Cuando el Teatro Español era el 'templo del arte' de Chacabuco
El Teatro Español fue inaugurado el 8 de diciembre de 1905. Su construcción fue obra del esfuerzo y la obstinación de un conjunto de inmigrantes nucleados en la Sociedad Española de Socorros Mutuos de Chacabuco. Tanto era su tesón que cuando el 21 de abril de 1929 un voraz incendio destruyó el edificio, los integrantes de la institución se reunieron dos días después para comenzar a proyectar la reconstrucción.
La reinauguración del que un artículo del periódico Chacabuco definió como el 'primer templo del arte' que tuvo la ciudad se produjo el 12 de octubre de 1930. El nuevo edificio fue diseñado por dos ingenieros llegados de la Capital Federal, cuyos apellidos eran Rebolini y Fisher.
En su obra 'Chacabuco en los años '30', el profesor Rodolfo Rodríguez señaló que durante esa década del siglo pasado el 'Gran Teatro Español', que disponía de lugares para casi 800 personas, se transformó en 'centro de encuentro de todos los grupos sociales de la comunidad, que acudían al mismo sabiendo que en su organización espacial estaba la ubicación según su procedencia social y sus ingresos económicos'.
'Plateas, palcos, palcos avant-scène y el amplio paraíso (llamado popularmente 'gallinero') eran ocupados por miembros de las acomodadas élites urbanas y por campesinos que disputaban las zonas altas del Teatro, desde donde prorrumpían en exclamaciones de aprobación o disgusto', escribió el historiador.
Durante esa década del '30 pasaron por el escenario del teatro de Chacabuco afamados artistas nacionales y recitadores, como Fernando Ochoa, Hugo del Carril y Amanda Ledesma, y Azucena Maizani, así como las orquestas de Roberto Firpo, Francisco Canaro y Edgardo Donato. También había lugar para la música clásica. De hecho, en la gala de reinauguración del edificio se presentó una orquesta sinfónica dirigida por el maestro Juan José Castro.
El Teatro también era sede de concursos de baile en los que exponentes locales y de la zona se lucían al ritmo de tangos, fox trots y rancheras. Además, periódicamente se realizaban charlas y conferencias, entre las que se mencionan las que se hicieron para recordar a Domingo Faustino Sarmiento y Bartolomé Mitre, así como un acto en homenaje al papa León XIII que se hizo en 1933, cuando se cumplieron 30 años de su fallecimiento. A eso se sumaban las periódicas charlas que brindaba a sala llena el sacerdote y periodista Gustavo Franceschi, director de la revista Criterio y uno de los impulsores de la creación del Partido Demócrata Cristiano argentino.
Cuenta el profesor Rodríguez que los carruajes, volantas o sulkys que se utilizaban como medio de transporte para llegar a la sala de espectáculos eran apostados en las cercanías del Teatro, y quienes iban a caballo ataban los animales a los árboles de la plaza San Martín, provocando 'airadas protestas de los habitantes del ejido céntrico'.
En lo que respecta a la actividad teatral, por esos años llegaron a Chacabuco las compañías de Camila Quiroga, Angelina Pagano, Enrique Muiño, Blanca Podestá y Elsa O'Connor, entre otras, las cuales traían a la escena local obras míticas como 'Bajo la Santa Federación', 'El rosal de las ruinas' o el drama 'La que no perdonó'. También se presentaron piezas del grotesco discepoliano, como 'Mateo' o 'He visto a Dios', de Defilipis Novoa. Las crónicas de la época, además, fueron muy elogiosas ante las representaciones de 'Los mirasoles', de Julio Sánchez Gardel, y 'Babilonia', de Armando Discépolo.
Hablando de Gardel, grande fue la emoción que vivió Chacabuco cuando El Morocho del Abasto llegó a la ciudad para presentarse en el Teatro Español. Ello ocurrió en agosto de 1933, ante una concurrencia que colmó la capacidad de la sala y los alrededores del edificio, ante los cuales, al finalizar el recital, Gardel interpretó algunas canciones desde la caja de un charret.
En diciembre de ese mismo año estuvo en Chacabuco la actriz y cantante Tita Merello, que frente a un público que la recibió calurosamente interpretó tangos como '¿Dónde hay un mango?' o '¡Qué vachaché!', cuyas letras describían un momento del país de honda crisis social, lo cual también se reflejaba en Chacabuco, una ciudad que en esa década fue perdiendo población, la cual buscaba en la zona metropolitana el trabajo que aquí escaseaba.