión?

'Enfermera y llegué a esto porque mi mamá era enfermera en Rawson. Ella siempre quiso que estudie enfermería pero yo nunca aceptaba lo que ella me pedía.'

 

¿Pero?

'Pasando los años, lo decidí, hice el curso de enfermería con Néstor Ahihi, con el cual me recibí. Empecé a trabajar en el hospital, en el servicio de diálisis, después por razones de salud estuve trabajando unos años en el centro de salud Las Palmeras. Volví al hospital, al servicio de tomografía donde me jubilé.'

 

¿Cómo sigue tu carrera después de jubilarte?

'Algo que me gusta hacer, más allá de ser enfermera, es estar en contacto con la gente.

Me tocaron momentos muy difíciles. la enfermedad de mi marido, la enfermedad de mi hijo y quise seguir trabajando en lo que a mí me gusta, que es enfermería. Después de haberme jubilado tuve la posibilidad de entrar acá, al Centro de Jubilados en el cual llevo casi 10 años y es como mi casa. Abro, cierro y estoy de lunes a viernes.'

 

¿Tu mamá no se equivocó?

'No, y si volviera a nacer lo seguiría eligiendo, lo volvería a hacer pero con muchas ganas, no me arrepiento y mi madre lo supo antes que yo tal vez.'

 

¿Te hace bien?

'Me hace bien porque hago lo que me gusta y me siento útil hacia la gente mayor que hoy por hoy está necesitando mucho porque acá hay servicios que no todo el mundo puede pagar.'

 

¿Esa empatía declinó alguna vez?

'Nunca, en la pandemia por ejemplo, el centro de jubilados estaba cerrado pero yo seguí trabajando de manera particular, con toda la prevención, no tenía reparo en eso, fueron circunstancias muy tristes, de contener mucho a la gente, poder ayudar a superar ese mal momento, porque estábamos todos con miedo.

Después comenzó la vacunación y si bien había personas que estaban indecisas había otros que venían desesperados, veían que tenían una solución. Todo era cuestión de saberlo manejar y la gente fue tomando conciencia. Por desgracia se llevó muchas vidas y dejó muchas secuelas ya sea físicas como psicológicas. El encierro, perder a los seres queridos, fue una locura que aún deja huellas.'

 

¿En algún momento pensaste en que ya no podías más?

'La pandemia fue un evento que nos marcó, pero por lo contrario yo sentía que tenía que estar justo ahí, del lado de la salud. Haciendo cursos, siempre me gustaron todos los temas.

Cuando estudiaba nos iban pasando por distintos servicios, clínicas, cirugía, maternidad. A mí el único servicio al que nunca me gustaba ir era pediatría. ¿Por qué? Porque en sí me daban lástima los chiquitos, los bebés. Hasta que un día haciendo las prácticas, una enfermera ya grande y que siempre había estado en ese servicio, me dijo que pensara en que estaba salvando una vida, que no era culpable de su sufrimiento y eso lo recordaré siempre. ¡Me sirvió muchísimo!'

 

¿Supiste separar tu trabajo de tu hogar?

'Siempre supe diferenciar mi casa y el hospital y si bien me gustaba mucho la guardia, nunca sabías a qué salías, ibas a una urgencia, pero no sabías con qué te iban a encontrar. Te podías encontrar con algo muy simple o te podías encontrar con una tragedia.

Te puedes preparar todo lo que quieras, pero hay cosas que te superan, que te clavan un puñal. Es primordial la contención hacia el paciente pero también hacia el familiar. Eso fue lo primero que nos enseñaron. Al paciente lo tenés que atender, le tenés que hacer todo. Pero también otra parte es el familiar que está desesperado esperando a ver qué le van a decir, necesita contención, necesita explicación entonces eran dos pasos grandes que teníamos que dar primero hacia el paciente y después hacia el familiar que está ansioso ahí esperando la verdad.'

 

¿Pasaste por momentos duros en tu vida?

'Me tocaron cinco años junto a mi marido con una enfermedad terminal. En dos o tres oportunidades lo tuvimos que internar y un día me dijo que se quería quedar en casa y que lo atienda yo. 

