El chacabuquense que se cansó del fútbol profesional

Oscar Alberto Ortiz nació en Chacabuco el 8 de abril de 1953, pero desde muy chico vivió en Junín. La mudanza fue cuando tenía 7 años y sus padres se separaron. Hablando de aquella época, alguna vez recordó que, cuando aún estaba en nuestra ciudad, con su hermana pasaban el día en el Hogar del Niño.
'Teníamos desayuno, almuerzo y merienda, y de ahí nos llevaban a la escuela', contó. Por la noche, ya en la casa, 'a veces pasábamos de largo o tomábamos un vaso de leche con pan duro'.
Las cosas no cambiaron mucho cuando se mudaron a Junín junto con su madre. 'Ahí la pasé igual. Vivíamos en el Club de Pescadores. Mi mamá trabajaba en el restaurante y yo dormía en el altillo. Salía a pescar para comer', relató. Así como las condiciones de pobreza continuaron igual, tampoco cambió el sobrenombre que tenía: tanto en Chacabuco como en Junín lo llamaban Beto. También se mantuvieron sus ganas de jugar a la pelota en alguno de los tantos potreros que había en esa época.
En Junín comenzó a jugar en el club BAP (Buenos Aires al Pacífico). Allí comenzó a destacarse por su habilidad para la gambeta, lo que hizo que un día aparecieran en su casa dos dirigentes de San Lorenzo que querían llevarlo a jugar a Buenos Aires. 'Mi madre me dijo: 'Decidite: o trabajás, o estudiás, o jugás al fútbol. Acá los señores dicen que tenés condiciones para el fútbol''. Eso ocurrió un sábado. Al lunes siguiente, Oscar se subió a un tren y dos días después estaba en el club de Boedo, donde le hicieron una prueba en la que jugó 15 minutos y metió tres goles. Ahí le dijeron que vuelva a Junín a buscar sus cosas y regrese inmediatamente a Buenos Aires.
Esto sucedió a principios de 1969, cuando aún no tenía 16 años. En San Lorenzo debutó, como wing izquierdo, en Primera en 1971 e integró los equipos que ganaron el Metropolitano y el Nacional de 1972 y el Nacional del 74.
Luego de estar cinco temporadas con los Gauchos de Boedo, se fue a Gremio de Porto Alegre (Brasil), un año después llegó a River, pasó por Huracán y finalizó su carrera en Independiente, con apenas 29 años. En el medio fue parte fundamental del plantel de la Selección argentina que ganó el Mundial '78. Semejante logro es lo máximo para cualquier jugador. No fue el caso de Oscar Ortiz, a quien a esa altura ya se lo conocía como El Negro.
'No toqué la copa tras la final ganada ante Holanda en el Mundial '78, ni lloré por haber sido campeón del mundo. Veía a mis compañeros que estaban desesperados por ir a tocarla y yo ni me acerqué. Soy bastante diferente, porque vivo el fútbol de otra manera, como lo que es, un juego', dijo una vez. 'Recuerdo que el día que ganamos la Copa del Mundo, a la noche se hizo la fiesta correspondiente en un salón y me quedé 10 minutos. Le dije a mi esposa 'basta, vamos a casa', porque estaba cansado de estar concentrado y lejos de mi familia', contó también, al tiempo que señaló que no le queda una medalla, ni camisetas ni ningún otro recuerdo, no sólo de aquel campeonato sino de toda su trayectoria como futbolista. 'No me quedó nada que haya usado como jugador. Además, no hay, ni nunca hubo un cuadro como futbolista en mi casa. Igualmente, no extraño nada de esas cosas, eh. No les doy importancia'.
Ortiz quiso retirarse del fútbol luego de ese Mundial, pero siguió unos años más por su familia. Igualmente, dejó de jugar siendo muy joven, pues tenía apenas 29 años. 'Me cansé, porque había varias cosas con las que no estaba de acuerdo. El fútbol no es diferente a la política y son todos iguales, dirigentes y políticos', declaró.
Después del retiro vivió un año y medio en los Estados Unidos, donde jugó al 'fútbol soccer', y un tiempo en Frankfurt, Alemania, hasta que con su familia volvieron a instalarse en la casa de avenida Asamblea y Del Barco Centenera, en el barrio porteño de Parque Chacabuco, donde residió desde que pisó Buenos Aires.
'Con lo que gané, me compré un gimnasio cerca de mi casa y me puse una galería en Estados Unidos cuando estuve allá. Hoy vivo del alquiler del gimnasio y del bono que me da la AFA por haber sido campeón del mundo', contó Ortiz en 2022. También relató que hasta antes de la pandemia trabajó en el fútbol recreativo de San Lorenzo. 'Los fines de semana iba a Ciudad Deportiva, pegada al Nuevo Gasómetro, a trabajar con los chicos menores para enseñarles a jugar fútbol', contó.
En diciembre de ese 2022, el chacabuquense sufrió uno de los golpes más duros de su vida, pues falleció Silvia, su esposa.
'Todavía me cuesta atravesarlo. Pasa que me casé muy joven y ya llevo 49 años de casado. No es fácil atravesar la situación, porque me acostumbré a una persona y se me fue hace casi dos años. Tengo dos hijos y nietos que me acompañan. Pero no es fácil. Cuando falleció mi esposa, iba al cementerio entre cinco y seis veces a la semana. Después fui cambiando algunas cosas', relató en una nota publicada la semana pasada en Infobae.
'Hoy le estoy dando un poco más de valor a las cosas, porque la gente nace, vive y se muere. Lo que tenemos que hacer es encontrar un poco de aire y estar con los hijos para salir adelante. Anímicamente estoy bien, pero me gustaría estar mejor. Desde el día fatal hasta el día de hoy, estoy mucho mejor. Estuve casi un año muy mal. Es decir, estaban mis hijos siempre a mi lado, pero no me alcanzaba. Ahora, lo tomo de otra manera y estoy buscando cosas para salir adelante', agregó el chacabuquense que ahora, como cuando era jugador, intenta gambetear los dolores que muchas veces causa la vida.
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