Perdidamente enamorados

Por Juliana Chacón
'Es el amor. Tendré que ocultarme o huir'
Jorge L. Borges
La pantalla del televisor proyecta a mis dos amigos/ a mis dos amigas/ a mis dos amiguXs besándose. La imagen se reproduce en Instagram, en Facebook y vaya a saber dónde más. Los fotogramas componen un montaje del amor. Chico besa a chica. Pero ambos cubren sus cuerpos con la bandera de LGTBQ+. La teatralización binaria del amor se dispara desde la plaza central de nuestra pequeña ciudad a los distintos rincones del país. Sin embargo, subvierte, empuja los bordes, rompe el sentido normativo.
'Cuando el amor pretende definirse, clasificarse, calificarse, va configurando un lugar codificado, prescrito, que vigila y castiga, que subraya y corrige, que advierte y aconseja, que dirime y reprende, que señala y moraliza', afirma la psicoanalista Alexandra Kohan, en Y sin embargo el amor (Paidós, 2020). Y continúa: 'Sería un amor que conviene, que apunta al Bien… […] es ese amor respecto al cual se enciende la máquina moralizante de la lógica de los merecimientos -'me lo merezco, no me lo merezco'-, de los premios y castigos, de las solemnidades [super]yoicas que atormentan al que 'no logra' seguir la senda del Señor [Ideal]'. Y agrega: 'Se trata de la 'capitalización puesta al descubierto'', citando a Lacan, 'Curioso el modo en que eso cobra fuerza en la actualidad, cuando se calculan los pros y los contras de las relaciones, cuando se hace el balance del debe y el haber, cuando se estipulan cálculos y se concluye que una relación 'no me suma', 'me hace perder el tiempo', 'no me sirve'. Como si el amor sirviera para algo, como si el amor no fuera un gasto improductivo'.
Octavio Paz escribió: 'Amor, isla sin horas,/ isla rodeada de tiempo,/ claridad/ sitiada de noche./ Caer/ es regresar, / caer es subir.// Amar es tener ojos en las yemas,/ palpar el nudo en que se anudan/ quietud y movimiento./ El arte de amar/ ¿es arte de morir?/ Amar/ es morir y revivir y remorir:/ es la vivacidad./ Te quiero/ porque soy mortal/ y tú lo eres./ El placer hiere,/ la herida florece./ En el jardín de las caricias/ corté la flor de sangre/ para adornar tu pelo./ La flor se volvió palabra./ La palabra arde en mi memoria.// Amor:/ reconciliación con el Gran todo/ y con los otros,/ los diminutos todos innumerables' (Piedra y sol, Ediciones Continente, 2014).
'Un amor que se sabe, un amor Ideal, lleno de valores, no es sino un amor agarrado, inhibido, asido por la identificación', sostiene Kohan. Este no saber y esta falta de identificación absoluta son escenificados por mis amigos/ amigas/ amiguXs en la pantalla, que se refracta desde el celular. La sociedad heteronormalista presionará con su dedo índice para detener la imagen.
Pienso en una lista infinita de textos que hablan del amor:
'…Vos y yo teníamos/ un secreto. Estábamos vivas/ aunque nos hiciéramos las muertas,/ en medio del bombardeo un par de cuerpos/ que sobrevivían con una única/ estrategia: quedarse quietas,/ no dejar que el pecho se agite/ con cada respiración, desaparecer/ del mundo de los vivos hasta que los vivos/ nos dejaran en paz. La batalla es cruenta/ y dura todos los años que tuvimos/ y tendremos. Cuando parece terminar,/ empieza. Y de nuevo a cubrirnos las espaldas/ la una a la otra. No te vayas, no te canses/ de pelear, un ejército de dos aunque parezca/ modesto, inofensivo, puede hacer temblar/ la tierra. No es que vayamos a cambiar las cosas:/ la victoria es que las cosas/ no nos cambien a nosotras…', dice Claudia Masin en 'Bye Bye Bondie' (El cuerpo, Portaculturas, 2020).
'He tenido tu cuerpo junto al mío./ He tenido tu boca mojando la mía./ He sentido tu calor y tu abrazo./ He tenido tus manos entre las mías y he leído tu futuro:// Serás puto/ Crecerás enfermo/ Tu madre morirá de tu mano/ Y tu padre colgará de una soga', escribe Ioshua.
En la Marcha del Orgullo Antifascista y Antirracista, que se replicó en distintos puntos de Argentina, mis dos amigos/ amigas/ amiguXs se abrazan, medio cuerpo hacia la cámara, sus rostros semicubiertos por gorras y sombreros; uno sostiene la bandera LGTBQ+, la otra la lleva atada a la espalda. Se besan. La felicidad de sus facciones se replica en mi cara.
Percibir a lo Otro como lo insano, lo infectado, lo patológico, deriva en que muchos quieran expulsarlo para evitar que se infecten las propias vidas. Kohan afirma: '…este paradigma mercantilizador de la vida supone un Ideal de asepsia, un Ideal de purificación que garantiza la expulsión de lo tóxico…'. Y sostiene: ' … hoy en día se lo ejerce en nombre de causas justas y ya cuenta con vigilantes voluntarios, con fiscales vocacionales-, es porque desliza la ilusión de que el malestar en la cultura puede ser eliminado, de que efectivamente podemos y debemos vivir 'bien', y hasta estamos obligados a ello'. Más tarde agrega: 'Esos discursos están ahí para refractar las contradicciones que nos habitan, para anestesiar el pensamiento, para aferrarse a las certezas -falsas- que rigidizan los cuerpos, que nos desplazan hacia el terreno de los impedimentos; esas certezas que nos encierran para mantenernos 'a salvo' de la afectación del otro, suponiendo que el mal siempre es el otro, siempre está afuera, que no nos habita, que la crueldad nunca es nuestra'. Y asegura: 'Son discursos que refuerzan el aislamiento del lazo social, rasgando la frágil tela de lo común.'
Cuánto amor, pienso con mi dedo sosteniendo la pantalla, nos hace falta, cuánto nos segrega el odio, cómo aceptamos esto, cómo aceptamos la violencia que escala día a día, cómo aceptamos la hambruna, el hambre de amor y el del pan. ¡Y el del pan!
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