Vacaciones

Por Martina Dentella
Esta semana me encomendaron una nota. Me explicaron que era una docente-institución de la ciudad. La entrevistada, Elena Urretavizcaya. Nuestra primera charla -digo la primera porque la asumo como una conversación abierta- duró más de una hora y quince minutos. Las primeras preguntas, de rigor: su recorrido personal y profesional. Luego hablamos de la familia, de Haroldo Conti, de Perfumada noche, de la señorita Haydée Lombardi, de la lectura en voz alta, de la docencia, de los alumnos y de los libros. Como decía mi abuela Maria Antonia, hicimos alcoyana-alcoyana. Una expresión que denota coincidencia. Estuvimos o estamos leyendo lo mismo. Guerriero, Ronsino, Reyes, y siempre Conti. Entre otros. Fue una de las entrevistas que más disfruté de este año, porque no se parecía al trabajo. Con el correr de las horas, tras la publicación, llegaron las decenas de mensajes que confirmaban la teoría original. Elena es una institución, por sus clases pasaron más de cinco mil alumnos y naturalmente, dejó sembrado el incentivo por la literatura, pero además la disfrutan y la quieren.
En medio de la charla, da pistas de para qué sirve la literatura. Pero además dice (y por una cuestión de espacio no figura en la nota) que en vacaciones no se lee.
Habla de su último viaje antes de la pandemia y dice: 'Normalmente no llevo libros, si estás en un lugar descansando, podés dedicarte a la lectura, pero te estás perdiendo un montón de cosas. Mientras estás con el libro no ves el mar, no ves el paisaje, no leés la sociedad que te rodea, las expresiones, los juegos de los chicos, la vida familiar. Uno en vacaciones ve muchísimo. Y también escucha. Por eso yo generalmente no leo en la playa. Solo a veces un cuento'.
Entonces me levanté temprano mientras todos dormían para no perderme nada y a nadie durante la Navidad y agarré el libro que robé de la casa de mis padres.
Alcoyana. Vacaciones, de Bernardo Verbitsky. Lo escribió en enero de 1953.
Su hijo, el periodista Horacio Verbitsky, decía en una publicación a propósito de la obra de su padre: 'Un hijo no es la persona indicada para hablar de la calidad literaria de la obra de su padre, y no lo haré. Pero no conozco otra que refleje de un modo tan vasto y minucioso a la gente común de Buenos Aires. Estoy orgulloso de esos libros, que los jóvenes ignoran porque la falta de reediciones yugula la continuidad cultural'.
Me di cuenta que había robado una joyita de verano. Una novela corta que no tiene la densidad de la literatura de B. Verbitsky pero refleja una época de la Argentina, sus personajes, la belleza extemporánea de las cosas, la calma de la vida de las afueras de la ciudad, y el contraste con su propia Villa Miseria (también es América).
Ahí firma su propia reseña. Cuenta las peripecias entre publicaciones de sus libros. Dice que escribió su libro en verano, y que trabaja en Noticias Gráficas, 'trabajo más duro de lo que se cree, pero con el cual me reconcilio cada vez que me sale al paso un libro bueno'.
El libro se consigue en internet, pero no hay artículos publicados sobre él. No a simple búsqueda.
La tapa está ajada, oscurecida por el paso del tiempo. Paso las páginas con cuidado. Es muy frágil. Pienso en la potencia de una charla y la hazaña de un buen robo. Pienso en las palabras de Elena, en cómo leer es acercarse a los seres queridos, en los libros como un pasaje a las Vacaciones.
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