PACIENTE ES LA VENGANZA
Jorge Ernesto Chari
Atardeció. De nuevo el cielo tan lejano y plomizo se retorcía en sus nubes, increíblemente extraño y perezoso. Por momentos, algún reflejo de luz amarillenta se estrellaba en la copa de un árbol de la vereda destacándolo y salpicaba la pared de gastados ladrillos con un tono impreciso.
Por el fondo de la calle - bastante angosta y de trazado irregular de pastos y de tierra - entró el último sonido del silbato del tren que se alejaba subiendo la cuesta que interrumpía algunas casas dispersas a su antojo.Y entonces, como al conjuro de este hecho tan simple y monótono de todas las tardes, un silencio amargo se apoderó de todo el lugar y lo entregó al olvido de otro día.
Pueblo de viejos y mujeres, de niños desconcertados y algún inválido encerrado en el vacío de su mente.Pueblo en desolada retirada, sórdida, desvalijada de toda esperanza. La muerte en cuotas.
-Toda la culpa es de la guerra, dice Nestor apoyado en su mirada vieja.
-Todos tenemos un poco de culpa, le retruca Arturo apoyado en su muleta.
La guerra y su frío sudor, sedienta de sangre, hambrienta de poder, que se dibujaba en los vidrios rotos de la vieja casona de mitad de cuadra y se hamacaba en los restos de unos harapos que permanecían enredados en el tejido de una cerca a la entrada de la calle principal.La guerra siempre es de otros,nunca empieza en uno mismo.
A veces el zumbido de un avión que sobrevolaba sin prestar atención al caserío,enmudecía de espanto a varias vecinas que se habían reunido para el pálido entretenimiento de chismosear a la salida de la verdulería las noticias capitalinas de diarios atrasados , títulos catástrofe, especulaciones lejanas.En el baldío de la esquina algunos chicos se entusiasmaban atrás de una pelota descosida que ya pedía perdón.Los frentes de batalla se iban alejando, concentrándose en lugares más estratégicos, a la espera de un armisticio que nunca llegaba.
El frío del anochecer subía desde los pies del hombre que se acercaba despaciosamente, como reaprendiendo el paisaje. Luego le crecía por la espalda, le mojaba el cabello y le secaba los labios con el auxilio del cansancio. Su lento andar denunciaba un profundo abatimiento, el paso polvoriento derrotado, mientras volvía repetidamente la cabeza hacia atrás con pesadumbre de pasado. Tal vez el viejito del único kiosco abierto a esa hora, el que maldecía constantemente de la guerra, lo miró como buscando reconocerlo, o tal vez lo hizo solo de aburrido. La única luz del lugar no alcanzó a aclararlo.
Ahora el hombre que llegaba había apresurado un tanto su paso, como reconociendo el lugar, aunque su rostro seguía mostrando un absoluto cansancio lleno de indiferencia. Una enorme distancia con todas las cosas, muda y angustiosa en la mirada que el anochecer con sus deformaciones de luces y de tonos intentaba ocultar harto de tanta desolación.
Pareció vacilar por un momento, mirando como quien busca imprecisamente algo, y luego por fín se introdujo comenzando a subir pesada y desganadamente por una vieja escalera de madera, dejando en cada escalón nítidamente marcadas las huellas de su paso en el polvillo. Pero en cuanto tomó confianza , sus movimientos fueron cada vez más precisos como reconociendo algo que le resultaba familiar.
-¿ No hay nadie ? preguntó casi en voz baja y sabiendo de antemano la respuesta.
Evidentemente , la casa estaba vacía. En otros tiempos hubiese bastado el leve crujir de la escalera al pisarla para que comenzaran a asomar sus rostros de indiferencia fingida otros inquilinos.
Hueca,abandonada,demasiado tiempo transcurrido, todo junto en su mente. Qué locura haberse alistado voluntariamente en Argentina, como inmigrante italiano. Voluntario y algo más le recordaba su memoria implacable. ¿Fue una cobardía eludir esa confrontación inevitable ? Ella se dejó embarazar se contestaba, su novio dilataba demasiado el casamiento con excusas de la casa propia, del vestido, de la iglesia. No estaba convencido seguramente. Él había sido un convidado de piedra que abrevió una situación, se seguía justificando. Tampoco habían sido tan amigos. Nada al lado de los horrores de la guerra en la que se había embarcado.
Abrió la ventana para dejar correr algo de aire fresco en la habitación y miró hacia la calle como esperando siquiera alguna cara curiosa. Luego sacudió el sucio colchón sin sábana alguna y se derrumbó agotado hasta dormirse de inmediato.
El lugar le resultaba absolutamente distinto. Limpio, iluminado ,desconocido. Trató de incorporarse en la cama y todo el cuerpo le crujió y no le respondió.Los dolores lo invitaban a seguir durmiendo en una especie de somnolencia de origen dudoso.Por ningún lado alcanzaba a divisar su birrete, sus pantalones embarrados en la trinchera o sus borceguíes deprimidos de tanto andar de un lado para el otro. Estaba en un hospital sin dudas.Esperó pacientemente la presencia de alguna enfermera o de algún médico, paciencia obligada por cierto.Llegó.
-¿Dónde me encuentro ? Pregunta obvia si las había.
- Tómelo con calma. Es muy bueno que haya despertado, le contestó un enfermero con cara de acostumbrado a muchos momentos similares.
- ¿Estoy muy mal ? No se atrevió a preguntar si tenía probabilidades de muerte, un desenlace que desde hacía varios meses veía a diario.
- Esa es una pregunta para el médico.Por lo que escuché han logrado extraerle la mayoría de las esquirlas de la granada que tenía en el cuerpo, especialmente en las piernas. Tuvo suerte de taparse la cara en el momento preciso de la explosión.
Se tocó las piernas,pero poco pudo percibir dándose cuenta de que tenía las manos entablilladas.La medicación seguramente estaría amortiguando los dolores.
-Trate de dormir. El cuerpo se repone más rápidamente .
El médico llegó a una hora avanzada de la noche y la suciedad de su ropa desentonaba con el lugar. Recorrió cama por cama el lugar y se detuvo en la suya al observarlo despierto.
-Debe descansar. Todo lo demás está en manos del tiempo y de Dios si es que existe. En realidad de su sistema inmunológico si logra evitar una infección generalizada.
- ¿Puedo morir ?
-Es una posibilidad .Estamos intentando que no suceda . Con un poco de suerte regresará a su casa. Para usted la guerra ya terminó, supongo.
- ¿ Y si llego a estar de alta algún día debo volver al frente ?
- Falta bastante para ese supuesto. En su estado yo gestionaría la repatriación. Tal vez funcionaría.
El cansancio generalmente ayuda a dormir. Pero a las dos horas lo despertó somnoliento una ráfaga de aire y polvillo ingresando por la ventana y casi sin incorporarse advirtió que la puerta de la habitación estaba abierta.
-Soy tu sombra nada más, escuchó levemente tras el respaldo de la cama.
-Aquí no hay nada para robar, es un lugar abandonado. ¿Qué quiere ?, dijo sin atreverse siquiera a mirar hacia atrás. Soy un lisiado de la guerra.
-Y yo un lisiado de la vida.
Ahí enderezó como pudo el cuello y trató de reconocerlo.
- ¿Cómo me ubicaste tan rápido?
-Ventajas de ser tu sombra vieja y paciente que te esperaba.
En su mente semi dormida ya había armado una frase corta. ' Puedo explicarlo todo '.
No llegó a pronunciarla, la almohada en su rostro lo asfixió en cuestión de minutos .
Y su sombra lo dejó bien muerto.