La cocina de mi casa no era una cocina sino una terapia. Tenía cama ortopédica, tubo de oxígeno, todo lo que él necesitaba hasta antes de que él falleciera. Falleció en el hospital pero lo llevamos 3 horas antes. Se cumplió lo que él quería, fueron momentos muy duros pero nunca me tembló la mano al asistir.

Y pasando los años se me vuelve a repetir una historia cuando a mi hijo Fernando le diagnostican ELA

Fue cuando comenzaba la pandemia y me lo traje a vivir conmigo, me lo puse a cargo en PAMI y fueron tres años de mucha lucha y sufrimiento. Es muy terrible y cruel esa enfermedad. Es más triste que un cáncer porque hoy por hoy para el cáncer hay tratamientos y estudios preventivos.'

 

¿Para la ELA no hay nada?

'Hay estudios en proceso pero nada concreto. Se empieza a ir la fuerza de los músculos y nadie sabe por qué. Mi hijo no fumaba, no tomaba, cuando podía se iba a jugar fútbol con sus hijos, sano. Tal vez un resfriado o una gripe como cualquier persona pero nada más.

He hablado con el doctor Javier Rago, que me dijo que no se sabe de qué proviene, se está estudiando mucho, se supone que es el estrés que puede afectar el sistema nervioso.'

 

¿Volviste a tener en tu casa una especie de sala de hospital?

' Sí. De alguna manera, nada más que él nunca quiso la cama ortopédica. La rechazó. Se la armamos, todo, pero él no aceptaba. Solamente en dos o tres oportunidades que le costaba respirar, lo pasábamos a la cama ortopédica. Pero si no, era la cama grande mía y la silla de ruedas, ¿viste? y seguir viviendo.'

 

¿Te aferraste a la fe?

'Vivíamos aterradas con mi hija, pidiendo a Dios un milagro. Lo ponía en grupos de oración. Pero también hubo noches que salía al patio, miraba al cielo y decía: 

'¡Dios, si mi hijo no es para este mundo, llévatelo!'. Porque yo lo veía sufrir mucho.

Él estaba entre el sufrimiento y las muchas ganas de vivir. Le había autorizado a Andrea, su hermana, que ella se hiciera cargo y que firmara todo lo que fuera para seguir viviendo.'

 

¿Condicionó el contexto de pandemia?

'Sí, posiblemente se puede haber confundido con una falta de fuerza porque estaba cursando un virus. Sin embargo en Chacabuco los doctores Fabián Molina y Javier Rago fueron determinantes para su diagnóstico.'

 

¿Cómo se sigue?

'Nunca se irá este dolor pero sí estoy tranquila que se hizo todo lo que pudimos y con todo el amor del mundo, la contención, estar a su lado, amarlo y cuidarlo.'

 

¿Qué les dirías a aquellos que pasan por una situación parecida?

'Que sean fuertes, que busquen ayuda pero no bajar los brazos y seguir. Hay días que me despierto y doy gracias a Dios por el hecho de venir y sentir que sirvo para otra persona que esté pasando otro mal momento. Y me hace sentir bien, me reconforta, me da esperanzas para seguir.'

 

¿Tenés más hijos?

'Tengo tres hijas y nietos por los cuales me levanto cada mañana además de saber que acá, en el Centro, me esperan y puedo hacer algo por alguien.'

 

El camino continúa, los días siguen a los días con sus noches oscuras. Habrá días soleados y noches de luna. Graciela buscó la manera de seguir sintiéndose viva a través de su familia y su trabajo. Una labor que la remite al dolor y la experiencia de la muerte. 

 

Una vez comenzó una carrera sin saber que el destino le tenía asignada una dura batalla.

Sin embargo, cada mañana abre las puertas del Centro de Jubilados donde sus pacientes  esperan ser atendidos por los profesionales y ella es quien contiene, brinda una palabra, comparte momentos, brindando experiencia y empatía.

Tal vez porque entendió que a pesar de todo, la vida puede ser siniestramente bella.

¡Gracias Graciela!

 

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