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Soriano y Dal Masetto: historia de una tapa

10/06/2024
Soriano y Dal Masetto: historia de una tapa

Por Manuel Barrientos 

 

La amistad nació en una redacción: la de la revista Confirmado, a finales de los años sesenta. Ambos querían ser escritores, el periodismo era una forma de ejercitarse en la escritura y, sobre todo, una manera de ganarse el pan. Ambos, también, venían de ciudades del interior de la provincia de Buenos Aires, aunque con diversas escalas previas. 

 

Osvaldo Soriano había nacido en Mar del Plata el Día de Reyes de 1943. Su padre era inspector de Obras Sanitarias de la Nación y el trabajo los obligaba a múltiples mudanzas, lo que los llevó a San Luis, Río Cuarto, Tandil y Cipolletti. Cuando cumplió 19 años, Osvaldo se afincó en Tandil, donde vivió hasta los 26. Allí se empleó en una metalúrgica, descubrió el amor por la literatura en la Biblioteca Popular Bernardino Rivadavia y dio sus primeros pasos en el periodismo, como cronista deportivo en el diario El Eco de Tandil, donde se destacaba por sus comentarios de partidos de fútbol y las crónicas de boxeo. En esas páginas, también, publicó sus primeros cuentos. En 1968 recibió un telegrama de Osiris Troiani -secretario de redacción de la prestigiosa revista Primera Plana- pidiéndole un artículo sobre la procesión del calvario de Tandil. La nota fue publicada y, sin dudarlo, Soriano se fue a vivir a Buenos Aires. En el seminario lo recibieron con un '¿Qué hace usted acá?', hasta que logró que Tomás Eloy Martìnez lo enviase a cubrir una nota a Berisso.

Antonio Dal Masetto nació el 14 de febrero de 1938, en Intra, una pequeña villa en el norte de Italia. Ante las penurias económicas de la posguerra, su familia se exilió a la Argentina y terminó recalando en la ciudad de Salto. Con un puñado de libros que trajo desde su pueblo piamontés, Antonio también potenció su pasión por la literatura con los ejemplares que conseguía en la biblioteca popular de Salto. A los 17, hizo un bolso y se lanzó a la Capital Federal, sin dinero y sin conocer a nadie. Al igual que Soriano, transitó pensiones del centro porteño, intentando abrirse camino en las editoriales.

En 1969, otro periodista y escritor que venía del interior bonaerense, en este caso de General Belgrano, Miguel Briante, le ofreció a Dal Masetto sumarse a la redacción de Confirmado en la sección Crítica de libros. La tarea no le gustaba, aguantó poco, pero el tiempo suficiente para cruzarse con Soriano, que recaló ahí luego de que la dictadura clausuró Primera Plana. En esas oficinas, entonces, nació una amistad que duró más de dos décadas.

Luego del exilio en Europa, Soriano regresó a la Argentina en 1984 y tres años más tarde fue uno de los fundadores de Página12. En ese diario, volvieron a coincidir con Dal Masetto, cruzando periodismo y literatura con enorme talento en las contratapas.

En 1996, con un cáncer de pulmón que comenzó a marcar el tiempo de descuento, Osvaldo se dispuso a preparar la edición de su último libro de relatos: Piratas, fantasmas y dinosaurios. Las tapas que le proponía la editorial no lo convencían.

Dal Masetto fue a visitarlo a la clínica en la que le aplicaban la quimioterapia. En la charla, Osvaldo le contó su insatisfacción con las portadas tentativas y le dijo que quería una ilustración que estuviera relacionada con la aventura. Desde los recuerdos confusos de su infancia piamontesa, vinieron a la memoria de Antonio aquellos libros con los que había aprendido a leer en Intra. Estaban arrumbados en algún lugar de la casa de su hermana en Salto, así que los mandó a buscar y se los mostró a su amigo. Osvaldo eligió una lámina de un libro de Emilio Salgari.

Soriano murió poco después, el 19 de enero de 1997. Dal Masetto, el 2 de noviembre de 2015. En la pared de su oficina, Antonio tenía colgadas las dos tapas: la de Salgari, la de Soriano. A quien lo visitaba, le mostraba los dos cuadros, tan orgulloso como conmovido. 'Es curioso que un libro que vino en el barco conmigo, cuando tenía doce, tantas décadas después, luego de ser abandonado y olvidado, sirviera para la tapa del último libro de un gran amigo. Hay un costado mágico, curioso, que me resulta muy difícil de interpretar', decía, con los ojos clavados en esas ilustraciones.

 

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