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Las primeras industrias de Chacabuco

01/06/2024
Las primeras industrias de Chacabuco

Las primeras industrias no alimenticias que tuvo Chacabuco fueron pequeños talleres básicamente dedicados a la fabricación de carruajes, así como carpinterías que hacían puertas, ventanas y muebles. Cuenta el profesor Oscar Melli que uno de los primeros establecimientos fue el de don Urbano Abadie, allá por finales del siglo XIX, al que luego se sumarían los talleres de Arroyo Hermanos, Juan Fesantieu y Ángel Pasquali. Este último, relata el historiador, 'entregaba americanas de vidriera y de media capota, breaks para familias y para trabajo, jardineras y carros de variado estilo, así como los populares charretes y sulkys que animaban las calles del pueblo y sus alrededores'.

También estaba la carpintería y herrería La Vizcaína, cuyo dueño era don Marcos Pradera,a la que se sumarían pocos años después las herrerías y fábricas de rodados de José Faure y Julio Bigeón.

A finales de ese siglo, además, ya funcionaba una prestigiosa herrería que tenía como dueño al francés y hábil mecánico Felipe Toujouse, en la que se fabricaba un molino de viento, llamado El Criollo, que se vendía en toda la zona.

En el ramo de la construcción de muebles, uno de los primeros establecimientos fue el del italiano Luis Conti, que inició sus actividades en 1888, al que le siguió en 1896 el de su compatriota José Pellegrino.

Ya en la primera década del siglo XX se hallaba en plena actividad la fábrica de carros y carruajes de Busnelli y Masanti, que también hacía cocinas económicas. Además, estaban la carpintería mecánica de José Gamarra y la herrería artística La Moderna, de don Antonio San Juan, que producía cocinas económicas y balcones de hierro de variado estilo, así como cigüeñas para emparvar pasto y lino y entrojar maíz.

También es de esa época el taller La Activa, de Armanini y Delménico, que se destacaba por la fabricación de todo tipo de carruajes, entre ellos americanas y jardineras. Se deben sumar a la lista las herrerías de Luis Bellini, Orestes Rubini, Natalio Zinani y Victorio Rossi.

En las primeras décadas del siglo XX, además, se destacaba el taller mecánico de don Antonio Piovano, que se dedicaba a la construcción de pozos semisurgentes, molinos a viento y bombeadores impulsados con energía eléctrica. Dedicado al mismo ramo estaba el taller de Nicolás Marino, situado frente a la plaza San Martín.

Ya en 1924 estaban en actividad una herrería que hizo historia, La Metálica, de los hermanos Reverberi, y la carpintería La Artística, de Faustino Dentato.

Al enumerar las primeras industrias no pueden dejarse afuera las abocadas a la elaboración de ladrillos. Según Melli, el pionero en este rubro fue don Sebastián Echave, alguien que estuvo muy vinculado a la fundación del pueblo Guardia Nacional. El rápido crecimiento que tuvo el pueblo hizo que en los años posteriores fueran apareciendo varios establecimientos similares.

Una guía del año 1908 indicaba que en ese momento ya había doce hornos de ladrillos funcionando en los alrededores del pueblo, pero su producción no alcanzaba a cubrir las crecientes necesidades de la construcción local.

Ese año también había en actividad pequeños establecimientos dedicados a la venta de cemento, mosaicos, azulejos, yeso y materiales afines. Uno de ellos era el de Benjamín De Titto Hnos., que fue la empresa constructora del moderno Palacio Municipal, la cual tenía una planta propia en la que producía mosaicos de colores, ornamentos de yeso, lajas de revestimiento y mármoles, además de hacer moldeados de frentes. La firma tenía su sede en un local de Belgrano y La Rioja.

Hacia 1906 funcionaba en la calle Santa Fe una fábrica de polvo de ladrillo, mosaicos y otros materiales de construcción. También era proveedora de arena oriental y arena médano. Su dueño era don Christian Nielsen, el cual, además, era propietario de una lechería ubicada en la zona céntrica.

En 1909, don Ángel Revella comandaba un establecimiento del mismo rubro en la esquina de San Juan e Ituzaingó. Dice Melli que este empresario 'tenía clara visión del porvenir de la industria del cemento armado en el mundo moderno. Con este criterio, y legítimas ansias de progreso económico, anunciaba al pueblo de Chacabuco la construcción de tanques y bebederos a los que llamaba El Económico, por su reducido precio y su 'eterna duración''.

En 1924 Revella había ampliado sus actividades industriales a través de una marmolería, llamada La Moderna, que producía todo tipo de elementos, como caños de cemento, piletas, bañaderos para ovejas, revestimientos para zaguanes y cuartos de baño, estufas modernas, lápidas, cruces y monumentos funerarios.

El profesor Melli publicó en una de sus obras la imagen que ilustra esta nota, que corresponde al taller de Ángel Pasquali y que le fuera aportada por Temístocles Rossi. En ella aparecen Pasquali, un pintor de apellido Gallo, el carpintero Yaquino, el herrero Ferrié y el tapicero Santiago Rossi. El taller estaba situado en la actual calle Italia, que en aquel momento se llamaba Nacionalidad.

 

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