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Cuando se incendió el Cine Español

20/03/2024
Cuando se incendió el Cine Español

En la tarde del 21 de abril de 1929 todo era normalidad en el Cine Teatro Español. En la sala transcurría la matiné de los domingos, con proyecciones infantiles que tenían como espectadores a unas sesenta personas, en su mayoría niños. Pero la tranquilidad se quebró a eso de las 16.00, cuando un cortocircuito hizo que se prendiera fuego la cinta de la película que se estaba exhibiendo. Los esfuerzos del operador para sofocar el siniestro no impidieron que las llamas se propagaran al equipo proyector, a otras cintas, a toda la cabina y a las demás dependencias del Teatro.

A la par de combatir el incendio, la prioridad fue poner a salvo a los espectadores, que pudieron salir de la sala sin inconvenientes. Mientras tanto, vecinos solidarios acudían al lugar para ayudar a extinguir las llamas, que igualmente avanzaban sin tregua. Las operaciones fueron coordinadas por un triunvirato integrado por el intendente municipal, el comisario de Policía y el jefe de la Oficina Técnica Municipal.

Cuenta el profesor Oscar Melli que en un momento el techo se vino abajo, lo cual obligó a derribar la pared lateral derecha, que amenazaba caer sobre una propiedad lindera, cuyo dueño era Mateo Barón. La lucha contra el siniestro se extendió durante seis largas horas y contó con la colaboración de la Municipalidad de Chivilcoy, que envió tres camiones de su servicio de riego -dos Ford y un Dodge- provistos de largas mangueras que arrojaban agua impulsadas por la fuerza de los motores.

Ya en la madrugada del lunes, el siniestro había sido extinguido, pero nada quedaba del viejo teatro.

'La verdad, la amarga verdad, era que nuestro primer templo del arte, el que tantas veces fue escenario de interpretaciones felices; el que ofreció en el transcurso de tres décadas veladas inolvidables; el sitio de tantas cuitas y el amoroso regazo de tantos ensueños, presa de las llamas, quedaría en pocas horas reducido a un montón informe de ladrillos, tablas, hierro, cinc…', reseñaba una sentida crónica del periódico Chacabuco publicada en su edición del 24 de abril.

El Teatro Español había sido inaugurado el 8 de diciembre de 1905. Su construcción fue obra del esfuerzo y la obstinación de un conjunto de inmigrantes nucleados en la Sociedad Española de Socorros Mutuos de Chacabuco. Esa misma obstinación se puso de manifiesto dos días después del incendio de 1929, cuando los miembros de la comisión directiva y un grupo de caracterizados socios realizaron una sesión extraordinaria que tuvo como único punto a tratar la reconstrucción del Teatro. Uno de los más entusiastas participantes en la reunión era el socio Ángel Espinosa, que clamó a viva voz que el futuro edificio debía ser una obra digna de la 'colonia española', y de ninguna manera una simple reparación.

El 7 de julio de ese año, en una asamblea, se designó una comisión encargada de la reconstrucción del Teatro y se autorizó a la comisión directiva a gestionar empréstitos ante instituciones bancarias del país. Meses después, la Comisión ProEdificación, cuyo titular era don Esteban Cernuda, aprobó un proyecto presentado por los ingenieros Fisher y Rebolini, que planteaban dividir la obra en tres etapas: albañilería y anexos; obras sanitarias y prevención de incendios; y electrobombas, pisos y pintura. Las estimaciones preliminares indicaban que la reconstrucción iba a tener un costo cercano a los 120 millones de pesos moneda nacional.

Durante 1930 las obras avanzaron a buen ritmo. En agosto de ese año se compraron 780 butacas y comenzó a planearse cómo sería la inauguración, prevista para diciembre de ese año. Los tiempos pudieron cumplirse y la reapertura fue exitosa. Como venía sucediendo antes del incendio, en los años siguientes la sala fue arrendada a empresarios. Entre los concesionarios de ese período estuvieron Roberto Arrostito, Antonio Fortunato y Nicolás Contardi.

Así, el Teatro volvió a la normalidad, más confortable y amplio que antes del incendio. Donde no retornó la calma fue en la Sociedad Española, que en los años siguientes, incluso ya iniciada la década de los 40, debió hacer malabares para afrontar los créditos y demás obligaciones que había asumido para emprender la obra. Finalmente, los compromisos pudieron cumplirse y el Cine Teatro y la institución siguieron adelante. Y siguen hasta hoy.

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